sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (4ª parte)


PREG. — ¿Cuales son las condiciones post-mortem para quienes hayan muerto, por accidente o se hubieren suicidado?

RESP. — Para los primeros hay una gran variedad de estados; los segundos tendrán que completar el período de vida que les fue asignado; el período fijado para ejercitar él karma de aquella vida.

Cuando la muerte acaece por accidente, no es raro que signifique el fin determinado por los Señores del Karma para esa reencarnación pero a veces no se trata de esto, y el accidente viene a constituir una interferencia motivada por nuevas fuerzas que se produjeron en dicha vida, (la iniciativa del mismo ser que elija pagar una deuda antes del plazo, como ya se dijo) o por acciones ajenas que lo afecten directamente. En tales casos, el plan perturbado tendrá que ajustarse al principiar la nueva existencia, de tal suerte que, al final de cuentas, nada pierde el alma cuyo destino fue momentáneamente desviado por sí ó por otras. Pero en ningún caso está señalado el suicidio en la vida de nadie; es el yo interno el directamente responsable por tal acción, si bien la responsabilidad puede ser compartida por otros.

Cuando se trata de personas que mueren a causa de la vejez o de una prolongada enfermedad, es casi seguro que el ansia de deseos terrenales ya se ha debilitado algo o mucho, y probablemente ya desecharon de sí las partículas más densas, de tal suerte que el hombre podrá encontrarse, posiblemente, en la sexta o quinta de las subdivisiones del mundo astral, o tal vez en las superiores pues sus principios se fueron preparando gradualmente para la separación y la sacudida no es, por consiguiente demasiado fuerte.

Pero en caso de muerte accidental, o suicidio, ninguna de estas preparaciones ha tenido lugar y la retirada de los principios, de su sujeción física, se ha comparado con justeza al acto de arrancar un hueso, o semilla, del fruto no maduro aún; gran cantidad de la clase más burda de materia astral se halla adherida aún a la personalidad, la cual, por consiguiente, se detiene en la séptima o ínfima de las subdivisiones del mundo astral.

Las víctimas de muerte repentina, cuyas vidas terrenales fueron nobles y puras/no tienen afinidad por este plano, y así, el tiempo de su permanencia en él, transcurre o bien en una feliz ignorancia y completo olvido, o bien en estado de quieto sopor en un sueño pleno de ensueños color de rosa". Pero si sus vidas terrenales hubieren sido de baja brutalidad, egoístas y sensuales, serán conscientes, como los suicidas, de toda la repulsividad de esta repugnante región, y podrán adquirir la tendencia a convertirse en entidades terriblemente malas.

Ordinariamente se comete un suicidio por debilidad o por cobardía, debido a una momentánea desesperación o a una sacudida que las almas débiles no pudieron resistir, o a una súbita desgracia resultante de cualquier mala acción que se descubra y a cuyo castigo desea el suicida escapar. A veces es un acto deliberado, pero siempre precipitado, de una persona que trata de salir de un terrible aprieto y escapar de una mortal angustia.

Pues bien, no puede escapar. Cuando acaba de asesinar a su cuerpo se encuentra bien despierto en el otro lado de la muerte, exactamente el mismo hombre que fuera antes, excepto que carece del cuerpo físico; no ha cambiado más, que si simplemente se hubiese quitado su casaca. La causa que lo impulsó al suicidio fue de origen emocional o mental, según el caso; pero él no se ha despojado ni de su mente ni de sus emociones. Toda aquella parte de él que lo impulsó al suicidio, la conserva aún consigo; pues la acción no fue meramente corporal. El resultado de haber perdido su cuerpo físico es un gran aumento en su capacidad para sufrir. Se halla sujeto aún a las mismas fuerzas que lo llevaron a cometer su nefasta acción. Hay, sin embargo, una peculiaridad acerca de esto, a saber, que el suicida generalmente repite “en su imaginación”, como decimos, todo aquello que lo indujo al extremo de matar su cuerpo; repite automáticamente los sentimientos de desesperación y de temor que precedieron al auto-asesinato; repasa de nuevo su acción y su lucha mortal, con espantosa persistencia.

Este curioso efecto automático, la repetición incesante de una cosa en Kamaloka, es también una característica del asesino cuando muere, según ya se dijo, sea que se descubra o no el homicidio. Por supuesto, si el asesino es aprehendido y ahorcado, entonces aquello tiene lugar en rápida secuencia. He aquí uno de los modos de que el salvaje aprenda que es malo asesinar. En su caso, no podría decirse que el asesinato llegó a crimen, puesto que él mata sin pensar; con todo, debe aprender a abstenerse del homicidio. Y así, en la vida post-mortem él tiene un breve sufrimiento de esta clase, breve porque hubo muy poco esfuerzo, mental tras del acto y porque apenas fue una súbita emoción la que lo llevó a cometerlo. He aquí parte de la útil 'instrucción que sirve para la evolución del salvaje; aprende que asesinar es malo porque encuentra que le resulta doloroso para él. Y por supuesto, quienes están más evolucionados, sufrirán por un período mucho mayor si cometen un daño semejante.

