miércoles, 17 de diciembre de 2008

HE AQUÍ A DIOS


«Nunca supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca miraste quién eres y lo que eres. ¿Quieres ver cómo es Dios? Ve y mira en un espejo: lo estás mirando directamente a la cara.»

Ramtha


Durante años se te han enseñado que Dios está fuera de tu reino en algún lugar en la inmensidad del espacio. Muchos de vosotros habéis creído esto y lo habéis aceptado como una verdad. Pero Dios, la principal causa de toda la vida, nunca ha estado fuera de ti, eres tú. Él es el maravilloso proceso de pensamiento, la inteligencia suprema que yace silenciosa y siempre presente dentro del hombre.


Se te ha enseñado que naces tan sólo para vivir en un determinado momento del tiempo, envejecer y después morir. Y como has creído que es verdad, se ha convertido de hecho en la realidad de tu vida en este plano. Pero yo estoy aquí para ayudarte a que te des cuenta de que eres, verdaderamente, una esencia inmortal y siempre continua, que ha vivido durante billones de años, desde que Dios, tu amado Padre, la totalidad del pensamiento, se contempló a sí mismo en la brillantez de la luz, que es en lo que os convertisteis todos vosotros. Fue entonces cuando cada uno de vosotros se convirtió en un ser único y soberano, una parte de la mente de Dios para siempre, Se te ha enseñado que Dios es una entidad singular, que con sus manos hizo el cielo y la tierra, y después creó a la criatura viviente llamada hombre. Pero sois vosotros, poseedores de la divina inteligencia y la voluntad libre, los grandes creadores de la totalidad de la vida. Sois vosotros quienes crearon el sol de la mañana, el cielo del atardecer, y el encanto de todas las cosas que existen. Sois vosotros, en verdad, los creadores de esta noble criatura llamada hombre, para que así vosotros, que erais luces brillantes en el vacío del espacio, pudierais experimentar toda la maravilla de vuestras formas creadas.


Mis amados hermanos, el entendimiento de quiénes sois es, verdaderamente, una colección de ilusiones que habéis estado viviendo durante miles de años. Vosotros sois más que meramente humanos. Mucho más que la limitada criatura llamada hombre. Sois Dios. Siempre lo habéis sido y siempre lo seréis. Sois los grandes creadores inmortales que han estado viviendo aquí, vida tras vida, vida tras vida, para comprender este gran conocimiento que permitisteis que se os arrebatara.


Todos vosotros sois Dios mismo, creados de él mismo. Sois dioses creados por Dios, la primera y única creación directa de la Fuente de toda la vida. Al aventuraros en la exploración de la vida, habéis combinado vuestra suprema inteligencia con materia celular para convertiros en Dios-hombre: la mente de Dios expresándose en la forma llamada humanidad; dioses viviendo en la maravilla de su propia creación llamada hombre. La humanidad, el hombre, la mujer: es Dios, en verdad, maravillosamente disfrazado de entidades limitadas y miserables.


¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál es tu propósito y tu destino?

¿Piensas que eres meramente una criatura de coincidencia, nacida para vivir en una brizna del tiempo y después no ser nada más?

¿De verdad?

¿Qué te hace pensar que no has vivido antes? ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué tú?


Has vivido sobre este plano miles de vidas, y has ido y venido como un viento inconstante, has vivido cada cara, cada color, cada credo, cada religión. Luchaste y lucharon contra ti, fuiste rey y sirviente por igual, marinero y capitán, conquistador y conquistado. Has sido cada personaje de la historia. ¿Por qué? Para sentir, para adquirir sabiduría, para identificar el mayor misterio de todos los tiempos: tú.


¿De dónde crees que vienes? ¿Piensas acaso que eres simplemente un miserable montón de materia celular que evolucionó a partir de una célula? Entonces, ¿quién es el que mira tan fijamente desde lo más profundo de tu ojos? ¿Quién es la esencia que te da personalidad y singularidad, tu carácter y entusiasmo, tu capacidad de amar, de abrazar, de confiar, de soñar, así como el impresionante poder de crear? ¿Y dónde acumulaste toda la inteligencia, todo el conocimiento, y toda la sabiduría que manifiestas incluso desde que eras un niño? ¿Crees que te conviertes en lo que eres meramente en una vida que no es más que un suspiro en la eternidad?


