viernes, 1 de agosto de 2008

MÚSICA Y VIBRACIÓN FUNDAMENTALES PARA NUESTRO EQUILIBRIO


La metafísica nos dice que somos un microcosmos del universo. Eso significa que en nuestro interior poseemos hasta cierto punto todas las energías. En nuestros cuerpos físicos y sutiles radican todas las vibraciones de energía inherentes al universo. Esta vibración puede ser a la vez física y no física, implicando energías tangibles e intangibles. La mayoría de los seres humanos consideran que es más fácil percibir la naturaleza física de una vibración, que es más definible y tangible, como las cadencias en el aire a partir del sonido u otras fuentes. Pero las vibraciones que no son sensiblemente físicas también nos afectan y las notamos cuando se agudizan las percepciones.

Podemos estimular un gran número de vibraciones por simpatía en el interior de nuestro cuerpo y de nuestra mente aprendiendo a dirigir y controlar nuestra voz y utilizando ciertos instrumentos musicales, tono y clases de música. Donde hay desequilibrio, podemos utilizar el sonido dirigido para volver a los parámetros normales. Poseemos la capacidad de hacer resonar toda vibración de sonido o responder a ella, ya sea positiva o negativa. Debemos mantenernos alerta a los sonidos de nuestro entorno y fortalecer nuestras energías a fin de que sólo se filtren en nuestro campo de energía los sonidos beneficiosos.

Para que se transmita una vibración resonante hacen falta tres condiciones: Primero, debe haber una fuente de energía vibrante original, que puede ser el pensamiento, los sonidos, colores, instrumentos musicales o voces. Segundo, debe existir un medio de transmisión; para los humanos, el aire es el transmisor más corriente, en el que el movimiento vibrante pasa de una molécula de aire a otra en forma sucesiva. El oído humano puede captar entre 16 y 20.000 vibraciones por segundo. No obstante, el cuerpo humano puede seguir notando pulsaciones que no se oyen. Aquellos que han desarrollado la capacidad psíquica de la clariaudiencia han aumentado su propia energía para captar incluso índices de vibración superiores. Tercero, tiene que haber un receptor de la vibración, que reciba y responda a la vibración emitida. Todo nuestro cuerpo funciona como una caja de resonancia con la capacidad de responder a múltiples vibraciones; esta recepción y respuesta puede darse por simpatía o de manera forzada.

La vibración por simpatía (resonancia) se produce cuando dos o más cuerpos tienen unas frecuencias de vibración similares o idénticas que las hacen compatibles. El factor más importante en la resonancia por simpatía es la disponibilidad de la persona a responder de una manera específica. Esto nos revela mucho sobre las relaciones que establecemos, y esclarece el axioma oculto: “Cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece”. A través de la resonancia por simpatía se establece la relación de grupo y los individuos responden a las energías de los demás. A causa de esta cualidad, enseñar será simplemente ayudar a alguien a tomar consciencia de lo que ya sabe. En los grupos que se juntan con un objetivo concreto, tal objetivo constituye el medio para establecer la resonancia por simpatía entre los participantes del grupo.

La resonancia forzada se produce cuando dos sistemas de energía poseen frecuencias distintas, y la vibración más potente se transmite al otro por medio de la fuerza. Esto tiene aspectos positivos y negativos (los principios del sonido son neutrales y sólo su aplicación determina la “bondad” o “maldad” inherentes). Como resultado de una resonancia forzada pueden producirse distintas formas y manifestaciones de magia negra y abuso del poder de la mente. Muchos se ven atrapados en esta práctica por su impresionante fuerza. También a causa de la resonancia forzada se dan fenómenos como los de la influencia mutua. La fuerza o energía combinadas del grupo arrolla la energía de uno de los individuos y lo fuerza hacia la resonancia con todo el grupo. Pero la resonancia forzada, bien comprendida y correctamente usada, puede utilizarse para superar estados de desequilibrio en el cuerpo y para conseguir que distintos órganos y sistemas vuelvan a su funcionamiento normal. Para destruir pautas de energía negativa limitadora pueden utilizarse tonos altos. Pueden usarse también para crear una intensidad en el campo que lleve a una mejora global.

