sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (6ª parte)


PREG. — ¿Qué sucede con el cadáver astral después de que un ser pasa al Devachán o cielo?
RESP. — A la hora de morir, el hombre se separa completamente de su cuerpo físico pero un ser ordinario se identifica estrechamente con sus bajos deseos que tuvo durante la vida y permite a su Manas inferior (manifestación de la Mónada o fragmento de Divinidad) enredarse de tal manera con Karma, que el Ego, a pesar de toda su fuerza de arranque, no puede separarse por completo de él. Y así, cuando finalmente él hombre desecha su cuerpo astral, en parte desintegrado, deja tras de sí una porción de Manas aprisionada y envuelta en el cuerpo deseos. Esta entidad fragmentaria, que se llama una sombra, tiene pues, cierta vitalidad y, como se mueve libremente en el mundo astral con sus recuerdos pasados, con su conciencia fragmentaria y con sus tendencias a repetir automáticamente vibraciones familiares de amor, de deseos y pensamientos, sin inteligencia, se la confunde a menudo con el hombre mismo en sesiones espiritistas de gente ignorante.
En una etapa ulterior, (en pocas horas, o en pocos meses o años, de acuerdo con el carácter espiritual o material del Ego que haya pasado al mundo celestial), la conciencia fragmentaria se muere en el cuerpo astral y se aleja de él si bien no retorna al Ego a quien perteneció, y entonces el cadáver astral, sin reminiscencia alguna de su vida pasada, es transformado ahora en un "cascaron”, se desintegra lentamente en el mundo astral como lo hizo el cuerpo físico en su propio mundo.