Has llegado a ser lo que eres en la inmensidad del tiempo, al vivir vida tras vida. Y con cada una de esas experiencias has acumulado la sabiduría que te ha permitido dar forma a la belleza y singularidad que tú eres. Eres demasiado valioso, demasiado hermoso como para haber sido creado con el fin de vivir tan sólo en un instante de la eternidad del tiempo.


¿Crees acaso que tus padres te crearon? Tu madre y tu padre son tus padres genéticos, pero no te crearon. En un entendimiento mayor, ellos son tus hermanos queridos, y tú eres, en verdad, tan viejo como ellos, ya que todas las entidades fueron creadas en el mismo momento. Todas nacieron cuando Dios, el gran y magnífico pensamiento, se contempló a sí mismo y se extendió hasta la brillantez de la luz. Ese fue tu comienzo, y tu nacimiento. Tu verdadero Padre es Dios, el principio Madre/Padre de toda la vida.


¿Crees que tu cuerpo es lo que realmente eres? En absoluto. Tu cuerpo es sólo un manto que representa a la esencia invisible que es tu verdadera identidad: la colección de actitudes-sentimientos llamada personalidad-yo, que yace dentro de tu cuerpo.


Considera esto por un momento: ¿qué es lo que amas de otra entidad? ¿Es el cuerpo? No. Es la esencia de la otra persona lo que amas, la personalidad-Yo invisible que yace detrás de los ojos. Lo que tú amas en otro es la esencia invisible que hace que el cuerpo funcione, que los ojos parpadeen, que la voz sea melodiosa, que el cabello tenga brillo y las manos tacto.


Tu cuerpo es una máquina refinada y maravillosa —y en verdad lo es pero no es nada sin aquello que lo hace funcionar, que eres tú. Lo que tú eres no es tu cuerpo, sino una colección de pensamientos o sentimientos-actitudes que se presentan como una personalidad-yo única. ¿Y has visto alguna vez tus pensamientos? ¿Has visto alguna vez tu personalidad? Y tu risa, podrías oírla sin tu cuerpo? No tienes idea de cuán grande eres en realidad, porque lo que eres realmente es tan invisible como el viento. Así como yo soy un enigma para ti, también lo eres para ti mismo, el mayor enigma de todos.


¿Sabes lo que eres sin tus pretensiones? ¿Sin las máscaras que llevas? ¿Sin tu armadura de corazón duro? En el centro de tu ser, tú eres Dios, en verdad. Dios, el gran misterio para la humanidad, nunca estuvo fuera de ti. Pues lo que se oculta detrás de tus ojos, detrás de tus finas ropas, detrás de la ilusión de tu rostro, es la virtud invisible del pensamiento llamada Dios: la personalidad-yo que hace que tú seas tú. El Dios dentro de ti es la sublime inteligencia que te acredita y te da el impresionante poder de crear, es la maravillosa fuerza vital que sostiene tu vida por siempre y para siempre.


El cuerpo que habitas es una magnífica creación de los dioses: tú y tus amados hermanos. Fue creado para que tú, una esencia invisible de pensamiento y emoción, pudieras tener un intercambio con la vida que creaste sobre este plano. La criatura llamada hombre fue creada simplemente como un vehículo de expresión, de forma que, a través de los sentidos del cuerpo, todas las creaciones de este plano pudieran ser experimentadas y entendidas por los dioses que las crearon en el principio.


El cuerpo fue creado para albergar un sistema eléctrico muy complejo de variables de luz que forman y constituyen la verdadera entidad del Yo. Lo que realmente eres no es el tamaño de tu cuerpo. Eres un punto de luz diminuto. En la pequeñez de tu ser se acumula todo lo que has sido desde que naciste de Dios, tu amado Padre.


Tú, el principio-Dios, no eres una entidad de carne, sino un principio de luz redondeada e incandescente de energía pura, que vive dentro de un cuerpo con el fin de obtener el premio de la vida creativa, llamado emoción. Lo que realmente eres no es lo que habitas, sino lo que sientes. Se te conoce por tus emociones, no por tu cuerpo.


