jueves, 27 de noviembre de 2008

EN EL CAMINO APRENDÍ ...


En el camino aprendí, que llegar alto no es crecer,
que mirar no siempre es ver, ni que escuchar es oír.
ni lamentarse es sentir, ni acostumbrarse es querer...

En el camino aprendí, que andar solo no es soledad
que cobardía no es paz, ni ser feliz sonreír.
Y que peor que mentir, es silenciar la verdad.

En el camino aprendí, que puede un sueño de amor
abrirse como una flor, y como esa flor morir,
pero en su breve existir, ser todo aroma y color.

En el camino aprendí que la humildad no es sumisión
la humildad es ese Don que se suele confundir:

NO ES LO MISMO SER SERVIL,
QUE SER UN BUEN SERVIDOR.

Cuando vayan mal las cosas, como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír,... aún teniendo que llorar.

Cuando el dolor te agobie y no puedas ya sufrir...

Descansar acaso debes, pero nunca desistir.

CUANDO TODO ESTÉ PEOR...
MÁS DEBEMOS INSISTIR.

Anónimo

sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE-Introducción

MORIR

Morir, no es cerrar los ojos
porque llega la noche final,
sino bajar los párpados
para no ser encandilado,
por la luz de un amanecer.

No es cruzar las manos
porque llegó el final de la tarea
sino descansarlas un poco,
porque pronto comienza
la tarea definitiva.

No es detener los pies
porque se acabó el camino,
sino darles un descanso
para estar en pie mañana,

No es callar la voz
porque llegó el silencio para siempre
sino darle su descanso
porque mañana hay
que amanecer cantando.

No es terminar el camino
en la oscuridad final,
sino cruzar el túnel
hacia la luz total.

No es sufrir la última desilusión,
porque todo acaba,
sino vivir la última esperanza,
porque todo empieza.

No es morirte para siempre,
sino comenzar a vivir
de otra manera.


De la muerte se ha escrito hasta la saciedad y se seguirá hablando, tal vez sea porque la única verdad que existe, después de nacer, es que tenemos que morir. ¿Que hay detrás de esta vida física? Eso es algo que todo ser humano se lo ha preguntado mas de una vez en el transcurso de su vida. Existen miles de libros que afirman responderla. ¿Quien tiene la verad? Las informaciones que tenemos al respecto, nos han llegado a través de las diferentes filosofías como la Griega, Romana, Egipcia u Oriental de esta última podemos destacar el libro Tibetano de la Vida y de la Muerte .Así mismo en su día y con gran éxito, el Dr. Raymond A. Moody recogió en varios libros las vivencias que habían tenido algunas personas que habían estado en el umbral de la muerte.

Parece ser, que al otro lado de la vida existen un sin fin de vivencias, que algunas personas, han contado cuando han regresado de esta experiencia, como por ejemplo:
  • Una paz y una dicha que se siente incluso durante una experiencia “penosa”.
  • La separación del cuerpo.
  • La entrada en una región oscura o túnel, para salir rápidamente hacia el cielo.
  • El encuentro con amigos y familiares difuntos, que están inmersos en una luz.
  • El descubrimiento de un ser superior.
  • El repaso de la vida de uno y la resistencia a volver al mundo de los vivos.

Cuando regresan, las personas que “murieron” no vuelven a ser las mismas. Viven la vida en su plenitud y creen que el AMOR Y EL CONOCIMIENTO son las cosas más importantes, ya que son las únicas cosas que uno se puede llevar.

El AMOR, porque es la “llave” con la que podemos abrir las diferentes “puertas” de los planos y subplanos superiores y el CONOCIMIENTO, que es lo que nos va hacer comprender en que situación nos encontramos, evitándonos angustias, malestar y sufrimientos.

Muchas personas no creen que exista otra forma de vida que la que tenemos en este plano físico, les diremos que, aunque respetamos su criterio, están equivocadas. La mayoría de los seres humanos no le da importancia a documentarse sobre la muerte, ignorando lo IMPORTANTE Y VITAL que es. Creemos que es importantísimo el tratar de documentarnos todo lo posible sobre las posibles realidades que puedan existir al “otro lado”, sobretodo por que el saber no ocupa lugar y si después de la muerte no existe nada, nada hemos perdido con documentarnos un poco. Pero, ¿Y si existe algo?, y por nuestra insistencia en negar otras posibilidades, nos rodeamos de angustias y sufrimientos que de otra forma hubiéramos evitado. Creemos que merece la pena, aunque para algunos sea “perder” el tiempo, aprender todo lo que podamos.

Una de las vivencias que cuentan aquellas personas que han regresado de una experiencia de “casi muerte” es que la vida de uno mismo se representa delante de nosotros sin omitir detalle por pequeño que sea. Esto es muy importante por varias razones, primero, nos va a permitir recordar todo aquello que hayamos aprendido en esta vida y de esta forma podamos poner en practica de acuerdo con nuestras necesidades y segundo el darnos cuenta del bien y del mal, de los aciertos y errores cometidos, sufriendo no solamente por el mal realizado, si no por las consecuencias que ese mal acarrearon, todo ello en aras de la propia evolución.

Mucha gente se dirá, ¿Como puede pasar delante de mi toda mi vida de 50, 60, 80 o más años en un instante? Es difícil de comprender, ya que estamos hablando de vivencias en un mundo no físico que no conocemos, donde no existe ni el tiempo ni el espacio. Nuestras energías sutiles que se liberan después de la muerte, se unen a los campos sutiles de la Naturaleza, donde están grabadas todas nuestras vivencias pasadas, presentes y futuras, algunos lo llaman Archivos Akásicos, los físicos cuánticos, campos de torsión, que están dentro de los vacíos, tanto primario como físico.

Como al principio decimos, mucho se ha hablado y escrito sobre que puede haber después de lo que llamamos muerte, tal vez sea por el secretismo y el tabú de que siempre ha estado rodeada, por las inquietudes que por ignorancia se tiene sobre este tema, ya que hablar, hablamos, pero como si no fuera con nosotros, como si la muerte fuese con el “vecino” y no con nosotros, y ya se sabe, la ignorancia es uno de los grandes males que más perjudican al ser humano y el tema en sí es muy controvertido ya que hablamos de un espacio-tiempo totalmente diferente e ignorado por la Humanidad. De ahí toda nuestra INSISTENCIA en que tratemos de prepararnos para la única verdad que existe después de nacer. ¿Verdad que es paradójico?

Hace tiempo una buena amiga, nos regalo un libro, que para nosotros es una joya, se titula Teosofía Explicada de P. Pavri, ya lo hemos mencionado en otros artículos, está descatalogado pero en Internet se encuentra. De este libro hemos extraído parte de lo que, en siguientes artículos, explicaremos sobre la vida después de la muerte. Es extensa y profunda su explicación, pero el tema lo merece, máxime cuando se quiere que el lector aprenda todo, repetimos todo lo referente al estudio de este tema tan CRUCIAL para el ser humano.

Ángel y Pilar

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (1ª parte)


Vamos a ir desmenuzando en los siguientes artículos este tema, que para nosotros creemos que no solamente es interesante sino entendemos que es VITAL su conocimiento. Tal vez no lo entendáis o creáis, pero si al menos lo leéis, aunque solo sea una sola vez, todo esto lo recordaréis cuando llegado el momento pase por delante de vosotros toda vuestra vida física y entonces comprenderéis lo importante de aquella lectura que hicisteis en este mundo físico.


PREG. — ¿Cuál es la ventaja de conocer, durante la vida, la condiciones en el más allá de la muerte? ¿Por qué debería un hombre preocupar su mente con estos asuntos, si está seguro de encontrar por si mismo la verdad de los hechos luego que muera?

RESP. — Este argumento es, en varios modos, defectuoso. No se toma en consideración el terror qué, debido a la ignorancia, ensombrece las vidas de tantos que mueren llenos de temor; ni las tristezas de la separación, ni la ansiedad que sienten los sobrevivientes respecto a la suerte que corran, luego de morir, los seres que les son queridos. El temor está inspirado no tanto por la expectación definida de algo terrorífico, sino por un confuso sentimiento de lo incierto, por el horror a un abismo de ociosidad. Quien así pregunta, ignora* también el hecho de que el hombre, después de la muerte, no se da cuenta inmediatamente de sus errores, y que, debido a su falta de capacidad para corregirlos a la luz de la verdad, frecuentemente habrá de sufrir mucho. El hombre ordinario, carente de conocimientos, está ligado en el astral por el "elemental deseo", del cual pronto se hablará; no comprende las posibilidades de la vida después de la muerte, y pierde así muchas oportunidades de servicio y de progreso.

Si bien las leyes de la naturaleza nos están llevando siempre consigo, sepámoslo o no, sin embargo, si lo sabemos, podemos cooperar con ellas con gran ventaja de nuestra parte. Esto no podríamos hacerlo estando en las tinieblas de la ignorancia. Saber, es como caminar a plena luz; y comprender las leyes de la naturaleza es adquirir el poder de acelerar nuestra evolución, aprovechándonos de aquellas Leyes que apresuran nuestro crecimiento y evitando la acción de aquellas otras que lo retardarían.

Por lo demás, ya con el conocimiento de la existencia allende la muerte, un hombre se da cuenta de la verdadera proporción que existe entre el fragmento físico de la vida y el resto de ella, por lo cual no pierde su tiempo en trabajar solamente para el período físico, que es como la décima o la vigésima parte de toda una vida entre dos encarnaciones. Igualmente, cuando el hombre (llega a lo que se llama el mundo astral, después de la muerte, no se siente alarmado, puesto que comprende las condiciones de su ambiente y sabe cuál es la mejor manera de trabajar en ellas, y así, lo hace con valor y confianza.

Aún el hombre que hubiere escuchado las verdades teosóficas tan sólo en una conferencia, al encontrarse en el mundo del más allá de la muerte, se dará cuenta de la exactitud general de las enseñanzas, y tratara de recordar las recomendaciones que escuchó acerca de la conducta que debe seguirse, y, teniendo por lo menos un punto de contacto con lo conocido, puede evitarse mucho del malestar, turbación y temor que sienten otros que se hallan en completa ignorancia. Pero la mayor de las ventajas de tal conocimiento es que él se sienta con suficiente fortaleza para tender una mano de ayuda a otros y generar así buen karma para él.


PREG. — Según eso ¿qué sucede a un hombre al otro lado de la muerte?