La necedad del suicidio consiste en que el suicida erróneamente espera escapar de la vida y se encuentra vivo todavía. He aquí la futilidad de todo el asunto. El suicidio depende principalmente de la ignorancia. Si las gentes estuviesen convencidas de que no pueden escapar, de que el resultado de sus acciones es inevitable, este conocimiento actuaría sobre sus mentes al llegar la ocasión de un súbito impulso de suicidio, por el deseo de escapar de un mal. No pueden hacerlo, sino que, por el contrario, caen, por así decirlo, desde la cacerola hasta el fuego; tendrán que sufrir allí más que en el plano físico puesto que actúan ahora en materia más sutil, en la cual, debido a la menor resistencia de la tenue materia astral, el impacto del sentimiento es mucho más fuerte en su efecto sobre la conciencia, que en el mundo físico.

El suicida tiene mucha propensión a presentarse en las reuniones espiritistas. Puede ser inducido, por quienes tratan de ayudarlo en el otro lado de la muerte, a aceptar quieta y pacientemente los inevitables resultados de su acción; pero a menudo rechaza él todo consejo y pretende asirse de nuevo a la vida material por medios reprobados. Tal ser (así como alguien víctima de muerte repentina, cuya vida terrestre hubiera sido brutal, sensual o egoísta), inflamado por toda clase de horribles apetitos que ya no puede saciar por falta del cuerpo físico, trata a menudo de satisfacer sus ansias materiales y sus repugnantes pasiones, de modo vicario, por medio de un "apoderado" viviente (un médium o alguna persona sensitiva) a quien pueda obsesar. Desgraciadamente, sí logra hacerlo así, se capacita para prolongar enormemente su tenebrosa vida astral y para renovar, tal vez por periodo indefinido, su poder de generar mal karma preparando para sí una futura encarnación del género más degradado posible, aparte de correr él riesgo de perder una gran porción del poder mental que haya sido capaz de acumular. Pero si tiene, la fortuna de no encontrarse con algún sensitivo mediante el cual poder saciar sus pasiones, los no satisfechos deseos se irán consumiendo gradualmente y el sufrimiento vicariamente causado en el proceso podrá servir, probablemente, para redimirlo del mal karma de la vida pasada.

Pero debe recordarse que la culpabilidad del suicidio difiere considerablement,e según las circunstancias, desde el acto moralmente impecable de un Séneca o un Sócrates; o de un suicidio cometido por motivos nobles o en un arranque de amor maternal y de auto-sacrificio; hasta el atroz crimen del malvado que corta su propia vida a fin de escapar de los enredos en que lo complicó su villanía; y, naturalmente, la situación de éstos después de la muerte difiere en gran manera.


PREG. — Sí no existe el infierno, ¿a qué tanto sufrimiento en el mundo astral? ¿En qué sentido favorece al hombre el sistema de purgación?

RESP. — No hay infierno, ni eternidad alguna de tormentos irrazonables e inútiles que solo servirían para satisfacer la cruel malignidad de un déspota irresponsable en el cual la teología ortodoxa exige a sus devotos que crean; pero existe un "Purgatorio" que es, sencillamente, el proceso necesario, el único efectivo y por consiguiente el más benéfico, para la eliminación de los malos deseos. Por más terrible que pueda ser el sufrimiento, cualquier mal se va agotando gradualmente, y sólo cuando haya sucedido lo mismo con todos los malos deseos, podrá el hombre pasar a la vida superior del mundo celeste.

El hombre quedará definitivamente libre de un mal deseo particular cuando éste se consuma; y no necesite echarse de nuevo la carga de él en su próxima encarnación a menos que quiera hacerlo. Pero aunque el deseo en sí esté muerto, subsiste sin embargo la misma debilidad de carácter que indujo al hombre a sucumbir. En su próxima vida nacerá con un vehículo astral que contenga la cantidad de materia necesaria para la expresión de aquel mismo deseo, esto es, con un equipo, por decirlo así, que lo incite a repetir su última vida en tal respecto. Recibe él aquella materia porque en su última encarnación la buscó e hizo uso de ella; pero, si bien la tiene a su disposición otra vez, de ningún modo se le obliga a emplearla de igual manera que antes. Si como resultado de sus acciones previas, tuviere él la buena fortuna de encontrarse, siendo niño, en manos de padres capaces y cuidadosos, de quienes hubiere aprendido a considerar como malo tal deseo y a obtener control sobre él y reprimirlo en sus primeros brotes, entonces, la materia que debería expresarlo permanecerá sin vivificar y gradualmente se atrofiará por falta de uso, como muchos de nuestros músculos físicos.