Estos aspectos de la resonancia nos ayudan a explicar los sentimientos de simpatía y antipatía que experimentamos con distintas personas. Cuando dos o más energías o realidades vibrantes se sincronizan o entran en resonancia mutua – por simpatía o por fuerza - se produce la transmisión. Las personas entran en fase, mezclándose y fusionándose en una combinada armonía de vibraciones. Es por esto que los grupos ocultos sólo poseen la fuerza de su miembro más débil. Cuando los sonidos influyen en el cuerpo humano, la resonancia puede tener efectos beneficiosos o perjudiciales. El cuerpo humano es bioeléctrico. Nuestros campos áureos constituyen campos de energía electromagnética que rodean nuestro cuerpo físico. Estamos constantemente emitiendo (aspecto eléctrico) y absorbiendo (aspecto magnético) energía. Siempre que establecemos una actuación recíproca con otra persona, se produce un intercambio de vibraciones de energía. A menos que aprendamos a reconocerlos y a despejar nuestros campos, acabaremos con problemas físicos, emocionales, mentales y espirituales. El poder secreto de la palabra en parte implica el control y la dirección de nuestra propia resonancia con otras energías, de ahí la importancia de que aprendamos a diferenciarlas.

El ritmo puede provocar cambios en los estados físicos, la melodía en los estados emocionales y mentales, y la armonía tiene la capacidad de elevar la consciencia al grado espiritual. Los cantos, mantrams, plegarias, canciones, narraciones, música y lenguaje utilizan el ritmo, la melodía y la armonía para alcanzar la unión de cuerpo, mente y espíritu. Prácticamente en todas las sociedades ha existido lo que se denomina “el canto de lo absoluto”, o la canción triple. A nivel numerológico, el tres es el gran número creativo. Es el número del artista, el músico, el poeta y el místico. Este canto triple utiliza tres aspectos del principio del sonido sagrado:

- Ritmo: a partir del cual nace todo el movimiento en el universo.

- Melodía: a partir de la cual nace la actuación recíproca entre lo divino y lo físico y nuestras interacciones con otras formas de vida.

- Armonía: a partir de la cual nace el auténtico poder espiritual que se manifiesta en el universo y en los seres humanos cuando se han armonizado las actuaciones recíprocas con todos los elementos de la vida.

El ritmo es el pulso de la vida y afecta todos los estados físicos. Puede utilizarse para restablecer las pulsaciones normales y saludables en una persona. Cuando nos exponemos a un ritmo regular y estable se desencadena una resonancia en los propios ritmos naturales del cuerpo. Los ritmos externos pueden activar una resonancia forzada y una transmisión de nuestros ritmos internos. Esto posee aplicaciones beneficiosas y perjudiciales. Determinados ritmos son anormales y pueden crear problemas. Pueden provocar que el ritmo cardíaco normal pase a un nivel perjudicial para la salud en el interior del cuerpo, como por ejemplo el anapesto, ritmo utilizado por los Rolling Stones en algunos trabajos de los años sesenta. Es también un ritmo empleado por ciertas bandas de rock, punk y heavy metal. Durante los sesenta se llevaron a cabo investigaciones al constatar que determinadas personas experimentaban problemas de respiración y arritmias en relación con la música. El latido normal del corazón sigue una pauta de “da-da/da-da/da-da”, y un ritmo anapéstico crea un ritmo cardíaco de “da-da-da/da-da-da”, que es lo opuesto al latido normal, pudiendo afectar a todas las funciones corporales. No es el único. Cualquier ritmo fuerte al que nos exponemos durante un período suficientemente largo crea un estado de excitación e hiperactividad en el interior del cuerpo a medida que entra en resonancia con él.

Los ritmos uniformes y dirigidos restablecen los ritmos corporales cuando éstos están desequilibrados. Las personas con dolencias cardíacas, por ejemplo, sacan un gran partido de la música barroca, que posee un ritmo tranquilizador y revitalizador de las pulsaciones del corazón, por lo que a menudo se lo utiliza en cirugía cardíaca. Su ritmo ayuda en la curación y el fortalecimiento del corazón. Las pautas rítmicas siempre han formado parte del ritual y la revitalización. Los ritmos puros, específicos, se asociaban a las ideas, experiencias y procesos fisiológicos definidos. Las pautas de golpeteo del tambor se refieren a las emociones y a la exploración de la consciencia interna. En distintas prácticas chamánicas se utiliza el toque del tambor para provocar un cambio en el estado de la consciencia o un trance. Quien participa en una de las citadas prácticas se concentra en el toque del tambor y lo sigue, como si montara en él para realizar un viaje mítico hacia un estado interior del ser. Ello proporciona acceso a niveles de consciencia normalmente inaccesibles. En el chamanismo, el tambor establece una suerte de puente que permite al chamán conectar con un estado de consciencia mágico.