RESP. — Para conocer esto, deberíamos comprender exactamente qué es la muerte. Hay una gran cantidad de pesar por completo innecesario, de terror y de angustia que la humanidad, como un todo, ha sufrido y sufre aún, a causa de la ignorancia y de la superstición acerca de la muerte que ella considera como un salto formidable y terrible hacia un abismo desconocido.

En un principio, la muerte no es más que desechar el cuerpo físico, la vestidura externa del Ego o sea del hombre real, el cual continúa entonces viviendo en su cuerpo astral hasta que se agote la fuerza generada durante su vida terrestre por sus emociones y pasiones. Entonces tiene lugar una segunda muerte y al separarse el cuerpo astral del hombre, se encuentra éste en su cuerpo mental, en lo que se llama él mundo celeste. Y tiene que permanecer allí hasta que se agote la fuerza de los pensamientos in egoístas que hubiere engendrado durante sus vidas física y astral. Desechando también este tercer cuerpo, el hombre permanece por algún tiempo como un Ego, en su propio mundo, en el cuerpo causal, antes de retomar la encarnación.

Y así la muerte no es otra cosa que nacer en otra región; es un proceso repetido de quitarse vestiduras, pues el hombre inmortal sacude de sí, una tras otra, las envolturas externas para pasar a un estado superior de conciencia.


PREG. — ¿Cómo se separa de su vehículo físico el hombre real?

RESP. — Durante el lento proceso de morir, el doble etéreo llevando consigo, a Prana y a los principios superiores, va deslizándose fuera del cuerpo denso, al cual queda conectado por un hilo magnético. En el momento solemne de la muerte, aunque esta sea repentina, la vida pasada desfila rápidamente en revista ante el Ego, hecho del que han dado testimonio aquellos a quienes se ha salvado por ejemplo, de ahogarse. El Ego revive entonces toda su vida en estos pocos segundos antes de la muerte, cuando la personalidad, unificándose con el Ego ómhiciente y pasando revista a la vida entera que desfila ante él en sus más mínimos detalles, ¿con la cadena completa de causas y efectos, se contempla ya sin el engaño del “yo” y comprende el propósito de la vida. Por consiguiente durante el lento proceso del morir, debería observarse en la habitación del moribundo una extrema quietud y control de sí a fin de no perturbar al Ego que está absorto en la contemplación de su vida pasada; y no debería permitirse ningún llanto ni lamentación que implique la idea de una egoísta pérdida personal.

Lentamente el hombre se retira así del cuerpo físico, envuelto en el doble etéreo color gris violeta, hasta que el hilo magnético se rompe. Entonces, se sume él, en una pacífica inconciencia mientras el doble etéreo flota sobre el cuerpo denso.

Los actos de morir y entregarse al sueño son similares, excepto en muy pocos detalles. En ambos casos, el hombre se desliza fuera del cuerpo físico. Cuando se entrega al sueño, deja al cuerpo etéreo con la envoltura física sobre el lecho y él se separa dentro de su cuerpo astral. Aquel se conserva con vida por las corrientes de vitalidad que fluyen a través de ambos; pero, a la hora de morir, él retira también consigo el doble etéreo, y como tal doble no es un vehículo, el hombre, preso en él, generalmente permanece inconsciente, a lo menos por unos momentos, y no puede funcionar ni en el mundo físico ni en el astral.

Después de algún tiempo, el cual varía desde unos pocos momentos hasta unas cuantas horas, días y aún semanas, (pero ordinariamente en unas treinta y seis horas), los cinco principios superiores se desenlazan del doble etéreo sacudiéndolo como antes fuera sacudido el cuerpo denso, dejándolo insensible como un cadáver. Prana, habiendo perdido así su vehículo, regresa al gran repositorio de vida universal, así como el agua contenida en una vasija que se arroja al mar, se mezclará con el agua del océano si la vasija se rompe. El hombre queda ahora residiendo en su cuerpo astral, listo para la vida astral.


PREG. — Habla usted de sumirse en una pacífica inconsciencia, pero, ¿Acaso no hay muchos seres que sufren terriblemente al momento de morir?

RESP. — Las agonías de la muerte y las luchas finales generalmente son tan sólo movimientos espasmódicos del cuerpo físico, después que el Ego consciente lo ha dejado. En casi todos los casos, el instante de morir es perfectamente indoloro, aún cuando haya habido largos y tremendos sufrimientos durante la enfermedad. Y esto se demuestra por la apacible expresión que tan a menudo aparece sobre la faz después de la muerte, así como por el testimonio directo de muchos de aquellos a quienes se les ha hecho esta pregunta inmediatamente después que murieron.


PREG. — ¿Qué sucede con el doble etéreo ya separado después de la muerte?

RESP. — El cuerpo físico, ya abandonado al desenfreno de las innumerables, vidas que previamente estaban mantenidas en cohesión por Prana que actuaba a través del doble etéreo, comienza a decaer y sus partículas pasan a formar otras combinaciones a medida que sus células y moléculas se desintegran; permaneciendo el doble etéreo cerca de su contraparte física participando del mismo destino por pocas semanas o meses, precisamente por la misma razón, a saber, que la fuerza coordinadora de Prana se está retirando de el. Sin embargo, no debe suponerse que estas dos desintegraciones dependen una de otra. Los clarividentes ven en los cementerios estos espectros etéreos flotando sobre las tumbas, en dónde fueron enterrados los cuerpos físicos, y presentando a veces mucha semejanza al cuerpo denso, y otras una apariencia de neblinas o luces violáceas. Es conveniente por muchas razones quemar los cadáveres y no sepultarlos.


PREG. — ¿Por qué es preferible la cremación: al enterramiento?

RESP. — Hay varias razones para ello.

I. — Nada de lo que ordinariamente se hace al cadáver físico debe causar molestia alguna al hombre real que ya vive en el plano astral, si bien a veces la ocasiona debido a su ignorancia e insensatez. La duración de la estancia de un hombre en el mundo astral después de la muerte, depende de dos factores: La naturaleza de su vida física pasada y su actitud mental después de la muerte. Durante su vida terrenal él afectó la construcción de su cuerpo astral, directamente, mediante sus pasiones y emociones, e indirectamente, desde la parte superior, por la acción refleja de sus pensamientos; y desde la parte inferior, por la de todos los detalles de su vida física, (su continencia o su libertinaje, su alimentación y su bebida, etc.) Si por haber persistido en las malas pasiones y deseos durante la vida terrestre, creó para sí un tosco vehículo astral, se encontrará, después de la muerte, atado al plano astral durante el dilatado y gradual proceso de la desintegración de aquel cuerpo. Por otra parte, si por haber vivido decentemente, se construyó él un vehículo compuesto en su mayor parte de materiales finos, tendrá muy pocas pesadumbres después de la muerte y pasará con suma rapidez a través del plano astral. Esto es generalmente comprendido, pero parece que a menudo se olvida el segundo gran factor, su actitud mental después de la muerte.

Lo importante para él es darse cuenta de que en esta etapa se está alejando firmemente hacia el mundo del verdadero Ego, y que su preocupación debe ser desprender sus pensamientos, lo más que le sea posible, de las cosas físicas y fijar su atención más y más en los asuntos espirituales que posteriormente lo ocuparán en los niveles Devachánicos. Haciéndolo así, facilitará en gran manera la natural desintegración astral y evitara el error común de detenerse innecesariamente en los niveles inferiores de aquel plano.

Sin embargo, muchos seres sencillamente rehúsan tomar sus pensamientos hacia lo elevado; los asuntos terrenales fueron los únicos por los cuales tuvieron algún interés vital y así se aferran a ellos con desesperada tenacidad, aún después de la muerte. Por supuesto, la impetuosa fuerza de la evolución llega a ser demasiado potente para ellos y se ven arrollados por su corriente benéfica; empero, ellos luchan a cada paso, y se resisten, causándose no tan sólo molestias y sufrimientos innecesarios, sino también una seria demora en su progreso ascendente. Ahora bien, en esta ignorante oposición a la voluntad cósmica, un hombre se ayuda mucho por la posesión de su cadáver físico, como si éste fuese una especie de punto de apoyo en el plano físico. Se encuentra, naturalmente, en íntima relación con él, y sí fuese tan necio para desear hacerlo así, podría usar su cadáver como un ancla que lo retuviese firmemente adherido a los niveles inferiores hasta que la descomposición llegase a ser muy avanzada.

Y así, aunque ni el enterramiento ni el embalsamamiento de un cadáver pueda forzar en manera alguna al Ego al cual perteneció, a prolongar su estancia en el mundo astral en contra de su voluntad, cualquiera de estas causas, es una positiva tentación que el tiene para detenerse, y le facilitaría el hacerlo si él ignorantemente lo deseara. Por tanto, la incineración libra al hombre de sí mismo en este asunto, pues cuando su cuerpo ha sido desintegrado de esa manera, sus naves fueron, literalmente, quemadas tras de sí; y su poder de retroceso disminuyó grandemente.

II. — Ya sea que el cuerpo denso fuere quemado, ó que se le permita agotarse lentamente en la repulsiva manera habitual, o que fuere preservado indefinidamente como una momia Egipcia, el doble etéreo prosigue su propio curso de lenta desintegración, sin ser afectado por; aquellos procedimientos; empero, la cremación es de aconsejarse desde el punto de vista sanitario, puesto que evita muchos peligros a los seres vivientes, por la rápida disociación de los remanentes físicos.

III. — La cremación impide por completo cualquier intento de una reunión parcial e innatural de los principios por la galvanización del cadáver etérico, en las proximidades del cuerpo denso inmediatamente después de la muerte, o en la sepultura aún después del enterramiento.

IV. — La cremación impide enteramente cualquier esfuerzo de hacer un mal uso del cadáver con el propósito de los horripilantes ritos de la Magia Negra, cosa que tan seriamente afecta la condición del hombre en el plano astral.......... continuará.


LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (2ª parte)

PREG. — Entonces ¿qué sucede al hombre en su cuerpo deseos o astral, después que ha sacudido de sí el doble etéreo y se ha separado de Prana (energía vital)?