PREG. — ¿Qué sucede entonces con el ser que pasa al Devachán o cielo?
RESP. — El Devachán, (la residencia de “los Devas” o sea el lugar de luz, o de bienaventuranza), es una parte del mundo especialmente resguardada y en la cual, por la acción de ciertos Devas, o Dioses, no se permite la existencia de males ni pesares.
Realmente no es un lugar sino un estado de conciencia, y se halla aquí, alrededor de nosotros, a cada momento, tan cerca como el aire que respiramos. Después de su segunda muerte en el mundo astral, despierta el hombre a una nueva gloria de vida y de color y vive en el radiante cuerpo mental en el mundo célico. Gradualmente despierta a un sentido de inefable júbilo y bienaventuranza indescriptible; las más delicadas melodías susurran a su derredor, su ser se haya inundado de luz, resplandeciendo, a través de dorada neblina, los rostros, de sus seres queridos en la tierra.
Durante la vida terrestre, cada ser ordinario se halla rodeado por una masa de formas mentales que representan los intereses capitales de su vida y que se fortalecen cada vez más, permaneciendo con él aún después de la muerte. La fuerza de las formas mentales egoístas ya fueren de cólera, ambición, orgullo, avaricia, glotonería, embriaguez, sensualidad, etc., se vierte en la materia astral y se agota en el mundo astral cuando el hombre está calcinando aquella parte inferior de su naturaleza durante la vida purgatoria. Pero sus pensamientos altruistas, ya fueren puramente intelectuales o de naturaleza compasiva, tierna, devota, o amorosa, etc., pertenecen a su cuerpo mental, y los lleva él consigo al Devachán, puesto que, tan sólo mediante tales pensamientos refinados podrá apreciar el mundo celestial.
Ahora bien, "su cuerpo, mental es un vehículo que de ninguna manera se halla por completo desarrollado como el astral y que lo aleja del mundo mental alrededor de sí, en lugar de capacitarlo para verlo; ya que solamente se hallan en plena actividad aquellas partes de su cuerpo mental que usó de manera altruista durante su vida terrestre. Los pensamientos elevados, refinados y nobles, las aspiraciones in-egoístas que él generó durante su vida terrestre, se agrupan entonces en torno a él formando alrededor de sí una especie de cascarón mediante el cual puede responder a ciertos tipos de vibración en la refinada materia del mundo mental.
Estos pensamientos que lo rodean son los poderes mediante los cuales se da cuenta de la riqueza del mundo celeste, y si bien aquel mundo es un almacén de extensión infinita (toda gloria y toda belleza ya concebibles), él puede aprovecharlos exactamente de acuerdo con su capacidad de pensar sin egoísmo. Cada una de tales formas de pensamiento es una ventana a través de la cual mira, desde su cuerpo mental, la gloria y la belleza del mundo mental. Si él ha tenido especial complacencia en las cosas físicas durante su vida terrenal, entonces apenas contará con unas pocas ventanas por las cuales tal gloria superior pueda brillar cerca de él. Un alma enteramente in-egoísta, y altamente evolucionada, es todo ventana, tiene plena conciencia aquí, se puede mover en su vehículo mental tan libremente como el hombre ordinario emplea su cuerpo físico, y mediante él inspecciona vastos campos de conocimiento superior que se extienden ante sí. Empero, cada hombre pudo haber tenido algún toque de sentimiento puro, in-egoísta, aunque haya sido una sola vez en toda su vida, y aquel podrá ser ahora una "ventana" para él. Todo ser, exceptuando uno enteramente salvaje en sus primitivas etapas, tendrá con seguridad algo de esta maravillosa vida de buena venturanza. Por consiguiente y de hecho, en lugar de que algunas "almas" vayan al cielo y otras al infierno, la mayor parte tienen su etapa tanto de purgatorio como de cielo, las cuales solamente difieren en sus proporciones relativas.
Pensar pensamientos amorosos o nobles, apreciar una obra maestra literaria, o alguna adorable obra de arte en el mundo físico, es abrirse una ventana en el mundo celestial; acostumbrarse a pensamientos elevados y altruistas, es mantener aquella ventana siempre abierta de par en par. Pero la condición de un hombre en el mundo celestial es principalmente receptiva, y su visión de algo fuera de su propia concha de pensamiento, es del más limitado carácter; no puede él construir nuevas ventanas, a lo largo de nuevas líneas de actividad si no tuvo interés en éstas durante su vida física. Los pensamientos superiores pueden seguir muchas direcciones, algunas de ellas personales, como el afecto hacia una persona o la devoción a una deidad personal; y otras de ellas impersonales. Entre éstas se cuentan el arte, la música y la filosofía; y un ser, cuyo interés haya girado alrededor de estas líneas encuentra inconmensurable goce e ilimitada instrucción, es decir, la cantidad de júbilo y de conocimientos quedará limitada tan sólo por su poder de percepción. Como un trabajador que regresa al hogar con su salario del día, el hombre extrae del Devachán tanto cuanto se haya preparado a obtener por sus esfuerzos durante la vida terrenal.
En este plano existe la infinita plenitud de la Mente Divina, abierta en todo su ilimitado influjo para toda alma, justamente en la proporción en que aquella alma se hubiere calificado a sí misma para recibir. Es un mundo cuyo poder de respuesta a las aspiraciones del hombre está limitado solamente por la capacidad de éste para aspirar. En el oriente se dice que cada ser trae consigo su propia copa; que algunas son grandes y otras pequeñas; pero que cada copa, grande o pequeña, será colmada hasta el máximo de su capacidad; aquel océano de bienaventuranza contiene mucho más de lo que es necesario para todos.



PREG. — ¿Entonces no tiene uno la misma clase de cielo, o la misma intensidad de bienaventuranza en él?

RESP. — Las imágenes mentales (o formas de pensamiento) in-egoístas que hayan existido como semillas en el cuerpo mental, comienzan a manifestarse como árboles en el Devachán, de tal suerte que cuando un hombre hubiere formado muchas imágenes mentales, ya fuere por su aspiración al conocimiento, o por altruista deseo de ayudar a la humanidad, (por más que tales imaginaciones hayan sido consideradas en el mundo como castillos en el aire) se materializan ahora en la materia más fina del mundo mental y el hombre se encuentra allí haciendo cada cosa de acuerdo con sus deseos.

Siendo la materia mental más sutil que la materia física, los pensamientos son cosas en el mundo mental o celeste; y mediante el poder del pensamiento, cada uno crea en los cielos su propio mundo de acuerdo con sus deseos. Tal como son los pensamientos de un hombre, así es su Devachán, y como no son iguales los pensamientos ni de dos personas, sus cielos deben, por consiguiente, ser diferentes. Sin embargo, como cada uno se encuentra allí a cada momento exactamente de acuerdo con su deseo, todos son extremadamente dichosos, si bien disfrutando de diferente grado de felicidad.