Lo que realmente eres es espíritu y alma, una entidad de luz y una entidad emocional combinadas. Tu espíritu —este pequeño punto de luz— rodea todas las estructuras moleculares de tu cuerpo; por lo tanto, alberga y sostiene la masa corpórea de tu cuerpo. Tu alma vive dentro de la masa, cerca del corazón, en una cavidad bajo una coraza de hueso en donde nada existe salvo energía eléctrica. Tu alma registra y almacena, en forma de emoción, cada pensamiento que hayas tenido. Es a causa de la colectividad única de emociones almacenadas en tu alma que tienes una identidad-ego, una personalidad-yo única. El cuerpo que habitas es simplemente un portador, un vehículo escogido y refinado que te permite vivir y jugar sobre un plano de materia. Sin embargo, gracias a tu vehículo, te has sumido en la ilusión o que tu cuerpo es lo que tú eres. Pero no es así. Así como Dios no tiene imagen, tú tampoco.


Gran Dios creador que eres, ¿quién piensas que ha creado tu vida? ¿Crees acaso que un ser supremo o fuerzas externas han controlado tu vida? Esa no es la verdad como se la conoce. Eres el único responsable de todo lo que has hecho, sido o experimentado. Tú, que tienes el poder de crear la magnificencia de las estrellas, has creado cada momento y cada circunstancia de tu vida. Quien tú eres, tú lo elegiste. Tu aspecto, tú lo creaste. El modo en que vives, tú lo diseñaste y destinaste totalmente. Este es el ejercicio y el privilegio, si quieres, de ser Dios-hombre.


Tú creaste tu vida a través de tus propios procesos de pensamiento y tu manera de pensar. Cada cosa que piensas, la sientes; y todo lo que sientes se manifiesta para crear las condiciones de tu vida.


Reflexiona sobre esto: basta sólo un momento para visualizar la felicidad, y todo tu cuerpo se sentirá feliz. Tan sólo basta un momento para jugar el papel de criatura desdichada a la cual no quiere nadie, y sentirás tristeza y pena por ti mismo. Sólo necesitas un momento para hacer eso. Basta un solo momento para dejar de sollozar y reír con alegría, un solo momento para dejar de juzgar y sentir la belleza de todas las cosas. Ahora, ¿quién está haciendo todo esto? Tú. Y mientras tú has tenido esta fantasía de sentimientos creados dentro de tu ser, ¿ha cambiado algo a tu alrededor? No. Pero todo lo que tú eres sí.


Eres precisamente lo que piensas. Cada cosa que piensas, así será en tu vida. Si contemplas una fantasía de copulación, tu ser será seducido. Si contemplas miseria, tendrás miseria. Si contemplas infelicidad, la tendrás. Si contemplas alegría, la tendrás. Si contemplas genio, ya está ahí.


¿Cómo se crea tu futuro? A través del pensamiento. Todos tus mañanas están diseñados por tus pensamientos del día de hoy. Porque cada pensamiento que contemplas, cada fantasía que tienes —sin importar cuál sea su Propósito emocional— crea un sentimiento dentro de tu cuerpo que queda registrado en tu alma. Ese sentimiento entonces sienta un precedente para las condiciones de tu vida, ya que producirá circunstancias que crearán y reflejarán el mismo sentimiento que fue grabado en tu alma. Entiende que cada palabra que pronuncias está creando tus días por venir, porque las palabras son sólo sonidos que expresan los sentimientos de tu alma que han nacido del pensamiento.


¿Crees que las cosas ocurren simplemente por casualidad? Esa no es la verdad como se la conoce. En este reino no existen tales cosas como los accidentes, las casualidades o una coincidencia. Y nadie es víctima de los designios o la voluntad de nadie. Todo lo que te ocurre, tú lo has pensado y sentido en tu vida, ya sea que lo hayas fantaseado en suposiciones y temores, o que alguien te haya dicho que sucedería, y tú lo aceptaste como verdad. Todo cuanto acontece, sucede como un acto intencionado y decretado por el pensamiento y la emoción. Todo.


Todo lo que alguna vez hayas pensado, cada una de las fantasías que has tenido, todo aquello de lo que has hablado, ha ocurrido o está por ocurrir. Porque, ¿cómo piensas que se crean todas las cosas? Se crean a través del pensamiento. El pensamiento es el auténtico fundador de la vida inmortal e indestructible, y tú lo has usado para convertirte en la vida, porque ese es tu eslabón con la mente de Dios.