RESP. — Cuando se abandona el cuerpo físico a la hora de morir, comienza a desarreglarse todo el orden de las envolturas de la personalidad, y el cuerpo astral empieza a desintegrarse. De esto se da cuenta instintivamente el elemental deseo, la vaga conciencia corporal del cuerpo astral y se atemoriza en el acto. Teme perder aquella habitación que lo capacita a mantenerse separado del resto, dándole así una oportunidad inusitada para el progreso, y teme que la desaparición final del cuerpo astral ponga término a su propia vida (elemental) como entidad separada; por lo cual inmediatamente se pone en obra para protegerse por medio de un método muy ingenioso. La materia del cuerpo astral es mucho más fluida que la del físico, y el elemental, aferrándose a sus partículas, las ajusta otra vez de tal suerte que este nuevo arreglo del cuerpo astral pueda resistir a toda usurpación, fricción o desintegración, tanto cuanto lo permita su constitución, reteniendo, por consiguiente, su forma lo más que le es posible. Durante la vida terrenal, las distintas clases de materia astral se entremezclan para la formación del cuerpo de deseos o cuerpo astral, pero el reajuste consiste en la separación de sus materiales, de acuerdo con su densidad, en una serie de siete cascarones concéntricos, el más fino en el centro y el más denso en la periferia, constituido cada cascarón por la materia de cada subplano.


PREG. — ¿Cómo puede afectar al muerto este reajuste que hace el elemental deseo?

RESP. — El cuerpo físico adquiere información del exterior por medio de ciertos órganos que se han especializado como instrumentos de sus sentidos. Pero el cuerpo astral no tiene órganos separados y lo que en el cuerpo astral corresponde a la vista es el poder que tienen sus moléculas para responder a impactos del exterior que les llegan de moléculas similares, de tal manera que un hombre podrá percibir un objeto astral, de materia de una subdivisión particular, solamente que existan en la superficie de su cuerpo astral, partículas que pertenezcan a tal subdivisión. Durante la vida física se mezclan en su cuerpo todas las siete clases de materia astral y están en movimiento continuo como las partículas de agua hirviente. En cualquier momento dado se hallan representadas, en la superficie de su cuerpo astral, partículas de todas las variedades, y por consiguiente cuando él se halla funcionando en aquel cuerpo, durante el sueño, puede ver cualquier objeto astral de la materia de cualquier subdivisión; pero debido al reajuste de la materia de su cuerpo astral en estratos concéntricos, que ignorantemente, permitió él a su elemental astral fabricar después de la muerte, se halla confinado a un subplano en un solo tiempo, es decir, su conciencia recibe impresiones tan sólo mediante un tipo de materia, y así obtiene una vista extremadamente parcial del mundo en el cual se encuentra.

Teniendo en la superficie de su cuerpo astral solamente las partículas más ínfimas y groseras, únicamente puede percibir impresiones de las correspondientes partículas externas. Pero, siendo las vibraciones de tal materia densa, expresiones tan sólo de sentimientos y emociones indeseables, y de la menos refinada clase de entidades astrales, él solamente puede darse cuenta de aquella inferior variedad de materia astral que corresponde a la sólida aquí abajo, y ver solamente los habitantes indeseables del mundo astral, y sentir solamente sus más desagradables y vulgares influencias. Los demás hombres que le rodean y que son de un carácter común y corriente, le parecerán monstruos de vicio, ya que tan sólo puede ver y sentir únicamente, lo más bajo y vil de ellos. Aún sus amigos, los que murieron pocos años antes y han transferido ya su conciencia a los niveles superiores le parecen peores de lo que él esperaba, porque ahora es incapaz de apreciar cualquiera de sus buenas cualidades. Bajo tales circunstancias, no es de extrañar que él considere al mundo astral como un infierno; sin embargo, de ninguna manera es de atribuir la culpa al mundo astral sino a él mismo, primeramente por haber consentido dentro de sí tanta cantidad de aquel más rudo tipo de materia astral; y segundo, por permitir que lo domine aquélla vaga conciencia astral y que reajuste su materia astral a su manera particular.

Con el transcurso del tiempo, pasará a los subplanos superiores, uno tras otro, a medida que se desgaste cada una de las cubiertas concéntricas; pero la vida astral del hombre se prolonga así indebidamente, retardando el progreso del alma.


PREG.— Dijo usted que el permitir ese reajuste es un resultado de la ignorancia; entonces ¿puede un hombre impedirlo y, evitándose el quedar confinado a los subplanos inferiores, uno tras otro, de abajo arriba retener su capacidad de mirar cualquier objeto astral de la materia de cualquier subplano?

RESP.— Durante su vida pudo él rehusar, la satisfacción a sus bajos deseos, reemplazar todas las partículas burdas por otras más finas y elevadas, cambiando así la materia astral dentro de sí, construyéndose un elemental astral de tipo superior.

Además, como el hombre ordinario no tiene conocimiento de estas cosas, acepta pasivamente el reajuste después de la muerte, especialmente a causa de que el elemental deseo le trasmite su propio temor de un indescriptible peligro de destrucción; pero el hombre debería sencillamente resistir aquella irrazonable sensación de temor por medio de una serena aserción de conocimiento, y, oponiéndose al reajuste que lo retendría en un solo subplano, debería insistir en mantener abiertas también sus comunicaciones con los niveles astrales superiores. Y así podrá escapar de la esclavitud del elemental deseo quebrantando lenta pero firmemente su resistencia; y encontrándose entonces prácticamente en igual posición a aquella en la que estaba acostumbrado a funcionar durante su vida terrestre, podrá capacitarse para actuar libremente y para retener su poder de mirar todo lo del mundo astral como lo hacía antes, y no solamente la parte más baja y repugnante del mismo. Y entonces podrá también ayudar a sus amigos enseñándoles la manera de liberarse a sí mismos. El hábito de volver los pensamientos hacia lo interno en la meditación, y la práctica de dirigir las emociones por la voluntad y el intelecto, previenen asimismo este "encorchamiento" que no es frecuente entre los seres que han sabido controlarse.


PREG. — ¿Cuál es, pues, el estado de un hombre ordinario en Kamaloka o mundo astral, inmediatamente después de la muerte?

RESP. — Al encontrarse un hombre libre ya de su doble etéreo, no es seguro que llegue desde luego a ser consciente del mundo astral, especialmente si murió súbitamente. Porque el retiene consigo una buena cantidad de la clase inferior de materia astral, y de día puede fabricarse un cascarón a su alrededor. Con todo, si oportunamente hubiere aprendido a mantener a raya los deseos sensuales de varias clases, su conciencia ya no estará acostumbrada a funcionar mediante tal materia. En el cuerpo astral reajustado, tal materia se congregará al exterior y por consiguiente será el único canal abierto a las impresiones extremas. No estando acostumbrado a recibir éste género de vibraciones, el hombre no puede desarrollar ahora, de pronto, el poder de funcionar conscientemente mediante el y permanecerá, por tanto, inconsciente de todo lo desagradable de aquel ínfimo subplano, hasta que aquella burda materia se desgaste gradualmente y salga a la superficie alguna porción de materia de la que estuviera él acostumbrado a usar. Tal oclusión, sin embargo, es raras veces completa, pues aun en el cascarón más bien hecho, algunas partículas de la materia más fina encuentran el modo de surgir a la superficie y trasmiten al ser fugaces destellos de su ambiente circundante.

Normalmente, un muerto es inconsciente hasta que se desembaraza del doble etéreo y así, cuando despierta a una nueva vida, tal Vida es la del mundo astral. Pero algunas personas, debido a la ignorancia, se aferran tan desesperadamente a la existencia física, que difícilmente soltarán su asimiento del doble etéreo después de la muerte. Sienten que, por lo menos, es aquel una especie de lazo con el único mundo que conocen. Lograrán retener así este contacto por algún tiempo, pero a costa de gran contrariedad para ellos mismos. Como el doble etéreo es tan sólo parte del vehículo físico y no un vehículo en sí, un cuerpo en el cual se vive y se funciona, tales seres no pueden adquirir un contacto pleno con el mundo de la vida terrestre ordinaria por falta de órganos físicos sensoriales, en tanto que tampoco son conscientes del mundo astral a causa de la costra de materia etérea que los rodea. Y así se hallan aislados de ambos mundos y se encuentran rodeados de una densa niebla gris, a través de la cual ven muy confusamente las cosas del mundo físico desprovistas de color o matiz. Luchando terriblemente por mantener su posición, vagan a la deriva en esta condición de soledad y desdicha hasta que, de tanto cansancio, llegan a soltar su presa y pasan a la relativa felicidad de la vida astral. A veces, en su desesperación, se aferran ciegamente a otros cuerpos, —a un cuerpo infantil y aún al cuerpo de un animal—, y tratan de entrar en ellos, y en ocasiones tienen éxito en tales atentados, si bien a costa de ulterior sufrimiento para ellos mismos en un próximo futuro. Todas estas desgracias y trastornos, que enteramente surgen de la ignorancia, jamás pueden acaecer a uno que entienda algo de las condiciones y leyes de la vida post-mortem.

Un hombre ordinario, al despertar en el plano astral después de la muerte, notará muy poca diferencia con aquello que le ha sido familiar en el mundo físico. El mundo astral se extiende a un poco menos de la distancia medía de la órbita de la luna y los tipos de materia de las diferentes subdivisiones se ínter penetran con perfecta libertad, siendo la tendencia general que la materia más densa se coloque hacia el centro, por lo cual si bien las varias subdivisiones no quedan una sobre otra como las cubiertas de una cebolla, el arreglo de la materia de aquellas subdivisiones participa algo de tal carácter.

El hombre que no ha permitido el reajuste de su cuerpo astral tiene libertad de tránsito por todo el mundo astral, y puede flotar en cualquier dirección a su voluntad, si bien generalmente permanece en la proximidad de aquello a lo cual se acostumbró, es decir en donde están sus intereses.

Además, la materia astral ínter penetra a la materia física como si ésta última no existiera; con todo, cada subdivisión de la materia física tiene una fuerte atracción por la materia astral de la subdivisión correspondiente. De aquí que cada cuerpo físico tenga su contraparte astral y que el muerto pueda, por consiguiente, percibir su casa, su cuarto, sus muebles, sus parientes y amigos. Los vivientes piensan del amigo muerto como si lo hubiesen perdido, pero aquel amigo, si bien incapacitado para ver los cuerpos físicos de los vivientes, ve sus cuerpos astrales, es decir, las contrapartes astrales correspondientes exactamente a los delineamientos de los cuerpos físicos, y así se da cuenta de la presencia de sus amigos, aunque no puede impresionarlos de ninguna manera cuando éstos se hallan despiertos, con su conciencia en el mundo físico, ni comunicarse con ellos ni leer sus pensamientos más elevados. También puede mirar sus emociones por el cambio de color en sus cuerpos astrales. Los amigos, igualmente, cuando están dormidos, son conscientes en el mundo astral y pueden comunicarse con sus muertos tan libremente como durante la vida física, si bien generalmente olvidan todo una vez despiertos.