Además, si los goces celestiales fueren tan sólo de un tipo particular, como lo sostienen las teorías ortodoxas, siempre habría algunos que pronto se cansarían debido a su falta de habilidad para participar de estos goces, ya fuere por encontrar gusto en cierta felicidad particular, o por carecer de la necesaria educación. Y así el cielo de un hombre no puede ser impuesto a todos los demás, de igual manera que un individuo de los arrabales no puede sentirse dichoso en el glorioso ambiente de un artista, pues lo que ocasiona felicidad a uno puede no ocasionarla en manera alguna a otro. El hecho es que cada uno crea su propio cielo por sus propias formas de pensamiento, por la selección que hace en los esplendores inefables del pensamiento de Dios Mismo. Por las causas que él mismo engendró durante su vida terrenal, decide, para si mismo, tanto la duración como el carácter de su vida célica; por lo tanto tendrá exactamente la cantidad que ha merecido, y exactamente la calidad de goce que sea él más adecuado de acuerdo con sus idiosincrasias. He aquí él único arreglo imaginable que puede hacer feliz a cada uno hasta él máximum de su capacidad para serlo.


PREG. — ¿Qué les ocurre a los niños en el mundo celestial?

RESP. — De todos quienes entran a aquel mundo, los niños son los más dichosos y los que por completo se sienten como en su casa. No pierden a sus padres, hermanos, hermanas, ni a los compañeros de juego a quienes amaron; sencillamente los tienen cerca de sí para jugar con ellos durante lo que nosotros llamamos noche, en lugar del día, de tal suerte que ellos no sienten ni la pérdida ni la separación. Durante nuestro" día” jamás se les deja solos, pues en aquél mundo, lo mismo que en éste, los niños se reúnen, juegan entre sí, se divierten en una especie de Campos Elíseos, llenos de raras atracciones y siempre están plenos de júbilo, y a menudo turbulentamente felices.

Aún aquellos niños cuyos pensamientos naturalmente se vuelvan más hacia los asuntos religiosos, nunca dejan de encontrar lo que anhelan. Pues existen los ángeles y los santos de antaño y no son meramente piadosas fantasías; y quienes creen en Dios y los necesitan son infaliblemente atraídos hacia ellos, encontrándolos más gloriosos y benignos de lo que soñara su imaginación. Y aún aquellos que hubieren de encontrar al Mismo Dios (Dios en forma material), no quedarán contrariados; pues Instructores gentilísimos y muy bondadosos les explican que todas las formas son formas de Dios, ya que El se halla por doquiera, y quienes sirvan y ayuden a la más ínfima de sus criaturas verdaderamente lo están sirviendo y ayudando a El. Como a los niños les agrada ser de utilidad, en aquellos mundos superiores se abre ante ellos, un vasto campo de ayuda y bienestar en sus gestiones de misericordia y amor para los ignorantes.

No deberíamos temer por las pequeñas criaturas que aún fueren incapaces de jugar; pues muchas madres difuntas esperan allá para atraerlos amorosamente hacia su seno, para recibirlos y amarlos como si fuesen sus propios hijos. Generalmente tales criaturas descansan en el mundo espiritual por muy poco tiempo, como ya se dijo antes, y retoman de nuevo a la tierra para ser muy a menudo hijos del mismo padre y la misma madre.


PREG. — ¿Cómo encontraremos a nuestros amigos y seres queridos en el mundo celeste?

RESP. — Si un ser ama a otro con amor profundo y altruista, crea una forma lo suficientemente fuerte de pensamiento o imagen mental de aquel amigo o pariente, y naturalmente llevará consigo aquella imagen al mundo celestial, ya que tal amor, en virtud de su carencia de egoísmo, pertenece a aquel nivel de materia.

La fuerza de tal amor es suficientemente poderosa para actuar sobre el Ego del amigo en la parte superior de su cuerpo mental, porque es el Ego o el alma y no el cuerpo físico lo que el ser amó con amor puro. Ahora bien, el Ego del ser amado, sintiendo aquella vibración, responde súbitamente a ella, y se infunde así mismo en aquella forma de pensamiento creada por el residente del Devachán. Y así, el amigo de aquel ser se halla realmente presente ante él muy vividamente; y no importa que esté vivo o muerto, pues la llamada se hace, no al fragmento del amigo que muchas veces está prisionero en un cuerpo físico, sino al Ego que puede así responder simultáneamente a los afectos de un centenar de amigos, ya que ninguna cantidad de manifestaciones en un nivel inferior puede agotar la plenitud del Ego, así como ninguna cantidad de líneas pueden hacer un cuadrado, o ningún numero de cuadrados un cubo.