Durante siglos, muchas entidades han intentado enseñarte esta verdad a través de adivinanzas, de canciones, de escrituras, pero la mayoría de vosotros no ha querido darse cuenta, porque muy pocos han aceptado la responsabilidad de llevar sus vidas sobre sus propias espaldas. Pero este reino funciona de manera que todo lo que piensas —cada actitud que tomas contigo mismo, el Padre, la vida— llegará a ser. Desde la más vil y horrorosa de las cosas, hasta la más exquisita y suprema, porque sólo tú conoces la diferencia; el Padre sólo conoce la vida. Así que conseguirás todo lo que pronuncies. Eres todo lo que piensas, tú «soy» todo lo que concluyas.


Mientras menos pienses de ti mismo, menos serás. Cuanto menos crédito te des por tu inteligencia, más imbécil serás. Mientras menos hermoso te creas, más feo te volverás. Mientras más pobre creas ser, mayor será tu miseria, porque así lo has decretado tú.


Contempla cuán grande es el amor de Dios, que te permite ser y crear por ti mismo cualquier cosa que desees y, sin embargo, nunca te juzga. Contempla cómo es el amor que tiene por ti, que manifiesta cada pensamiento que abrazas y cada palabra que pronuncias. Contémplalo.


Entonces, ¿quién es el creador de tu vida? Tú. ¿Quién es el diseñador de tu vida? Tú. Todo lo que tú eres, y todo lo que has experimentado, lo has creado a través de tu propio razonamiento colectivo a través del pensamiento, que es Dios. Tú has aceptado en tu vida precisamente lo que has deseado aceptar, y has experimentado la vida de acuerdo con tus valores aceptados. Eres tú quien determina lo que es bueno para ti, lo que es aceptable para ti y lo que va a ser experimentado por ti. Eres tú, con tu propio pensamiento.


No eres un esclavo, un sirviente, o el títere de alguna deidad que te observa en tu lucha. Tú vives en la inmensidad de la vida en exquisita libertad. Cada uno de vosotros tiene la voluntad libre para aceptar y abrazar cualquier pensamiento que elija; y con ese poder increíble lo has creado todo para ti mismo. Porque cada uno de tus pensamientos crea el destino que yace ante ti Y cada uno de tus sentimientos crea tu camino al que llamas vida. Cada cosa que pienses y luego sientas, así será en tu vida, pues el Padre dice: «Cada emoción, que así sea».


¿Quién eres tú? Eres Dios, que posees dentro del silencio de tu ser la capacidad de pensar, la capacidad de crear, la capacidad de convertirte en cualquier cosa que desees, porque en este momento eres, precisamente, lo que has elegido ser, y nadie te ha impedido que llegues a serlo. Eres el que dicta las leyes, el supremo creador de tu vida y de las circunstancias de la vida. Tú eres, de hecho, el supremo gobernante de una inteligencia totalmente sabia que te has negado a reconocer enteramente en ésta y en muchas otras vidas.


Hubo un tiempo en que podías crear una flor. Pero ¿qué creas ahora para ti mismo? Tus mayores creaciones son infelicidad, preocupación, pena, miseria, odio, discordia, negación de ti mismo, envejecimiento, enfermedad y muerte. Creas para ti una vida de limitación al aceptar creencias limitadas, que entonces se convierten en verdades inquebrantables dentro de tu ser, y por lo tanto, en la realidad de tu vida. Te separas de la vida al juzgar todas las cosas, a todo el mundo e incluso a ti mismo. Vives de acuerdo con un código de moda llamado belleza, y te rodeas de cosas que te permiten ser aceptado por la conciencia limitada del hombre, que no acepta nada salvo su propio ideal inalcanzable. Eres un bebé que nace para crecer, perder la vitalidad de tu cuerpo, y creer en el envejecimiento hasta que pereces.


Vosotros, los grandes dioses creadores que fuisteis una vez los vientos de la libertad, os habéis convertido en entidades que viven como rebaños, que se encierran en grandes ciudades y viven con miedo detrás de sus puertas y cerrojos. En lugar de altísimas montañas y maravillosos vientos, tenéis grandes edificios y una conciencia aterradora. Habéis creado una sociedad que regula cómo debéis pensar, lo que debéis creer, cómo debéis actuar, y cuál debe ser vuestro aspecto.


Temes a la guerra y a los rumores de guerra, temes a la enfermedad.Temes no ser reconocido. Tiemblas al mirar a alguien a los ojos, sin embargo anhelas ese afecto llamado amor. Cuestionas cada cosa buena que te sucede y dudas que te vuelva a suceder. Te arrastras en la plaza del mercado en busca de la fama y el éxito, el oro, las rupias, los dracmas y los dólares. ¡Ah! Sólo por un poco de alegría.