La muerte no cambia a un hombre en manera alguna; éste sigue siendo el mismo en todo su aspecto, excepto en haber perdido su cuerpo físico. Sus pensamientos, deseos y emociones, son exactamente los mismas, y su felicidad o desgracia dependen del grado en que lo hubiere afectado la pérdida de su cuerpo físico. A menudo no cree él que está muerto, ya que mira sus antiguos objetos familiares y sus amigos alrededor de sí, pero empieza a darse cuenta de la realidad en cuanto ve que no siempre puede comunicarse con ellos. Les habla poco después de su muerte y parece como que ellos no lo oyen, trata de tocarlos, pero con sorpresa ve que no hace ninguna impresión en ellos. Durante algún tiempo trata de persuadirse de que está soñando, pero gradualmente descubre que, después de todo, ya murió. Entonces, por regla general, empiezan los muertos a sentirse decepcionados de las enseñanzas que recibieron. No comprenden donde se hallan o que les ha sucedido, ya que su situación no es la que esperaban desde el punto de vista ortodoxo. Como lo dijo un general Inglés al encontrarse en condición semejante: ¿Entonces, si estoy muerto, en dónde me hallo? Si este es el cielo, no me parece gran cosa. Y si es el infierno, está mejor de lo que yo esperaba.

Y así, a causa de esta infundada y blasfema teoría del fuego infernal, se ocasiona gran cantidad de inquietud y aún de agudo sufrimiento, por completo innecesario, ya que daña allende la tumba lo mismo que aquende ella; pero prontamente se encuentra el desencarnado con un protector astral o con algún otro muerto ya bien instruido y aprenderá por él que no hay causa alguna de temor y que hay una vida razonable que puede vivirse en este mundo nuevo, lo mismo que en el que abandonó.

Entonces descubre él, por grados, que hay mucho que es nuevo y mucho que tan sólo es contraparte de lo que ya conoce, pues en este mundo astral los pensamientos y los deseos se expresan en formas visibles, si bien están compuestos, en su mayor parte, de la materia más fina del plano. Esto se hace más y más patente a medida que avanza su vida astral y que él se va retirando más y más dentro de si mismo. A medida que el tiempo transcurre, presta menos y menos atención a la materia inferior que forma la contraparte de los objetos físicos, y se ocupa más y más de la materia superior de la cual se construyen las formas, mentales, esto es, hasta donde sea posible que las formas mentales aparezcan en el mundo astral; y así su vida se va transformando en una vida en el mundo del pensamiento y se desvanece de su horizonte la contraparte del mundo que él ha dejado tras de sí, no porque él haya cambiado de localidad en el espacio, sino, porque su interés ha cambiado de centro. Todavía persisten sus deseos, y las formas que lo rodean serán en gran parte la expresión de tales deseos, pero las felicidades o contrariedades de su nueva vida dependerán principalmente de la naturaleza de aquellos deseos.

Toda la vida astral después de la muerte es un proceso constante y firme de retrotraerse el Ego dentro de sí mismo, y cuando a su debido tiempo llega el alma al límite de aquel plano, muere para él de la misma manera que murió para el mundo físico, es decir, desecha el cuerpo de la materia, de aquel plano y lo deja tras de sí, pasando a una vida mas elevada y más plena en el mundo celeste. ................. continuará.


LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (3ª parte)


PREG. — ¿Cuáles son los alrededores en el mundo astral?

RESP. — En su mayoría la gente se construye allí sus propios alrededores. El mundo astral, se halla dividido en siete subdivisiones que se agrupan, en tres clases. Y contando desde la más elevada, las subdivisiones, 1, 2 y 3 forman una clase; las cuarta, quinta y sexta, otra clase; y la séptima sola la tercera clase. Como ya se explicó antes, aunque estas subdivisiones se ínter penetran libremente, la materia de las subdivisiones superiores se encuentra en su totalidad a una mayor elevación sobre la superficie de la tierra, que la masa de materia de las subdivisiones inferiores; por lo cual, si bien cualquier persona puede moverse en cualquier parte de aquel plano, su tendencia natural es flotar en el nivel que corresponde a la gravedad específica de la materia mas pesada de su cuerpo astral. Una persona que no haya permitido el reajuste en su cuerpo astral, puede flotar en cualquier región a voluntad, pero el hombre que consintió en tal reajuste se encuentra confinado a un nivel solamente, no porque no pueda elevarse a lo más alto, o sumirse en lo más denso, sino porque tan sólo está capacitado para sentir claramente lo de aquel subplano cuya materia esté, por entonces, en la parte externa de los cascarones concéntricos de su cuerpo astral.

El subplano inferior, o séptimo, el arrabal astral con su atmósfera lóbrega y deprimente, bajo la superficie de la tierra, es el más horrible y repulsivo y está poblado por la escoria de la humanidad, asesinos, rufianes, borrachos, libertinos, etc., flotando en la oscuridad y separados de los demás muertos, si bien son allí conscientes solamente los culpables de crímenes brutales, o de crueldad deliberada, o los poseídos por bajos apetitos. También se encuentran allí conscientes de un tipo generalmente mejor, por ejemplo, los suicidas que cometieron el asesinato de su cuerpo a fin de escapar al castigo merecido por su crimen.

Las subdivisiones cuarta, quinta y sexta pueden considerarse como el doble astral del plano físico. La gran mayoría de seres hacen cierta estancia en la sexta subdivisión, la cual es simplemente como la vida física menos el cuerpo físico y sus necesidades; en tanto que la quinta y la cuarta son meramente copias esterilizadas de la sexta, siendo allí la vida menos material.

Los niveles primero, segundo y tercero, si bien ocupan el mismo espacio, dan la idea de estar mucho más alejados del físico, puesto que los seres que allí habitan han perdido de vista la tierra y sus pertenencias, y se encuentran profundamente absortos en sí mismos. La tercera región es la "tierra estival o de promisión" de los espiritistas, en la cual los muertos, por el poder de sus pensamientos, dan forma a escuelas, iglesias y templos, casas y ciudades; o a bellos paisajes, como deleitosos jardines, encantadores lagos y magnificas montañas. Estas meramente son creaciones colectivas de pensamiento, pero la gente vive allí muy contenta por muchos años.

La segunda sección es el cielo material del ortodoxo ignorante; la residencia del religioso egoísta o falto de espiritualidad, que lleva en él su "corona de gloria" y adora la representación groseramente material, hechura suya, de la deidad particular de su tiempo y país. Es el delicioso "campo de caza" del piel roja: el "Valhalla" de los nórdicos; el "Paraíso lleno de huríes", del Mahometano; la "Nueva Jerusalén de las “puertas de oro”, del Cristiano; el cielo lleno de liceos y edificios del reformador materialista.

La región primera o superior, se halla ocupada por hombres y mujeres intelectuales, decididamente materialistas, o ansiosos de alcanzar, por los modos físicos de estudio, un conocimiento basado en egoísta ambición o en el placer de un ejercicio intelectual. Allí se encuentran muchos políticos, estadistas y hombres de ciencia.

La vida astral es el resultado de todos aquellos sentimientos que tienen en sí el elemento del "Yo". Si hubieren sido marcadamente egoístas, aportarán a su dueño condiciones de gran contrariedad en el mundo astral; si hubieren sido buenos y benévolos, aunque teñidos por pensamientos del "yo", le aportarán una vida astral relativamente agradable, pero aún limitada. En cambio, aquéllos pensamientos y sentimientos que hayan sido enteramente altruistas, producen su resultado en la vida del mundo mental; por consiguiente, tal vida en el mundo mental no puede producir más que bienaventuranza. La vida astral que el hombre ha hecho para sí, o llena de sufrimiento o relativamente gozosa, corresponde a lo que los cristianos llaman purgatorio; en tanto que la vida en él mental inferior, que siempre es por completo feliz, corresponde a lo que se llama “el cielo”.


PREG. — Entonces ¿no existe el infierno?

RESP. — No. El hombre fabrica para sí mismo su propio purgatorio o su cielo, que no son localidades, sino tan sólo estados de conciencia. No existe el infierno, que es tan sólo una ficción de la imaginación teológica. La creencia popular del cristiano en un fuego eterno y en un castigo sempiterno, no es más que una superstición peculiarmente perniciosa, enseñada por los monjes medievales. La única cosa que, desde el punto de vista cristiano, debería tener alguna importancia, es lo que el Mismo Cristo dijo acerca del particular. Hay en los Evangelios ocho pasajes en los cuales se supone que El mencionó un castigo eterno, y fácilmente se puede demostrar qué cada una de estas ocho citas nada tiene que ver con la idea popular que se les atribuye. Existe un libro llamado "SALVATOR MUNDI”, escrito por un clérigo Cristiano, el Padre Sandal Cox, que investiga muy cuidadosamente las palabras griegas originales de lo que se alega que dijo él Cristo, explicando lo que quiso significar, e indica las otras palabras que El debió haber usado, si hubiese hablado en griego, a fin de que encajaran en la interpretación popular. El no pudo significar lo que la gente generalmente piensa que dio a entender. Y eso demuestra que no hay una base racional para un castigo sempiterno, aparte de que el caso puede ser refutado desde muchos otros puntos de mira. Es fácil comprender que si hay un Dios, y que si El es un Padre amoroso, la crueldad de un castigo eterno, con su aparente injusticia, es absolutamente imposible.

Sin embargo, adviene un período en la evolución humana, el cual todavía dista millones de años, (el llamado Día del Juicio), cuando las almas jóvenes, o los seres, que tenazmente se hayan opuesto al progreso evolutivo, son puestas aparte no para un infierno perdurable, sino en una condición de animación relativamente suspendida, en la cual habrán de esperar el advenimiento de otro esquema de evolución que les ofrezca, en sus etapas primitivas, una oportunidad de adelanto mucho más en relación con los límites de sus débiles capacidades.