La materia del cuerpo astral se está gastando lenta pero continuamente, y es reemplazada de igual manera que lo es la del cuerpo físico; y como desaparece la que ya se atrofió; será sustituida por materia de clase más refinada, que sea incapaz de responder a las vibraciones fuertes y toscas de aquel deseo sensual, y así, aquella abominación particular llegara a ser imposible para el. De hecho ya la habrá trascendido y, por último, la habrá vencido de tal manera que nunca, en toda la larga serie de sus vidas futuras, repetirá aquel error, pues el habrá creado ahora dentro de su Ego, la opuesta virtud de un completo control propio por lo que atañe a aquel vicio. A través de una vida de lucha victoriosa en contra de aquel deseo, pudo triunfar de el; y ahora ya no hay lucha, pues el considera el vicio bajó sus verdaderos colores, no tiene ya la menor atracción para el, y así, el sufrimiento en el plano astral que una vez le pareció, y era tan terrible, ha sido en realidad una bendición disfrazada, ya que mediante el pudo capacitarse para obtener esta inmensa victoria moral, para tomar este paso decidido en el sendero de la evolución; por lo cual parece no haber otro método mejor que el sufrimiento para poder alcanzar tan espléndidos resultados.


PREG. — Si no hay infierno ¿cómo explica usted la doctrina cristiana de "salvación"?

RESP. — La salvación, del latín “Salvus" (Salvo) no quiere decir escapar de una condenación eterna o de un infierno mítico. Ser salvo significa, realmente, quedar del lado derecho cuando tenga lugar cierta división de la raza humana en el futuro, en el "Día del Juicio" ya mencionado; tal división ha sido descrita como una separación entre las cabras y las ovejas, entre los "salvados" y los "condenados". En el esquema evolutivo de Dios no cabe lugar para la idea de algo "perdido", ya que Dios deseará que todos evolucionemos y ciertamente todos tendremos que hacerlo. Pero la cuestión radica en si nos hubimos individualizado lo suficientemente a tiempo, y también en si nos decidiremos a ir voluntariamente a lo largo del sendero de la evolución, o bien si ocasionaremos a otros y a nosotros gran suma de sufrimientos al tratar de resistir a la guía Divina.

Tal es el único significado de la salvación, a saber que un ser esté seguro de salir con bien en aquel futuro juicio, a la hora de juzgar si él se halla o no listo para pasar a un mundo superior y más evolucionado. Si no lo está, quedará separado esperando la próxima oleada de evolución; como el niño de la escuela ya mencionado antes, que por no estar todavía al nivel de su grado no puede pasar a una clase superior con sus camaradas, sino que habrá de esperar hasta el año siguiente para repetir la misma labor.

Por lo que hace al progreso, que se nos ha señalado en esta cadena particular de mundos, de ninguna manera estamos ya, la gran mayoría de nosotros, lo que técnicamente podría llamarse "salvos". Llegaremos a esa anhelada posición solamente cuando seamos miembros de la "Gran Fraternidad Blanca", que dura de eternidad a eternidad; esto es, cuando pasemos por la primera Gran Iniciación.

Quienes estén familiarizados con la enseñanza cristiana recordarán cómo el gran iniciado San Pablo indicó que la intención de la religión cristiana era provocar el nacimiento del Cristo dentro de cada creyente individual; y que el "Niño Dios", así nacido en el espíritu humano, creciera y se desarrollara hasta que el hombre alcanza la estatura del Cristo. Dentro de cada uno de nosotros hay un principio "Crístico" el cual dormita aun en la mayor parte de la humanidad, pero puede ser despertado, y el despertar de tal principio Crístico es el nacimiento del Cristo dentro del corazón de cada hombre. Leemos en las Escrituras Cristianas: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria"; y la presencia de aquel principio Crístico dentro de cada corazón, es lo que da la esperanza de gloria a toda alma humana. Tal principio está íntimamente relacionado con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, aquel "Hijo de Dios" que tomó carne, que descendió al mundo y que llegó a ser parte de nosotros a fin de que, mediante El, pudiésemos elevamos a mayor gloria. Sin aquel principio Crístico, sin duda estaríamos perdidos y es necesaria la creencia en ese verdadero Cristo para la salvación. Ya lo dijo en el Siglo XVII Ángelus Silcisíus:

""Aunque Cristo naciera cada año, en Belén, si nunca naciere dentro de ti estarías perdido para siempre; y si dentro de ti no surgiere de nuevo, ni la Cruz del Gólgota podrá salvarte del dolor". Y esta creencia, la certeza de que el poder de Cristo esta dentro de cada uno de nosotros, es la que nos capacitara para alcanzar aquella etapa de salvación, para vivir la vida que debemos vivir. Y en este sentido se dice con verdad que la Creencia en el Cristo es necesaria. Dará la salvación; pero es en el Cristo que se halla dentro de nosotros mismos en el que debemos creer. La creencia en la mera leyenda de una vida vivida por el Cristo en el plano físico, de ninguna manera puede afectar nuestro futuro; lo que nos salvara, nos ayudará y nos fortalecerá en nuestro sendero, es el conocimiento de la Divinidad dentro del hombre y su poder para responder a La Divinidad fuera de él.