Tus pensamientos te han llevado a la desesperación, a creerte indigno. Tus pensamientos te han llevado al fracaso y a la enfermedad. Te han llevado hasta la muerte. Todas estas cosas las has creado tú. Pues el ardiente creador dentro de ti, que tiene el poder de tomar un pensamiento y crear universos, o situar estrellas incandescentes en los cielos durante una eternidad, se ha atrapado a sí mismo en la creencia y el dogma, en la moda y la tradición, pensamiento limitado tras pensamiento limitado. Y es tu propia incredulidad la que no te ha permitido vivir.


¿En qué no crees? En todo lo que no puedes percibir con los sentidos de tu cuerpo, en todo lo que no puedes ver, oír, tocar, probar u oler. Enséñame una creencia, ponla en mi mano. Enséñame una emoción, quiero tocarla. Enséñame un pensamiento, ¿dónde está? Muéstrame tu actitud, ¿qué aspecto tiene? Muéstrame la imagen del viento. Y muéstrame el tiempo, el mismo que te ha robado los preciosos momentos de tu vida.


Has desconfiado de los mayores regalos de la vida; y por eso no has permitido que ocurriera un entendimiento más ilimitado. Vida tras vida, existencia tras existencia, te has sumergido de tal manera en las ilusiones de este plano, que has olvidado el maravilloso fuego que fluye dentro ti. En diez millones y medio de años has pasado de ser una entidad soberana y todopoderosa, a estar totalmente perdido en la materia, esclavizado por tus propias creaciones del dogma, la ley, la moda y la tradición; separado por país, fe, raza y sexo; inmerso en los celos, la amargura, la culpabilidad y el miedo. Te has identificado de tal manera con tu cuerpo, que te has atrapado en la supervivencia y olvidado de la esencia invisible que realmente eres: el Dios que vive dentro de ti, que te permite crear tus sueños, cualquiera que elijas. Has rechazado abiertamente la inmortalidad; y por eso, morirás, y volverás aquí, una y otra y otra vez. Por eso, aquí estás de nuevo, después de haber vivido durante diez millones y medio de años y aún te aferras a tu incredulidad. Dios, la totalidad del pensamiento, es un gran teatro, en verdad. Y él permite escribir tu propia obra y representarla acto tras acto sobre el escenario. Y cuando cae el telón, cuando se dice la última palabra y se hace la última reverencia, mueres. ¿Por qué razón? Porque tú, el creador supremo de las leyes, crees que lo harás.


Esta vida es un juego; una ilusión. Todo lo es. Pero vosotros, los actores, habéis llegado a creer que es la única realidad. Sin embargo, la única realidad que siempre ha existido y siempre existirá es la vida, una esencia de ser libre y siempre continua que te permite crear tus juegos de cualquier manera que los quieras jugar.


Cuando te des cuenta de que tienes el poder con tus pensamientos de situarte en la ignorancia, en la enfermedad y en la muerte, también te darás cuenta de que tienes el poder de llegar a ser más grande simplemente abriéndote hacia un flujo de pensamiento más ilimitado que te permita tener mayor genio, mayor creatividad, y vivir para siempre. Cuando te des cuenta de que el Dios que creó el cuerpo en un principio es el poder que está dentro de ti, tu cuerpo nunca envejecerá ni enfermará, y nunca perecerá. Pero mientras te aferres a tus creencias y limites tu pensamiento, nunca experimentarás la infinitud que dio la gloria al sol de la mañana y el misterio al cielo del atardecer.


¿Qué pasa cuando te has rebajado tanto que pereces en este plano? Bueno, el cuerpo muere, pero tú, que piensas en el silencio que yace detrás de tus ojos, siempre vives. Cuando dejes este plano, si eliges morir, tu auténtico Yo no será enterrado debajo de la tierra, ni será pasto de los gusanos y después ceniza. Tú sigues como el viento. Vas al mismo lugar de donde viniste, y ahí decides lo que deseas hacer en tu próxima aventura, pues es eso es exactamente lo que es. Y volverás aquí, tantas veces como lo desees, hasta que recobres tu identidad como Dios. Entonces comenzarás una aventura mayor en verdad, en otro cielo, en otro lugar.