Tales seres quedan simplemente en la posición en que se hallaría un niño que no hubiere estado a la altura de sus compañeros de clase; no podrá trabajar en compañía de ellos cuando lleguen a la última, la más difícil parte del curso de estudios señalado para fin de año, por lo cual tendría que esperar hasta que, al empezar el próximo año escolar, otro grupo de niños empezara los mismos estudios que él no pudo seguir. Uniéndose a ellos y recorriendo así el mismo camino anterior podrá ahora sobrepasar con éxito las dificultades del sendero, a las cuales sucumbió anteriormente. He ahí todo lo que el asunto significa; podríamos llamarla una "condenación eónica", pues tal es la, verdadera traducción de las palabras que tan crasamente se malinterpretaron por "condenación eterna". De ningún modo es una damnación ni siquiera una condenación en algún mal sentido; sencillamente es una "suspensión" por el presente eón o dispensación. Pero la morbosa imaginación de los monjes medievales, siempre en busca de oportunidades para introducir en su credo horrores grotescamente agravados a fin de aterrorizar más a una feligresía increíblemente ignorante, con el objeto de extraer mayores óbolos para el sostenimiento de la "Santa Madre Iglesia", torció esta idea, perfectamente simple, de una "suspensión eónica", por una "condenación eterna".

Con todo, si un hombre viviera locamente, podrá preparar para sí un purgatorio desagradable y de larga duración, si bien ni el cielo ni el infierno pueden ser eternos ya que una causa finita tan sólo puede producir un resultado finito.


PREG. — Según eso, en Kamaloka o el mundo astral, ¿cuales serían, separadamente, las condiciones de un ser muy malo, de un ser que hubiese adquirido ya algunos intereses racionales?

RESP. — Las condiciones de la vida post-mortem son casi infinitas en su variedad. Todo ser ordinario que haya permitido el reajuste de su cuerpo astral después de la muerte, habrá de atravesar por las siete subdivisiones en turno, aunque no cada uno es consciente en todas ellas. Una persona ordinariamente buena; no tendrá en su cuerpo suficiente materia del subplano ínfimo para formarse una gruesa envoltura; generalmente tiene materia, el sexto subplano mezclada con una poca del séptimo; y así, después de la muerte, por regla general solamente le interesa la contraparte del mundo físico.

Pero un ebrio, o un sensual que durante, la vida física hubieren sido presa del vino o de la lujuria al grado de supeditar a su vicio toda razón y sentimientos de decencia o afectos de familia, se encontraran, después de la muerte, en las más bajas subdivisiones del mundo astral pues sus anhelos fueron tales que exigían un cuerpo físico para su satisfacción. Esas ansias se manifiestan como vibración en el cuerpo astral, y mientras el hombre vivió en el mundo físico, la mayor parte de su fuerza se empleó en poner en movimiento las pesadas partículas físicas. Pero hallándose en el mundo astral sin cuerpo físico para amortiguar y demorar la fuerza de las vibraciones del deseo, siente los apetitos tal vez centuplicados en su poder y sin embargo se ve completamente incapaz de satisfacerlos por falta del organismo físico; y así su vida es entonces un verdadero infierno, el único infierno que existe. Empero, él se halla cosechando el resultado perfectamente natural de su propia acción y ningún poder externo lo está castigando. Gran parte del sufrimiento resulta allí de la falta de satisfacción del vicioso deseo fortalecido y fomentado mientras usaba el cuerpo físico; el pecador es su propio verdugo. Todo esto fue bien conocido en el mundo antiguo, aún entre los Griegos quienes lo representaban fielmente bajo el mito de Tántalo, quien constantemente sufría una rabiosa sed y estaba por siempre condenado a mirar que el agua se alejaba de él a medida que sus labios estaban a punto de tocarla.

Un asesino que en Kamaloka o mundo astral, está reconstruyendo una y otra vez las escenas del asesinato y los sucesos subsiguientes, repitiendo incesantemente su nefasto crimen y pasando de nuevo por todos los terrores de su arresto y ejecución, está sin duda experimentando un "infierno" en comparación del cual el fuego y el azufre son meras ficciones teatrales. En muchos casos, como el asesino piensa y piensa otra vez en el crimen cometido, por esta incesante meditación, medio maligna, medio terrorífica, producirá algo semejante a una obsesión de la escena de su violenta muerte.

Pero ninguna de estas condiciones es eterna y ninguna es punitiva. Son el inevitable resultado de causas puestas en fuego durante la vida en el mundo físico, condiciones que duran tan sólo mientras subsisten las fuerzas generadoras. Con el transcurso del tiempo se agota la fuerza deseo, pero tan sólo a costa de terrible sufrimiento para el hombre; y como en el mundo astral el tiempo se puede medir únicamente por medio de sensaciones, ya que no hay otro medio de computarlo como los que tenemos en el mundo físico, cada día puede compararse a mil años. Por tanto la blasfema idea de la condenación eterna parece ser una tergiversación de este hecho.

El destino de Sísifo, en la mitología Griega, tipifica exactamente la vida astral del hombre de ambiciones mundanas. Sísifo estaba para siempre condenado a empujar una pesada roca hacia la cima de una montaña únicamente para mirar cómo la piedra rodaba de nuevo hacia el abismo, ya al momento de obtener el éxito. El hombre de ambiciones egoístas alimentó durante toda su vida la costumbre de formal planes para su propio interés, por lo cual continuará haciendo lo mismo durante su vida en el mundo astral; él formula cuidadosamente sus planes hasta que, ya perfectos en su mente, se da cuenta de haber perdido el cuerpo físico necesario para su cumplimiento; caen por completo sus esperanzas; empero, de tal manera se inculcó la costumbre, que continúa una y otra vez rodando su misma piedra hacia la cúspide de la montaña de la ambición, hasta que llega el tiempo en que el vicio se agota por completo. Por ultimo se da cuenta de que no precisa empujar más su piedra y la deja que descanse en paz al pie de la montaña. Tomemos ahora el caso de un hombre ordinario, incoloro, que no posea vicios particulares pero que se encuentra apegado, aún, a las cosas del mundo físico; cuyas ideas no hayan pasado más allá de la murmuración o de lo que se llama "sport", que no haya pensado en otras cosas que sus negocios o sus trajes, y cuya vida hubiere transcurrido en hacer dinero o en pasatiempos sociales. El mundo astral lo llenará de fastidios pues le es imposible encontrar allí las cosas que ansia, ya que no existen en aquel mundo ni los negocios, ni los compromisos, ni los convencionalismos en los que se basa la sociedad del mundo físico.

Con todo, excepto para una pequeña minoría, la situación después de la muerte es para todos más feliz que sobre la tierra, puesto que desde luego ya no hay necesidad de ganarse el sustento diario. El cuerpo astral no siente hambre, ni frío, ni sufre enfermedades; cada ser, en el mundo astral, por el sólo ejercicio de su pensamiento, podrá vestirse como guste. Por vez primera, desde su temprana niñez, el hombre se siente allí enteramente libre para emplear su tiempo en hacer exactamente lo que le plazca.

Las personas que tuvieren los mismos gustos y propósitos se agruparan, naturalmente, tal como lo hacen en él mundo físico; y nunca faltará ocupación provechosa para un hombre que abrigue intereses razonables, con tal de que éstos no requieran un cuerpo físico para su expresión, Un enamorado de las bellezas de la naturaleza podrá viajar rápidamente, a cientos de kilómetros por segundo, sin fatiga, hasta los más deliciosos parajes del mundo; otro cuyo goce sea el Arte, tendrá a su disposición las obras maestras del mundo entero, en tanto que el estudiante de ciencias encontrará abiertos todos los laboratorios del mundo; podrá visitar a todos los hombres de ciencia y captar sus pensamientos. Para un ser que durante su vida terrenal hubiere hallado sus complacencias en acciones altruistas y en el trabajo por el bienestar de otros, este será un mundo de la más vivida alegría y del más rápido progreso. Para un hombre que haya sido inteligente a la par que útil, que comprenda las condiciones de esta existencia no física y se tome la molestia de adaptarse a ellas, se abre una espléndida perspectiva de oportunidades tanto para adquirir nuevos conocimientos, como para efectuar útiles labores. De hecho, podrá él hacer mayor bien en pocos años de tal existencia astral que el que pudo haber hecho durante su vida física, por larga que hubiere sido. Por consiguiente, el mundo astral está lleno de amplias posibilidades tanto para el júbilo cuanto para el progreso............ continuará.


LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (4ª parte)


PREG. — ¿Cuales son las condiciones post-mortem para quienes hayan muerto, por accidente o se hubieren suicidado?

RESP. — Para los primeros hay una gran variedad de estados; los segundos tendrán que completar el período de vida que les fue asignado; el período fijado para ejercitar él karma de aquella vida.

Cuando la muerte acaece por accidente, no es raro que signifique el fin determinado por los Señores del Karma para esa reencarnación pero a veces no se trata de esto, y el accidente viene a constituir una interferencia motivada por nuevas fuerzas que se produjeron en dicha vida, (la iniciativa del mismo ser que elija pagar una deuda antes del plazo, como ya se dijo) o por acciones ajenas que lo afecten directamente. En tales casos, el plan perturbado tendrá que ajustarse al principiar la nueva existencia, de tal suerte que, al final de cuentas, nada pierde el alma cuyo destino fue momentáneamente desviado por sí ó por otras. Pero en ningún caso está señalado el suicidio en la vida de nadie; es el yo interno el directamente responsable por tal acción, si bien la responsabilidad puede ser compartida por otros.

Cuando se trata de personas que mueren a causa de la vejez o de una prolongada enfermedad, es casi seguro que el ansia de deseos terrenales ya se ha debilitado algo o mucho, y probablemente ya desecharon de sí las partículas más densas, de tal suerte que el hombre podrá encontrarse, posiblemente, en la sexta o quinta de las subdivisiones del mundo astral, o tal vez en las superiores pues sus principios se fueron preparando gradualmente para la separación y la sacudida no es, por consiguiente demasiado fuerte.

Pero en caso de muerte accidental, o suicidio, ninguna de estas preparaciones ha tenido lugar y la retirada de los principios, de su sujeción física, se ha comparado con justeza al acto de arrancar un hueso, o semilla, del fruto no maduro aún; gran cantidad de la clase más burda de materia astral se halla adherida aún a la personalidad, la cual, por consiguiente, se detiene en la séptima o ínfima de las subdivisiones del mundo astral.

Las víctimas de muerte repentina, cuyas vidas terrenales fueron nobles y puras/no tienen afinidad por este plano, y así, el tiempo de su permanencia en él, transcurre o bien en una feliz ignorancia y completo olvido, o bien en estado de quieto sopor en un sueño pleno de ensueños color de rosa". Pero si sus vidas terrenales hubieren sido de baja brutalidad, egoístas y sensuales, serán conscientes, como los suicidas, de toda la repulsividad de esta repugnante región, y podrán adquirir la tendencia a convertirse en entidades terriblemente malas.