Por consiguiente, en el mundo celestial cada ser tendrá siempre alrededor de sí a todos los amigos y parientes que deseare y éstos se le presentarán siempre bajo su mejor aspecto, ya que entonces se hallan dos etapas más cerca de la realidad que cuando habitaron en las limitaciones del cuerpo físico.

Esta misma observación tiene valor cuando se trate de un hombre cuya inspiración hubiere sido la devoción hacia una deidad personal; la deidad estará siempre presente ante el muerto mucho más vividamente que en el plano físico.


PREG. — ¿Acaso un muerto, en el cielo espera y observa a sus amigos y seres queridos que están sobre la tierra?

RESP. — No. ¿Cómo podría el muerto ser dichoso en el cielo si mirase hacia la tierra y viese que los seres que ama están llenos de pesares o cometiendo algún pecado; o por ejemplo, si su mujer estuviese desesperada por la pérdida de él, o, lo que sería peor todavía, si ella se hubiese casado prontamente con otro?

Tratándose de esperar, no mejora mucho el caso, pues entonces él tendría un largo y cansado período de espera, que a veces se extendería durante años, pudiendo suceder que el amigo llegase tan cambiado que ya no le fuere agradable su compañía. Pero, de acuerdo con el arreglo natural, todas estas dificultades se evitan, y aquéllos a quienes el muerto amó se encuentran siempre con él y siempre bajo su aspecto más noble y mejor, ya que no podría acaecer ningún cambio o discordia entre ellos puesto que él recibe de Dios, en todo tiempo, exactamente lo que espera.


PREG. — Si un alma pasa tanto tiempo en el Devachán entre dos encarnaciones, ¿cuáles son sus oportunidades de desarrollo durante esa estancia?

RESP. —

I. —A causa de las cualidades que desarrolló en sí, tal ser abrió las correspondientes "ventanas” en el mundo celestial y por el ejercicio continuado de estas cualidades durante largo tiempo, las reforzará en gran manera y volverá a la tierra ricamente equipado a este respecto. Como los pensamientos se intensifican por el uso reiterado, un hombre que hubiere empleado cientos de años en verter afecto desinteresado, ciertamente sabrá cómo amar más fuertemente y mejor. La vida en el Devachán es de asimilación y las formas-pensamiento de las aspiraciones o de experiencias mentales y morales, acumuladas en la tierra, son entretejidas en el carácter del alma como facultades mentales y morales, y llegan a ser los poderes y las cualidades, las capacidades y tendencias, para su próxima vida sobre la tierra.

II. — Debido a sus aspiraciones se pondrá en contacto con alguna de las grandes jerarquías de espíritus y aprenderá mucho de ellos. Por ejemplo, de los Gandharvas, una gran Orden Angélica que se dedica especialmente a la música, podrá aprender maravillosas y nuevas combinaciones de tonos musicales.

III. — Obtendrá información adicional y mayor instrucción mediante las imágenes mentales hechas por otros, si éstos estuviesen lo suficientemente desarrollados para ser capaces de instruirlo. Alguien que estuviese ante una fuerte imagen del Maestro, obtendrá así enseñanza y ayuda precisa a través de aquélla.


PREG. — ¿Hay 7 clases diferentes de cielos como ordinariamente se cree, y pasa un ser a través de todos ellos sucesivamente como lo hace en el plano astral?

RESP. — Como ya se explicó, hay siete subdivisiones en el mundo mental lo mismo que en el astral. Las tres superiores, los niveles Arupa-Loka o "Sin Forma", son la residencia del Ego en el cuerpo causal, en tanto que los cuatro niveles inferiores, los Rupa-Loka, forman el cielo en donde los seres pasan su vida celestial en el cuerpo mental. Como en el cuerpo mental nada hay que corresponda a la redistribución de la materia astral, un ser no pasa a través de las sucesivas etapas o regiones del mundo celestial una tras otra, como sucede en el mundo astral, sino que es atraído hacia el nivel que corresponda más íntimamente al grado de su desarrollo, y transcurre allí toda su vida en el cuerpo mental.

La característica dominante de la subdivisión inferior o sea la séptima, es el afecto in-egoista por la familia, pues todo tinte de egoísmo requiere ser agotado en el plano astral. La sexta tiene la característica de la devoción religiosa antropomórfica, en tanto que la quinta tiene la característica de la devoción que se expresa a si misma en trabajo de cualquier clase. Todas estas tres subdivisiones se refieren a la acción propia de una devoción a personalidades, ya sea familia, amigos, o deidad personal.