Se te ama mucho más de lo que nunca hayas imaginado, pues no importa lo que hagas, siempre vivirás. Entonces, ¿por qué te has preocupado? ¿por qué has luchado? ¿Por qué te has enfermado? ¿Por qué te has entristecido? ¿por qué te has limitado? ¿por qué no has disfrutado del esplendor del amanecer, la libertad del viento y la risa del niño? ¿Por qué no has vivido, en lugar de esforzarte?


Vivirás una y otra vez. Tu semilla es perpetua, es para siempre. A pesar de todas tus incredulidades, y sin importar cuánto limites tu reino, cuánto te preocupes y te desesperes hay algo con lo que nunca acabarás, y eso se llama vida. No importa lo incrédulo que seas, siempre tendrás vida, porque ese es el valor llamado Dios, y eso eres tú.


Esta vida que estás viviendo es un sueño, un gran sueño, una apariencia, si quieres. Es pensamiento jugando con materia, creando realidades profundas que atan tus emociones a este plano hasta que tú, el soñador, despierte.

Nunca supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca miraste quién eres y lo que eres. ¿Quieres ver cómo es Dios? Ve y mira en un espejo: lo estás mirando directamente a la cara.


Sabe que eres valioso. No hay medida que pueda medir tu valor. No hay imagen que retrate tu belleza. Y no hay final en tu reino.


El más grandioso sermón que se haya dicho alguna vez fue pronunciado por un gran maestro en lo alto de una montaña. Mientras miraba a las gentes que venían a escucharlo, les dijo: «He aquí a Dios». Eso fue todo lo que tuvo que decir: «He aquí a Dios». Pues cada uno de ellos había creado sus limitaciones, sus deseos y enfermedades, su riqueza o su pobreza, su alegría y su tristeza, su vida y su muerte.


He aquí a Dios. Recuerda esto. Porque tú eres él, quien vive en cada cosa. Un día dirás de ti mismo: «He aquí a Dios». Tocarás el Yo, eso es todo lo que tienes que hacer.


Del Libro Blanco de Ramtha .

(Red Ascensional a la Luz)

jueves, 11 de diciembre de 2008

TENER FE


Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos.

Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da.

Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros.

Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. La razón necesita muchas evidencias para arriesgarse, el corazón necesita sólo un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes que la vida nos regala no se pueden ver, ni siquiera palpar, sólo se pueden acariciar con el espíritu.

Tener fe es LEVANTARSE cuando se ha caído. Los reveses y fracasos en cualquier área de la vida nos entristecen, pero es más triste quedarse lamentándose en el frío suelo de la auto compasión, atrapado por la frustración y la amargura.

Tener fe es ARRIESGAR todo a cambio de un sueño, de un amor, de un ideal. Nada de lo que merece la pena en esta vida puede lograrse sin esa dosis de sacrificio que implica desprenderse de algo o de alguien, a fin de adquirir eso que mejore nuestro propio mundo y el de los demás.

Tener fe es VER positivamente hacia adelante, no importa cuan incierto parezca el futuro o cuan doloroso el pasado. Quien tiene fe hace del hoy un fundamento del mañana y trata de vivirlo de tal manera que cuando sea parte de su pasado, pueda verlo como un grato recuerdo.

Tener fe es CONFIAR, pero confiar no sólo en las cosas, sino en lo que es más importante... en las personas. Muchos confían en lo material, pero viven relaciones huecas con sus semejantes. Cierto que siempre habrá gente que te lastime y traicione tu confianza, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y sólo ser más cuidadoso con aquél en quien confías dos veces.

Tener fe es BUSCAR lo imposible: sonreír cuando tus días se encuentran nublados y tus ojos se han secado de tanto llorar. Tener fe es no dejar nunca de desnudar tus labios con una sonrisa, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes cuando tu sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien que se encuentre en peor situación que la tuya.

Tener fe es CONDUCIRSE por los caminos de la vida de la forma en que un niño toma la mano de su padre. Es que dejemos nuestros problemas en manos de DIOS y nos arrojemos a sus brazos antes que al abismo de la desesperación. Fe es que descansemos en él para que nos cargue, en vez de cargar nosotros nuestra propia colección de problemas.

QUE EN TU VIDA HAYA SUFICIENTE FE PARA AFRONTAR LAS SITUACIONES DIFÍCILES, JUNTO CON LA NECESARIA HUMILDAD PARA ACEPTAR LO QUE NO SE PUEDA CAMBIAR.