Ordinariamente se comete un suicidio por debilidad o por cobardía, debido a una momentánea desesperación o a una sacudida que las almas débiles no pudieron resistir, o a una súbita desgracia resultante de cualquier mala acción que se descubra y a cuyo castigo desea el suicida escapar. A veces es un acto deliberado, pero siempre precipitado, de una persona que trata de salir de un terrible aprieto y escapar de una mortal angustia.

Pues bien, no puede escapar. Cuando acaba de asesinar a su cuerpo se encuentra bien despierto en el otro lado de la muerte, exactamente el mismo hombre que fuera antes, excepto que carece del cuerpo físico; no ha cambiado más, que si simplemente se hubiese quitado su casaca. La causa que lo impulsó al suicidio fue de origen emocional o mental, según el caso; pero él no se ha despojado ni de su mente ni de sus emociones. Toda aquella parte de él que lo impulsó al suicidio, la conserva aún consigo; pues la acción no fue meramente corporal. El resultado de haber perdido su cuerpo físico es un gran aumento en su capacidad para sufrir. Se halla sujeto aún a las mismas fuerzas que lo llevaron a cometer su nefasta acción. Hay, sin embargo, una peculiaridad acerca de esto, a saber, que el suicida generalmente repite “en su imaginación”, como decimos, todo aquello que lo indujo al extremo de matar su cuerpo; repite automáticamente los sentimientos de desesperación y de temor que precedieron al auto-asesinato; repasa de nuevo su acción y su lucha mortal, con espantosa persistencia.

Este curioso efecto automático, la repetición incesante de una cosa en Kamaloka, es también una característica del asesino cuando muere, según ya se dijo, sea que se descubra o no el homicidio. Por supuesto, si el asesino es aprehendido y ahorcado, entonces aquello tiene lugar en rápida secuencia. He aquí uno de los modos de que el salvaje aprenda que es malo asesinar. En su caso, no podría decirse que el asesinato llegó a crimen, puesto que él mata sin pensar; con todo, debe aprender a abstenerse del homicidio. Y así, en la vida post-mortem él tiene un breve sufrimiento de esta clase, breve porque hubo muy poco esfuerzo, mental tras del acto y porque apenas fue una súbita emoción la que lo llevó a cometerlo. He aquí parte de la útil 'instrucción que sirve para la evolución del salvaje; aprende que asesinar es malo porque encuentra que le resulta doloroso para él. Y por supuesto, quienes están más evolucionados, sufrirán por un período mucho mayor si cometen un daño semejante.

La necedad del suicidio consiste en que el suicida erróneamente espera escapar de la vida y se encuentra vivo todavía. He aquí la futilidad de todo el asunto. El suicidio depende principalmente de la ignorancia. Si las gentes estuviesen convencidas de que no pueden escapar, de que el resultado de sus acciones es inevitable, este conocimiento actuaría sobre sus mentes al llegar la ocasión de un súbito impulso de suicidio, por el deseo de escapar de un mal. No pueden hacerlo, sino que, por el contrario, caen, por así decirlo, desde la cacerola hasta el fuego; tendrán que sufrir allí más que en el plano físico puesto que actúan ahora en materia más sutil, en la cual, debido a la menor resistencia de la tenue materia astral, el impacto del sentimiento es mucho más fuerte en su efecto sobre la conciencia, que en el mundo físico.

El suicida tiene mucha propensión a presentarse en las reuniones espiritistas. Puede ser inducido, por quienes tratan de ayudarlo en el otro lado de la muerte, a aceptar quieta y pacientemente los inevitables resultados de su acción; pero a menudo rechaza él todo consejo y pretende asirse de nuevo a la vida material por medios reprobados. Tal ser (así como alguien víctima de muerte repentina, cuya vida terrestre hubiera sido brutal, sensual o egoísta), inflamado por toda clase de horribles apetitos que ya no puede saciar por falta del cuerpo físico, trata a menudo de satisfacer sus ansias materiales y sus repugnantes pasiones, de modo vicario, por medio de un "apoderado" viviente (un médium o alguna persona sensitiva) a quien pueda obsesar. Desgraciadamente, sí logra hacerlo así, se capacita para prolongar enormemente su tenebrosa vida astral y para renovar, tal vez por periodo indefinido, su poder de generar mal karma preparando para sí una futura encarnación del género más degradado posible, aparte de correr él riesgo de perder una gran porción del poder mental que haya sido capaz de acumular. Pero si tiene, la fortuna de no encontrarse con algún sensitivo mediante el cual poder saciar sus pasiones, los no satisfechos deseos se irán consumiendo gradualmente y el sufrimiento vicariamente causado en el proceso podrá servir, probablemente, para redimirlo del mal karma de la vida pasada.

Pero debe recordarse que la culpabilidad del suicidio difiere considerablement,e según las circunstancias, desde el acto moralmente impecable de un Séneca o un Sócrates; o de un suicidio cometido por motivos nobles o en un arranque de amor maternal y de auto-sacrificio; hasta el atroz crimen del malvado que corta su propia vida a fin de escapar de los enredos en que lo complicó su villanía; y, naturalmente, la situación de éstos después de la muerte difiere en gran manera.


PREG. — Sí no existe el infierno, ¿a qué tanto sufrimiento en el mundo astral? ¿En qué sentido favorece al hombre el sistema de purgación?

RESP. — No hay infierno, ni eternidad alguna de tormentos irrazonables e inútiles que solo servirían para satisfacer la cruel malignidad de un déspota irresponsable en el cual la teología ortodoxa exige a sus devotos que crean; pero existe un "Purgatorio" que es, sencillamente, el proceso necesario, el único efectivo y por consiguiente el más benéfico, para la eliminación de los malos deseos. Por más terrible que pueda ser el sufrimiento, cualquier mal se va agotando gradualmente, y sólo cuando haya sucedido lo mismo con todos los malos deseos, podrá el hombre pasar a la vida superior del mundo celeste.

El hombre quedará definitivamente libre de un mal deseo particular cuando éste se consuma; y no necesite echarse de nuevo la carga de él en su próxima encarnación a menos que quiera hacerlo. Pero aunque el deseo en sí esté muerto, subsiste sin embargo la misma debilidad de carácter que indujo al hombre a sucumbir. En su próxima vida nacerá con un vehículo astral que contenga la cantidad de materia necesaria para la expresión de aquel mismo deseo, esto es, con un equipo, por decirlo así, que lo incite a repetir su última vida en tal respecto. Recibe él aquella materia porque en su última encarnación la buscó e hizo uso de ella; pero, si bien la tiene a su disposición otra vez, de ningún modo se le obliga a emplearla de igual manera que antes. Si como resultado de sus acciones previas, tuviere él la buena fortuna de encontrarse, siendo niño, en manos de padres capaces y cuidadosos, de quienes hubiere aprendido a considerar como malo tal deseo y a obtener control sobre él y reprimirlo en sus primeros brotes, entonces, la materia que debería expresarlo permanecerá sin vivificar y gradualmente se atrofiará por falta de uso, como muchos de nuestros músculos físicos.

La materia del cuerpo astral se está gastando lenta pero continuamente, y es reemplazada de igual manera que lo es la del cuerpo físico; y como desaparece la que ya se atrofió; será sustituida por materia de clase más refinada, que sea incapaz de responder a las vibraciones fuertes y toscas de aquel deseo sensual, y así, aquella abominación particular llegara a ser imposible para el. De hecho ya la habrá trascendido y, por último, la habrá vencido de tal manera que nunca, en toda la larga serie de sus vidas futuras, repetirá aquel error, pues el habrá creado ahora dentro de su Ego, la opuesta virtud de un completo control propio por lo que atañe a aquel vicio. A través de una vida de lucha victoriosa en contra de aquel deseo, pudo triunfar de el; y ahora ya no hay lucha, pues el considera el vicio bajó sus verdaderos colores, no tiene ya la menor atracción para el, y así, el sufrimiento en el plano astral que una vez le pareció, y era tan terrible, ha sido en realidad una bendición disfrazada, ya que mediante el pudo capacitarse para obtener esta inmensa victoria moral, para tomar este paso decidido en el sendero de la evolución; por lo cual parece no haber otro método mejor que el sufrimiento para poder alcanzar tan espléndidos resultados.


PREG. — Si no hay infierno ¿cómo explica usted la doctrina cristiana de "salvación"?

RESP. — La salvación, del latín “Salvus" (Salvo) no quiere decir escapar de una condenación eterna o de un infierno mítico. Ser salvo significa, realmente, quedar del lado derecho cuando tenga lugar cierta división de la raza humana en el futuro, en el "Día del Juicio" ya mencionado; tal división ha sido descrita como una separación entre las cabras y las ovejas, entre los "salvados" y los "condenados". En el esquema evolutivo de Dios no cabe lugar para la idea de algo "perdido", ya que Dios deseará que todos evolucionemos y ciertamente todos tendremos que hacerlo. Pero la cuestión radica en si nos hubimos individualizado lo suficientemente a tiempo, y también en si nos decidiremos a ir voluntariamente a lo largo del sendero de la evolución, o bien si ocasionaremos a otros y a nosotros gran suma de sufrimientos al tratar de resistir a la guía Divina.

Tal es el único significado de la salvación, a saber que un ser esté seguro de salir con bien en aquel futuro juicio, a la hora de juzgar si él se halla o no listo para pasar a un mundo superior y más evolucionado. Si no lo está, quedará separado esperando la próxima oleada de evolución; como el niño de la escuela ya mencionado antes, que por no estar todavía al nivel de su grado no puede pasar a una clase superior con sus camaradas, sino que habrá de esperar hasta el año siguiente para repetir la misma labor.

Por lo que hace al progreso, que se nos ha señalado en esta cadena particular de mundos, de ninguna manera estamos ya, la gran mayoría de nosotros, lo que técnicamente podría llamarse "salvos". Llegaremos a esa anhelada posición solamente cuando seamos miembros de la "Gran Fraternidad Blanca", que dura de eternidad a eternidad; esto es, cuando pasemos por la primera Gran Iniciación.