"Todos nosotros podemos ser Salvadores del Mundo, si creemos en La Divinidad que mora en nosotros y le rendimos culto".

El nacimiento del Cristo dentro del corazón del hombre es una cosa muy real. En este sentido podemos verdaderamente afirmar que el Cristo es el salvador del Mundo, pues entonces solamente es cuando el hombre puede alcanzar lo que Dios quiere que alcance, y al entrar conscientemente en la gloria y en la plenitud del Cristo mismo, hacer una realidad del Dios que lleva en sí.

Por tanto, para escapar de nacimientos y muertes que se repiten, es necesario el desarrollo del principio Crístico dentro de nosotros. A medida que se desenvuelve aquel principio, nos damos cuenta de que nuestra separada conciencia no es otra cosa que una ilusión; de que todos somos uno en Dios. Y a medida que nos damos cuenta de la paternidad de Dios, comprendemos también la realidad de la fraternidad del hombre.

El despertar del principio Crístico se denomina también la adquisición de la conciencia Búdica. Los Santos, en sus momentos de éxtasis, tocan inconscientemente la gloria de aquella maravillosa conciencia y se dan cuenta del Cristo dentro de sí; pero hay otros que, deliberada y científicamente, se proponen alcanzar este esplendor, y entran con toda conciencia en la gloria y plenitud del Cristo, haciendo, de Dios una realidad en si mismos, porque ellos son, conscientemente, parte de aquel Dios. He ahí el verdadero nacimiento del Cristo dentro del corazón del hombre. El hombre verdadero, siendo una chispa de La Divina Llama, ya es divino y no necesita salvación. Todo lo qué necesita es la capacidad de hacerse real a sí mismo, en todos los mundos y en todos los niveles posibles, para ser un canal de aquel Deífico poder, en el cumplimiento del Plan Divino.

Entre las naciones orientales, la palabra Salvación implica la idea de escapar del sufrimiento y del mal, de adquirir la condición de estar salvo, esto es, evitar las repetidas encarnaciones, eludir la rueda de nacimientos y muertes, lo que las Escuelas Órficas en el Siglo VI antes de Cristo llamaron "el Círculo de Generación", lo que los Budistas llaman "Sansára" o La Rueda de la Vida....... continuará


2 comentarios:

José Lara dijo...

A lo largo de los capítulos que voy leyendo encuentro en ellos todo un cántico a la inmaterialidad, una negación de esa parte "densa", despreciable, que está en nosotros y que creo que tiene toda una función interesante para el deasarrolo del espíritu, es más, creo que el vivir gozando de nuestra materialidad, de una forma determinada , por supuesto, sin excesos que el mismo cuerpo paga, nos hace más libres de la esclavitud material, nos descargamos de ella y nos abre los ojos a nuestro interior, insisto en que siempre que se haga de una manera determinada. Creo que el cuerpo interviene en la elaboración de sentimientos y varios de ellos tienen que ver con la paz espiritual, el crecimiento interior y por supuesto el amor.

Pilar (con su Ángel) dijo...

Hola Filósofo.
Claro que es un cántico a la inmaterialidad,
pero sin olvidarse que para llegar a ese estado, para nosotros maravilloso, es necesario la materialidad, ya que sin ella seria imposible alcanzar los estados superiores de vibración, que se alcanzan al ir adquieriendo conocimiento de todo lo existente, y que te va ha dar la consciencia,con la que asu vez se adquiere vibración que te permitirá vivir en estados concienciales muy superiores, y en realidades para el hombre actual (normal),imposibles de comprender. No obstante a lo que dices de los excesos en vivir una vida material, y que el cuerpo paga, no es otra cosa que la aplicación de una de las leyes fundamentales del Universo, La ley de Causa y Efecto, o ley del Karma.Toda vida que se ralice dentro de unos parámetros que nos lleve al conocimiento, siempre nos va a llevar a liberarnos de nuestra materialidad, por lo menos de ese grado de "dependencia" cuando pensamos que sólo existe lo que vemos en el exterior, sin pensar en nuestro interior, que en realiad es nuestro Yo Superior. Desde aquí te invitamos a que leas en este blog, "El Maestro....eres Tú.