Autor desconocido

martes, 2 de diciembre de 2008

EL DIAMANTE INTERIOR


"A veces resulta difícil conocer y aceptar los diversos aspectos de nosotros mismos. A menudo hay fragmentos que deseamos ignorar o rechazar.

Aceptar verdaderamente todas las partes de nosotros mismos tal como somos nos permite crear un clima en el que puede tener lugar la transformación.

Una forma de pensar en nosotros mismos es considerarnos como diamantes, dotados de numerosas cualidades
destinadas a reflejar la luz.

Cada uno de nosotros es un diamante único y especial. No hay nadie más como nosotros.

Al ser el mejor amigo de nosotros mismos, necesitamos explorar todas nuestras facetas y valorar con realismo al observar cada uno de los aspectos de nuestro ser.

Cada faceta, por oscura que pueda parecer, reflejará la luz con claridad cuando esté completamente limpia de viejas heridas, creencias y pautas.

Se necesita tener sensibilidad para sentir aquellas cualidades que reflejan libremente la luz de nuestro yo superior, y valor para empezar a curar suavemente aquellas otras que han sido negadas porque se han visto nubladas y obstruidas.

Para contribuir a interiorizar el símbolo de ti mismo como un diamante, cierra suavemente los ojos e imagina que te encuentras al borde de un lago. La superficie está absolutamente en calma, como un espejo.

Un pequeño punto de luz empieza a reflejarse a partir del agua y pronto se transforma en una luminosidad hermosa, como si miles de brillantes diamantes bailotearan sobre la superficie del lago.

Visualiza la luz que se expande para incluirla dentro de ti, y ser junto con el lago como un solo y enorme diamante que refleja la luz y el amor a tu alrededor, abarcando a tu familia, tus amigos y finalmente, a todo el mundo, en su globalidad."

Autor: Desconocido

jueves, 27 de noviembre de 2008

EN EL CAMINO APRENDÍ ...


En el camino aprendí, que llegar alto no es crecer,
que mirar no siempre es ver, ni que escuchar es oír.
ni lamentarse es sentir, ni acostumbrarse es querer...

En el camino aprendí, que andar solo no es soledad
que cobardía no es paz, ni ser feliz sonreír.
Y que peor que mentir, es silenciar la verdad.

En el camino aprendí, que puede un sueño de amor
abrirse como una flor, y como esa flor morir,
pero en su breve existir, ser todo aroma y color.

En el camino aprendí que la humildad no es sumisión
la humildad es ese Don que se suele confundir:

NO ES LO MISMO SER SERVIL,
QUE SER UN BUEN SERVIDOR.

Cuando vayan mal las cosas, como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír,... aún teniendo que llorar.

Cuando el dolor te agobie y no puedas ya sufrir...

Descansar acaso debes, pero nunca desistir.

CUANDO TODO ESTÉ PEOR...
MÁS DEBEMOS INSISTIR.

Anónimo

sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE-Introducción

MORIR

Morir, no es cerrar los ojos
porque llega la noche final,
sino bajar los párpados
para no ser encandilado,
por la luz de un amanecer.

No es cruzar las manos
porque llegó el final de la tarea
sino descansarlas un poco,
porque pronto comienza
la tarea definitiva.

No es detener los pies
porque se acabó el camino,
sino darles un descanso
para estar en pie mañana,

No es callar la voz
porque llegó el silencio para siempre
sino darle su descanso
porque mañana hay
que amanecer cantando.

No es terminar el camino
en la oscuridad final,
sino cruzar el túnel
hacia la luz total.

No es sufrir la última desilusión,
porque todo acaba,
sino vivir la última esperanza,
porque todo empieza.

No es morirte para siempre,
sino comenzar a vivir
de otra manera.


De la muerte se ha escrito hasta la saciedad y se seguirá hablando, tal vez sea porque la única verdad que existe, después de nacer, es que tenemos que morir. ¿Que hay detrás de esta vida física? Eso es algo que todo ser humano se lo ha preguntado mas de una vez en el transcurso de su vida. Existen miles de libros que afirman responderla. ¿Quien tiene la verad? Las informaciones que tenemos al respecto, nos han llegado a través de las diferentes filosofías como la Griega, Romana, Egipcia u Oriental de esta última podemos destacar el libro Tibetano de la Vida y de la Muerte .Así mismo en su día y con gran éxito, el Dr. Raymond A. Moody recogió en varios libros las vivencias que habían tenido algunas personas que habían estado en el umbral de la muerte.