Quienes estén familiarizados con la enseñanza cristiana recordarán cómo el gran iniciado San Pablo indicó que la intención de la religión cristiana era provocar el nacimiento del Cristo dentro de cada creyente individual; y que el "Niño Dios", así nacido en el espíritu humano, creciera y se desarrollara hasta que el hombre alcanza la estatura del Cristo. Dentro de cada uno de nosotros hay un principio "Crístico" el cual dormita aun en la mayor parte de la humanidad, pero puede ser despertado, y el despertar de tal principio Crístico es el nacimiento del Cristo dentro del corazón de cada hombre. Leemos en las Escrituras Cristianas: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria"; y la presencia de aquel principio Crístico dentro de cada corazón, es lo que da la esperanza de gloria a toda alma humana. Tal principio está íntimamente relacionado con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, aquel "Hijo de Dios" que tomó carne, que descendió al mundo y que llegó a ser parte de nosotros a fin de que, mediante El, pudiésemos elevamos a mayor gloria. Sin aquel principio Crístico, sin duda estaríamos perdidos y es necesaria la creencia en ese verdadero Cristo para la salvación. Ya lo dijo en el Siglo XVII Ángelus Silcisíus:

""Aunque Cristo naciera cada año, en Belén, si nunca naciere dentro de ti estarías perdido para siempre; y si dentro de ti no surgiere de nuevo, ni la Cruz del Gólgota podrá salvarte del dolor". Y esta creencia, la certeza de que el poder de Cristo esta dentro de cada uno de nosotros, es la que nos capacitara para alcanzar aquella etapa de salvación, para vivir la vida que debemos vivir. Y en este sentido se dice con verdad que la Creencia en el Cristo es necesaria. Dará la salvación; pero es en el Cristo que se halla dentro de nosotros mismos en el que debemos creer. La creencia en la mera leyenda de una vida vivida por el Cristo en el plano físico, de ninguna manera puede afectar nuestro futuro; lo que nos salvara, nos ayudará y nos fortalecerá en nuestro sendero, es el conocimiento de la Divinidad dentro del hombre y su poder para responder a La Divinidad fuera de él.

"Todos nosotros podemos ser Salvadores del Mundo, si creemos en La Divinidad que mora en nosotros y le rendimos culto".

El nacimiento del Cristo dentro del corazón del hombre es una cosa muy real. En este sentido podemos verdaderamente afirmar que el Cristo es el salvador del Mundo, pues entonces solamente es cuando el hombre puede alcanzar lo que Dios quiere que alcance, y al entrar conscientemente en la gloria y en la plenitud del Cristo mismo, hacer una realidad del Dios que lleva en sí.

Por tanto, para escapar de nacimientos y muertes que se repiten, es necesario el desarrollo del principio Crístico dentro de nosotros. A medida que se desenvuelve aquel principio, nos damos cuenta de que nuestra separada conciencia no es otra cosa que una ilusión; de que todos somos uno en Dios. Y a medida que nos damos cuenta de la paternidad de Dios, comprendemos también la realidad de la fraternidad del hombre.

El despertar del principio Crístico se denomina también la adquisición de la conciencia Búdica. Los Santos, en sus momentos de éxtasis, tocan inconscientemente la gloria de aquella maravillosa conciencia y se dan cuenta del Cristo dentro de sí; pero hay otros que, deliberada y científicamente, se proponen alcanzar este esplendor, y entran con toda conciencia en la gloria y plenitud del Cristo, haciendo, de Dios una realidad en si mismos, porque ellos son, conscientemente, parte de aquel Dios. He ahí el verdadero nacimiento del Cristo dentro del corazón del hombre. El hombre verdadero, siendo una chispa de La Divina Llama, ya es divino y no necesita salvación. Todo lo qué necesita es la capacidad de hacerse real a sí mismo, en todos los mundos y en todos los niveles posibles, para ser un canal de aquel Deífico poder, en el cumplimiento del Plan Divino.

Entre las naciones orientales, la palabra Salvación implica la idea de escapar del sufrimiento y del mal, de adquirir la condición de estar salvo, esto es, evitar las repetidas encarnaciones, eludir la rueda de nacimientos y muertes, lo que las Escuelas Órficas en el Siglo VI antes de Cristo llamaron "el Círculo de Generación", lo que los Budistas llaman "Sansára" o La Rueda de la Vida....... continuará


LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (5ª parte)


PREG. — ¿De qué factores depende la detención de un hombre en cualquiera de las secciones del Mundo astral? ¿En qué tiempo y cómo pasa un hombre ordinario del mundo astral al celestial.

RESP. — El Ego concentra firmemente dentro de sí todas sus fuerzas, dejando atrás sección tras sección de la materia astral. Su detención en cualquiera sección será proporcionada a la cantidad de materia de aquella sección que contenga su cuerpo astral, dependiendo la proporción, de la vida que se vivió, de los deseos en los cuales consintió, y de la clase de materia que atrajo de esta manera para construir su astral.

Por consiguiente, mediante una vida pura y un pensar elevado, puede un hombre disminuir la cantidad de materia que adhiera a sí y que pertenezca a los niveles inferiores, del astral elevándola, de, aquel modo y en cada caso, a lo que podríamos llamar su punto crítico para que, al primer contacto con la fuerza desintegrante se rompa su cohesión y se reduzca a su condición original, dejándolo libre para pasar, prontamente próximo subplano.

También su actitud mental, después de la muerte influencia, su estancia allá, puesto que, por la comprensión de su situación y fijando su atención en asuntos espirituales, podrá facilitar la desintegración astral y contar su permanencia en los niveles inferiores.

En el caso de una persona por completo espiritualizada, que hubiere purificado su cuerpo astral con los constituyentes extraídos de los más finos grados de cada división de materia astral, la condición de etapa crítica mencionada arriba podrá obtenerse respecto a todas la subdivisiones de materia astral, y el resultado sería un pasaje prácticamente instantáneo a través de aquel plano, de tal suerte que recobraría su conciencia primeramente en el mundo célico. Un hombre menos desarrollado, pero moderado y puro, pasará a través de aquel plano menos rápidamente, si bien en un plácido ensueño, inconsciente de sus alrededores hasta que, habiendo desechado una tras otra sus envolturas astrales, despierta en el mudo celestial. Por supuesto, según ya se dijo, los subplanos se ínter penetran uno a otro y no están divididos uno de otro en el espacio; por lo cual, cuando se dice de una persona que pasa de una subdivisión a otra, no significa que se mueva para nada en el espacio, sino simplemente que el foco de conciencia ha cambiado del cascarón externo al próximo concéntrico.

El tiempo ordinario necesitado por las diferentes clases de personas en el mundo astral, ha sido ya detallado al final de nuestro artículo dedicado a La Reencarnación (5ª parte).

El hombre ordinario, al encontrarse en la sexta sección vagando todavía en torno a lugares y personas con las cuales estuvo en más íntimo contacto en la tierra, encuentra, a medida que pasa el tiempo, que los contornos terrestres se esfuman gradualmente y van siendo de menor importancia para él, y por lo mismo tiende más y más a modelar su medio circundante de acuerdo con el más persistente de sus pensamientos. Cuando llega al tercer nivel, encuentra que esta característica ha reemplazado por completo la visión de las realidades del mundo astral. Cuando se han consumido todas las bajas emociones y deseos, así como los pensamientos de carácter egoísta, y el Ego en su firme proceso de concentración ha pasado allende aún de la más fina clase de materia astral, adviene un tiempo en que el cuerpo astral, no enteramente desintegrado aun, es finalmente sacudido a la hora de la muerte astral y el alma (exceptuando el caso de un hombre inusitadamente malvado que no tenga ni gota de amor o de bondad para nadie, o que se haya degradado hasta un pecado y una bestialidad irredimible), el alma tiene una" especie de período gestatorio y se sumerge en un ensueño breve y apacible, una "Inconsciencia Predevachánica", para ser despertada por el sentimiento de una intensa bienaventuranza en aquella parte del mundo celestial a la cual pertenezca por su temperamento. No hay necesariamente movimiento alguno en el espacio, sino que la conciencia humana se encuentra ahora enfocada en el mundo mental inferior, en donde se encuentran también las de aquellos animales que antes de su muerte, se "individualizan" y alcanzan la estatura del alma humana.


PREG. — Si la muerte no es el fin de la Vida, sino tan sólo un paso desde una etapa de vida a otra, ¿qué objeto tiene él violento dolor de quienes lamentan la pérdida de sus seres queridos?

RESP. — Según ya se explicó, su dolor no es por una pérdida real sino aparente, es el resultado de un engaño y de la ignorancia de las leyes de la naturaleza, y representa un sufrimiento innecesario aún para los mismos dolientes. El "muerto" está todavía cerca de ellos, y ellos, mientras se halla dormido su cuerpo físico, conversan con él, pero en cuanto despiertan, vuelven a su antigua ilusión de haberlo perdido y se llenan de pensamientos de tristeza durante todo el día, lo cual hace al muerto muy desgraciado e infeliz en el mundo emocional. Y no solo esto, sino que el pesar desenfrenado y los insensatos estallidos de tal sufrimiento producen un efecto muy doloroso en el difunto que apaciblemente está sumiéndose en la inconsciencia que precede a su despertar en la gloria del mundo celestial. A menudo se siente despertado; de su ensueño de felicidad a un recuerdo de su última vida terrestre por la apasionada tristeza y los deseos de sus amigos encamados, que despiertan las correspondientes vibraciones de pesar, con una fuerza centuplicada, en su cuerpo de deseos ya liberado causándole un gran malestar y depresión, y demorando seriamente su progreso ulterior. Por otra parte, este dolor desenfrenado de los parientes ignorantes, aunque bien intencionados, obstaculiza grandemente la ayuda de los protectores astrales quienes tratan de explicar al muerto las condiciones del mundo astral para levantar su ánimo y acondicionarlo a su nuevo ambiente.

No es que aconsejemos el olvido, sino el recuerdo, pero en una forma que sea benéfica y no dañina, sustituyendo la tristeza egoísta y desolada por buenos deseos, ardientes y amorosos, por la luz perpetua y la eterna paz para el difunto.


PREG. — ¿Tienen algún valor las plegarias por los difuntos? Sí es así, ¿cómo deberían, ofrecerse?

RESP. — Las plegarias siempre tienen valor tanto para los vivientes como para los muertos, cuando éstas son dictadas por el amor; pero una plegaría será eficaz en proporción a la intensidad del pensamiento expresado por ella, de la pureza y fuerza de voluntad con la cual se dirige hacia la persona en cuestión, y del conocimiento que posea el que la produce. Una oración, como un pensamiento, crea una forma, un elemental artificial, "un poder benéfico activo" que va hacia la persona para cuyo beneficio fue creada y que la ayuda en cuanto se presente la oportunidad. Esta energía puesta en juego en el plano astral puede afectar a cualquier persona en su cuerpo astral; por tanto, es posible auxiliar y proteger a un muerto con tales formas mentales mientras él permanezca en el mundo astral.