En los procesos de curación, el ritmo (tambores, maracas, campanillas, gongs), puede conferir vigor y estimular nuestras energías primigenias básicas. Los ritmos, sobre todo los de instrumentos de percusión, activan el bazo y los centros básicos de los chakras corporales, que están vinculados a las funciones del sistema circulatorio, las suprarrenales y nuestra fuerza vital básica. Son también nuestros centros de sexualidad: la expresión física de nuestra espiritualidad vital dinámica.

El vudú no pretende ocultar o disimular su utilización del tambor para la estimulación de determinados tipos de energía. Muchos de sus rituales se utilizan para bloquear la mente racional, activar las energías sexuales y conseguir el trance. El incesante y rítmico tamborileo desencadena una forzada resonancia con sus energías. El ritmo estimula la energía física. El tamborileo puede constituir un medio para aumentar el fluido sanguíneo por todo el cuerpo. El ritmo puede acelerar o desacelerar los latidos del corazón así como el de todos los órganos vinculados. Así pues, era prácticamente impensable que un antiguo chamán, curandero o sanador no poseyera un tambor o instrumento para el ritmo. Según la síncopa o las pausas entre ritmos, pueden crearse distintos efectos fisiológicos. En los relatos chamánicos, se utiliza el tambor para que la audiencia resuene entre sí y con las energías de la historia que se relata. Como su compañero el tambor, las maracas constituyen uno de los instrumentos de curación más antiguos y pertenecen a la familia de la percusión. Desgraciadamente, a menudo se olvidan sus aspectos curativos excepto en el caso de las personas interesadas en el chamanismo o en los procesos de curación tradicionales de los nativos. El tambor posee una versatilidad de curación por medio de sus ritmos de la cual carecen otros instrumentos. Además es fácil de manejar y transportar.

Las maracas y sus ritmos poseen la capacidad de vincular el despertar de la consciencia con las energías del cosmos o los niveles de consciencia internos profundos, los que pueden liberar una mayor cantidad de energía y potencia para el proceso de purificación y curación. Las maracas son un instrumento de purificación.

Nosotros mismos somos un sistema de energía bioquímico/ electromagnético. Nuestros pensamientos y emociones activan distintas frecuencias de impulsos electromagnéticos que actúan recíprocamente con nuestra bioquímica. Los pensamientos y emociones negativos instauran unas pautas de energía inflexible en el seno de nuestros campos áureos (algo muy parecido a la imagen de estática de un aparato de televisión con una señal de recepción deficiente). Dichas pautas son desviaciones de las auténticas pautas y frecuencias de energía que nos son propias. Si no purificamos estos residuos de energía estática y negativa, se mancillará toda energía que fluya hacia el cuerpo físico y a través de él. El cuerpo etéreo constituye el filtro del físico, donde los chakras modifican las energías que entran al cuerpo físico y que salen de él, por lo que se debe mantener completamente limpios estos filtros. A diario establecemos contacto con gran cantidad de residuos de energía que pueden entrar en resonancia y adherirse a nuestra ropia energía, tal como los grifos acumulan minerales y residuos que impiden la libre circulación del agua. La maraca es un instrumento rítmico que nos permite desprendernos de cualquier residuo de energía que haya quedado en el fondo de nuestros filtros y centros de mediación naturales. Su proceso es simple y lo puede realizar cualquier persona aunque no tenga conocimientos musicales. Se agita la maraca describiendo un círculo alrededor del cuerpo. Su sonido rítmico ayuda a aflojar las pautas de energía inflexibles que se han acumulado en el cuerpo etéreo. Seguidamente se agita la maraca a la vez que se la mueve de arriba abajo en el punto central del cuerpo, en la parte frontal y en la posterior. Con ello se sueltan los residuos de energía que se hayan acumulado en los centros de los chakras o alrededor de éstos. Algunos curanderos realizan movimientos adicionales en cada chakra, pues como son los centros de mayor actividad electromagnética, son mucho más propensos a acumular restos de energía.