La cuarta sección tiene como su nota dominante la más extensa devoción hacia la humanidad, que incluye aquellas actividades conectadas con propósitos in-egoístas, de conocimiento espiritual, alta filosofía o pensamiento científico, habilidad artística o literaria desprovista de egoísmo, y en general el servicio por amor al servicio.

Al final de la vida celeste que dura diferentes períodos, según se explicó, llega al cuerpo mental su turno de ser desechado, como les sucedió a los otros, y comienza entonces la vida del hombre en el cuerpo causal.


PREG.—¿Qué le ocurre al hombre en el ciclo superior, en los tres subplanos más elevados del mundo mental, cuando se halla en su cuerpo causal terminada ya su vida celestial en el mundo mental inferior?

RESP.—Todas las facultades mentales que se expresan en los niveles inferiores, son atraídas hacia el cuerpo causal con todos los gérmenes de vida pasional que se infundieron en el cuerpo mental, procedentes del astral, al tiempo de abandonar el cascarón astral; y, terminada una ronda de su peregrinación, el Pensador reside por algún tiempo en su propia patria nativa; el alma aquí no necesita "ventanas", pues todas las paredes se han desvanecido; pero como la mayoría de los hombres tienen tan sólo una oscura conciencia de sus alrededores en estas alturas, descansan allí por un poco de tiempo, apenas conscientes, pero asimilando sin embargo los pequeños resultados de la reciente vida terrestre.

Con todo, si el hombre está ya desarrollado, su vida en el nivel "Arupa" es mucho más larga, rica e intensa, ya que su cuerpo causal crece y se organiza mejor; y él retoma a la vida terrestre con un conocimiento mayor y con un poder más efectivo para ayudarse a sí y ayudar a los demás. En el subplano más elevado viven los Maestros y Adeptos y Sus discípulos más adelantados; en el inmediato inferior, las almas cuya superior evolución es testimoniada por su cultura interna y su refinamiento natural cuando viven en cuerpos terrestres; y en el tercer subplano la vasta mayoría de los 60.000 millones de almas de que antes se habló que forman la masa de nuestra aún retrasada humanidad.

La duración de la estancia de un ser en el mundo mental superior, depende de su etapa evolutiva, lo mismo que de su profundo pensar y noble vivir durante la vida terrenal, según ya se describió cuando se habló de la Reencarnación.

Sin embargo, para todo hombre, por poco que haya progresado, adviene un momento de clara visión antes de su retorno a la tierra, y entonces ve él su vida pasada con las causas que tendrán que ser elaboradas en el futuro, y, mirando hacia lo porvenir, ve también su próxima encarnación que lo espera con sus posibilidades y oportunidades. Entonces las nubes de la materia se cierran sobre él y oscurecen su visión, y principia un nuevo ciclo de otra encarnación con el despertar de los poderes de la mente inferior a través de Tanhá, la sed ciega por la vida manifestada, según, se explicó ya al hablar de la reencarnación.


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6 comentarios:

Gianni B dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pilar (con su Ángel) dijo...

Hola Gianni:
Nos ha gustado mucho tu comentario, es justo lo que personalmente creemos.Hemos leído el "El libro Tibetano de la vida y de la muerte" que está basado en El libro Tibetano de los Muertos, pero escrito de forma más entendible para los Occidentales, en el artículo del Karma, hemos extraído parte de este libro que te comentamos.
De cualquier forma lo que nos has escrito es una maravilla, y es una gran satisfacción poder tener acceso a todos estos temas y sobre todo comprendedlos.
Un saludo

ivana dijo...

Muy interesante somos materia, carbon , polvo cósmico.. ?
Por lo que dices aquí, y por mucho más, yo amo la vida, y espero que la muerte me alcanze cuando ya no me quede nada que mi mirada pueda disfrutar....jajajaj abrazos iva

J. Marcos B. dijo...

Interesante blog. Acabo de descubrirlo por encima y, es un placer ver vuestro trabajo. Volveré por aquí con mas tiempo visto lo largo que son los post...

Un abrazo y hasta pronto.

Marcos.

Jurema dijo...

Para nuestra cultura occidental, es como un soplo de aire fresco para el alma.
En mi blog colgué hace tiempo un video con el proceso del bardo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

GRACIAS