Un hombre que sepa, que comprenda la constitución del cuerpo astral y el poder del pensamiento, puede aumentar enormemente su ayuda por el envío deliberado de un elemental artificial que ayude en la desintegración de los cascarones astrales que aprisionan el alma, y que impulse en gran manera su paso hacia el Devachán. Algunos de los Mantras de los Shradhas Indús (ceremonias para los muertos) tienen este objeto en perspectiva y son muy eficaces cuando se emplean por un hombre santo y sabio.

Pero el hombre ordinario conoce tan poco de la condición de sus seres queridos ya muertos, que hará muy bien en abstenerse de poner en movimiento una fuerza que pueda ser mal dirigida por falta de conocimiento, más exacto acerca de lo que ellos necesitan. Tal persona procedería mejor si usara aquella hermosa antífona que tan a menudo se escucha en los servicios para los difuntos, en la Iglesia Católica Cristiana: "Concédele Señor, eterno descanso y que la luz perpetua brille para el". Pues estas dos cláusulas expresan exactamente las condiciones que más necesita el difunto; primero, perfecto descanso de todo cuidado y pensamiento terrestre, a fin de que no sea perturbado su progreso hacia el mundo celestial; y segundo, la luz perpetua del divino amor brillando claramente sobre él a través de la parte superior y más espiritual de su propia naturaleza, atrayéndolo siempre hacia esa elevada luz para que su progresó pueda ser rápido. En verdad, muy poca ayuda posterior puede la tierra ofrecer a un hombre para quien esta plegaria se repita constante y fervorosamente. En esta forma cualquiera puede ayudar a sus amigos o seres queridos, elevándose hacia un nivel superior, olvidándose de sí y del engaño de la aparente pérdida, enviando pensamientos de "luz perpetua y eterna paz", y sustituyendo la tristeza egoísta e inútil por buenos deseos, sinceros y amorosos, para que el progreso de aquellos sea rápido desde el mundo astral hasta el celestial.

PREG. — ¿Podemos hacer algo en ayuda de una persona que está próxima a morir? Si así fuere, ¿cómo y cuando?

RESP. — Ciertamente podemos hacer mucho en ayuda de ella. Si nos es dado estar a su lado físicamente durante su enfermedad, podremos explicarle las condiciones después de la muerte; cualquiera explicación razonable de estas condiciones, en un dialogo íntimo y apacible acerca de la vida allende la tumba, aliviara en gran manera su ánimo. Empero, si nos es imposible la comunicación física, podremos ayudar a un moribundo desde el plano astral. Debe uno fijar en su mente, antes de entregarse al sueño, la intención de ayudar a aquella persona particular con las razones que se le pueden presentar. El objetivo capital del que ayuda, es calmar y fortalecer al que sufre e inducirlo a, darse cuenta de que la muerte es un proceso perfectamente natural explicándole la naturaleza del plano astral y de las preparaciones necesarias para progresar hacía el mundo celestial.

Por otra parte, quien trate de auxiliar deberá poseer las siguientes cualidades: saber enfocar su mente en la labor exclusiva de auxilio; perfecto control de sí sobre su temperamento y nervios; perfecta calma, serenidad y estado de gozo; conocimiento de los planos superiores, y ausencia total de egoísmo, con un corazón, lleno de amor. He ahí cómo se puede ayudar efectivamente al moribundo y al difunto.

El muerto puede permanecer inconsciente después de la muerte por un momento o por pocos minutos, horas, días, o aún semanas; y sí bien una persona entrenada puede observarlo por sí mismo, quien no lo estuviere, debería hallarse listo para ayudar durante varias noches sucesivas a fin de no fallar a la hora que el muerto recobre su conciencia en el mundo astral.


PREG. — ¿Encontraremos a los seres queridos que nos han precedido en la muerte?

RESP. — Seguramente que sí, pues la atracción actuará como un imán y nos reunirá. Si el ser amado murió recientemente, lo encontraremos en el plano astral, pero, si él abandonó la tierra hace mucho tiempo, es posible que haya pasado ya del astral al mundo celestial; y cuando nosotros lleguemos hasta aquel mundo, lo tendremos de nuevo a nuestro lado en su mejor condición posible, mediante nuestra forma o imagen mental de él, vivificada por el Ego de aquel amigo, como se explicará en breve. No hemos perdido a aquellos a quienes amamos; cuando el afecto existe, la reunión es segura, ya que es uno de los mayores poderes del Universo, sea en Vida o en Muerte.


PREG. — ¿Por qué es perjudicial a un hombre la muerte repentina y cuál es la razón de la antigua plegaría de la Iglesia: "De muerte repentina líbranos Señor?

RESP. — Las condiciones de vida de un hombre después de la muerte dependen en primer lugar, de la duración del tiempo que él permanezca en cualquiera de los subplanos, y en segundo lugar, de la cantidad de conciencia suya que enfoque en él; mientras que la duración del tiempo en cualquiera de los subplanos dependerá de la cantidad de materia de aquel subplano que tuviere en su cuerpo. Y así los dos factores de la existencia post-mortem, dependen, no de la naturaleza de la muerte, sino de la naturaleza de la Vida que se vivió, ya que ningún accidente puede afectar al hombre.

Empero, si bien una muerte repentina no empeora necesariamente la posición de un hombre en el mundo astral, tampoco la mejora en nada. El lento desgaste de los cuerpos ancianos, o el deterioro que ocasiona una prolongada enfermedad, invariablemente debilitan y disgregan las partículas astrales, consumiendo la mayor parte de los bajos deseos, de tal suerte que cuando un hombre recobra su conciencia en el plano astral, mucha de su labor allá quedó ya hecha para él por haber sido ya consumidas y alejadas de sí las partículas que pertenecían a los niveles inferiores; en tanto que la víctima de muerte repentina, conservando un cuerpo astral mucho más fuerte con el cual tendrá que habérselas, podrá prolongar algo más su residencia en los subplanos inferiores del mundo astral. Al mismo tiempo, si aprende el a hacer buen uso de aquella Vida, puede generar mucho más buen karma que el que hubiere sido capaz de crear en igual tiempo en el plano físico; y así hay siempre dos conceptos que tomar en consideración en cada caso.

Además, a menudo persisten después de la muerte el terror mental y la agitación, cosas que no son preparaciones favorables para la vida astral. En nuestra actual etapa de evolución, frecuentemente pasamos casi toda una noche en considerar y reconsiderar el último pensamiento definido que ocupó nuestra mente antes de entregamos al sueño. De igual manera, no carece de importancia el último pensamiento en la mente antes de morir, especialmente tratándose de una persona de poco desarrollo, cuya conciencia astral sea vaga y caótica; ya que su último pensamiento ocupara su mente por largo tiempo y hasta cierto punto establecerá la clave que dará el tono a gran parte de su vida astral. Por eso valdría la pena de cuidar que tal pensamiento fuese de buena clase; lo que no es posible en caso de una muerte súbita. Por supuesto, tratándose de gente regularmente desarrollada e inteligente, la actitud general de su mente, la tendencia general de sus pensamientos durante la vida terrestre, darían el tono a su labor probable durante la vida astral, y la idea particular que ocupara su pensamiento en el momento de la transición de un estado a otro, no significaría mucho.


PREG. — ¿Hay otros habitantes en él mundo astral además de los muertos?

RESP. — El mundo astral está habitado no tan sólo por los muertos, sino también por una tercera parte de los vivientes, quienes temporalmente han dejado sus cuerpos físicos durante el sueño. Como la materia astral es muy plástica bajo la influencia del pensamiento, un hombre en el mundo astral aparece semejante a sí mismo, usando los trajes en los cuales piensa. Igualmente es allí el lugar de residencia de los Adeptos y Sus discípulos; de personas que se han desarrollado psíquicamente sin la guía de un Maestro y de magos negros y sus alumnos.

En aquel mundo se encuentra también un gran número de seres humanos de otra clase, sin cuerpos físicos; algunos muy sobre el nivel humano, como los Nirmánakayas; los discípulos de los Maestros en espera de reencarnación, etc. y otros bajo dicho nivel, como los despojos astrales y los cascarones de los muertos; los cascarones vitalizados para la Magia Negra; los magos negros muertos, los Discípulos de ellos, etc.

Residen en este plano, asimismo, seres no humanos como la esencia elemental de nuestra evolución, y los cuerpos astrales de animales y gran parte de la población del mundo astral la forman espíritus de la naturaleza de varias clases que se llaman Hadas, Duendes, trasgos, faunos, sátiros, espíritus chocarreros, etc., los cuales tienen una línea diferente de evolución y generalmente usan una forma humana diminuta; así como también Devas o Ángeles mucho más adelantados en la evolución que el hombre. Igualmente, es esta la residencia, de entidades artificiales, los elementales inconscientemente formados por hombres ordinarios, y conscientemente formados por Adeptos y magos negros; así como de elementales artificiales humanos empleados en las sesiones espiritistas.

De consiguiente nosotros no somos los únicos ni los principales habitantes del mundo astral, ya que tal mundo está poblado en su mayor parte por seres pertenecientes a otras líneas de evolución que corren paralelamente a la nuestra, y los cuales, si bien pasan por un nivel correspondiente al de la Humanidad, no pasan jamás por la Humanidad.

Normalmente los sentidos de los habitantes del mundo astral son capaces de responder tan sólo a las ondulaciones de su propio mundo. Un hombre qué vive en el mundo físico ve, oye y siente por vibraciones conectadas con la materia física alrededor de sí. Igualmente se halla rodeado por los mundos astral, elemental y otros que ínter penetran su propio mundo más denso, pero normalmente no es consciente de ellos porque sus sentidos no pueden responder a las oscilaciones de aquellas materias, así como nuestros OJOS físicos no pueden responder a las vibraciones de la luz ultravioleta. Un ser que viva en él mundo astral, podrá estar ocupando el mismo espacio que un ser viviente en el mundo físico; sin embargo, cada uno será enteramente inconsciente del otro y no impedirá en manera alguna sus libres movimientos. Y esto, mismo es verdad respecto de los otros mundos. Estamos continuamente rodeados por los mundos de materia más fina, que se hallan tan cerca de nosotros como este mundo que miramos, y sus habitantes están pasando a través de nosotros y cerca de nosotros, pero no nos damos cuenta de ello..... continuará