La melodía constituye el segundo aspecto de los tres que posee la canción: ritmo, melodía y armonía. A partir de la melodía aprendemos mucho sobre nuestras relaciones con las demás energías. Sin relación no hay melodía; un todo por sí solo no crea una melodía, la que se forma al situar un tono junto a otros. La melodía, recitada, cantada o interpretada con un instrumento, apacigua y altera los estados emocionales y mentales. Equilibra la tensión mental y también sirve para aliviar el dolor. ¿Quién no ha visto a una madre cantando o tarareando dulcemente junto al hijo que llora? (A menudo la madre mece al mismo tiempo al niño, restituyendo su ritmo sedante en su metabolismo). Al cantar junto al niño, la madre establece un vínculo entre sus energías y las del pequeño (relación), por medio del cual lo calma, y equilibra dolor y emoción. Es una forma de resonancia forzada sin tener consciencia de ello. Resulta muy beneficioso y terapéutico canturrear en voz baja una dulce melodía a lo largo del día al niño que todos llevamos dentro. Nos alivia la tensión y ayuda a mantener el equilibrio.

Cada melodía consta de tonos que nos afectan a varios niveles. Por ejemplo, de vuelta a casa al salir del trabajo, si cantamos para nuestros adentros una sencilla melodía de nuestra niñez, nos ayudará a purificar la energía desprendiéndonos de los residuos negativos que hayamos podido acumular en el trabajo. Uno de los mejores métodos para relajarse consiste en escuchar una melodía suave y sencilla; no es necesario mucho tiempo para que surta efecto. Lo comprenderemos perfectamente si en alguna ocasión hemos oído a alguien cantar un par de estrofas de la canción de cuna de Brahms a un niño. Quienes no crean que una sencilla melodía puede desencadenar tales efectos pueden ir mañana al trabajo tarareando o silbando alguna estrofa de Pop, Goes the Weasel. A media mañana nos sorprenderá el número de personas que está tarareando, cantando o silbando el mismo aire.

La armonía constituye el tercer aspecto de la canción. A través de ella vinculamos el poder de nuestra energía individual con la energía de lo divino. La armonía no sólo encierra los aspectos físicos, emocionales y mentales del sonido sagrado sino también el espiritual. En el campo de la curación, cuanto más simple sea la melodía mejor. Al igual que en la melodía, la relación de un tono con otro se refleja por medio de la armonía. Un acorde consta de dos o más notas que suenan simultáneamente o se arreglan de acuerdo con la armonía. Lo óptimo es interpretar el tono principal, así como un armónico más. De esta forma se consigue armonizar los tonos para crear una combinación de vibraciones y energía que no se conseguiría con un solo tono. Trabajando con armonías conseguimos la clave de la transformación. Por medio de ella llegaremos a alterar, transmutar, aumentar y disminuir, adaptar y cambiar nuestras energías y capacidades a todos los niveles. La armonía nos permite transmutar circunstancias de nuestro cuerpo físico y alterar nuestro estado de consciencia. Al igual que el alquimista, convertimos el plomo de nuestra vida en oro. Cuando encontramos las adecuadas combinaciones de tono, ritmo y armonía somos capaces de desencadenar una resonancia en el interior del cuerpo, mente o alma que nos permite corregir los desequilibrios y alcanzar estados de consciencia más elevados.

Dicho proceso se refleja en todos los aspectos de la vida. Se hace asimismo patente en el proceso de desdoblamiento psíquico. Mientras trabajamos para desarrollar una capacidad espiritual o un don psíquico, otros se abren de forma automática armonizando con el primero. Empiezan a revelársenos aquellas áreas de expresión compatibles con nuestro punto de concentración.

Podemos denominar a este proceso armonía espiritual.

A pesar de que nos referimos a los tres elementos de forma diferenciada, todos tienen múltiples funciones. El ritmo afecta básicamente a lo físico; la melodía afecta a las emociones y pensamientos así como al cuerpo, y la armonía nos afecta a todos los niveles: físico, emocional, mental y espiritual. Al aprender a utilizar cada uno de estos elementos por separado y luego combinados, damos inicio a la creación de la canción triple del absoluto. Aprendemos a modelar y dar forma a las energías por medio de sus combinaciones de una forma creativa y extraordinariamente mágica.

Ted Andrews

Extractado por Silvia Martínez de
Ted Andrews.- La Curación por la Música.
E
d. Martínez Roca S.A.

Fuente: http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=954