Parece ser, que al otro lado de la vida existen un sin fin de vivencias, que algunas personas, han contado cuando han regresado de esta experiencia, como por ejemplo:
  • Una paz y una dicha que se siente incluso durante una experiencia “penosa”.
  • La separación del cuerpo.
  • La entrada en una región oscura o túnel, para salir rápidamente hacia el cielo.
  • El encuentro con amigos y familiares difuntos, que están inmersos en una luz.
  • El descubrimiento de un ser superior.
  • El repaso de la vida de uno y la resistencia a volver al mundo de los vivos.

Cuando regresan, las personas que “murieron” no vuelven a ser las mismas. Viven la vida en su plenitud y creen que el AMOR Y EL CONOCIMIENTO son las cosas más importantes, ya que son las únicas cosas que uno se puede llevar.

El AMOR, porque es la “llave” con la que podemos abrir las diferentes “puertas” de los planos y subplanos superiores y el CONOCIMIENTO, que es lo que nos va hacer comprender en que situación nos encontramos, evitándonos angustias, malestar y sufrimientos.

Muchas personas no creen que exista otra forma de vida que la que tenemos en este plano físico, les diremos que, aunque respetamos su criterio, están equivocadas. La mayoría de los seres humanos no le da importancia a documentarse sobre la muerte, ignorando lo IMPORTANTE Y VITAL que es. Creemos que es importantísimo el tratar de documentarnos todo lo posible sobre las posibles realidades que puedan existir al “otro lado”, sobretodo por que el saber no ocupa lugar y si después de la muerte no existe nada, nada hemos perdido con documentarnos un poco. Pero, ¿Y si existe algo?, y por nuestra insistencia en negar otras posibilidades, nos rodeamos de angustias y sufrimientos que de otra forma hubiéramos evitado. Creemos que merece la pena, aunque para algunos sea “perder” el tiempo, aprender todo lo que podamos.

Una de las vivencias que cuentan aquellas personas que han regresado de una experiencia de “casi muerte” es que la vida de uno mismo se representa delante de nosotros sin omitir detalle por pequeño que sea. Esto es muy importante por varias razones, primero, nos va a permitir recordar todo aquello que hayamos aprendido en esta vida y de esta forma podamos poner en practica de acuerdo con nuestras necesidades y segundo el darnos cuenta del bien y del mal, de los aciertos y errores cometidos, sufriendo no solamente por el mal realizado, si no por las consecuencias que ese mal acarrearon, todo ello en aras de la propia evolución.

Mucha gente se dirá, ¿Como puede pasar delante de mi toda mi vida de 50, 60, 80 o más años en un instante? Es difícil de comprender, ya que estamos hablando de vivencias en un mundo no físico que no conocemos, donde no existe ni el tiempo ni el espacio. Nuestras energías sutiles que se liberan después de la muerte, se unen a los campos sutiles de la Naturaleza, donde están grabadas todas nuestras vivencias pasadas, presentes y futuras, algunos lo llaman Archivos Akásicos, los físicos cuánticos, campos de torsión, que están dentro de los vacíos, tanto primario como físico.

Como al principio decimos, mucho se ha hablado y escrito sobre que puede haber después de lo que llamamos muerte, tal vez sea por el secretismo y el tabú de que siempre ha estado rodeada, por las inquietudes que por ignorancia se tiene sobre este tema, ya que hablar, hablamos, pero como si no fuera con nosotros, como si la muerte fuese con el “vecino” y no con nosotros, y ya se sabe, la ignorancia es uno de los grandes males que más perjudican al ser humano y el tema en sí es muy controvertido ya que hablamos de un espacio-tiempo totalmente diferente e ignorado por la Humanidad. De ahí toda nuestra INSISTENCIA en que tratemos de prepararnos para la única verdad que existe después de nacer. ¿Verdad que es paradójico?

Hace tiempo una buena amiga, nos regalo un libro, que para nosotros es una joya, se titula Teosofía Explicada de P. Pavri, ya lo hemos mencionado en otros artículos, está descatalogado pero en Internet se encuentra. De este libro hemos extraído parte de lo que, en siguientes artículos, explicaremos sobre la vida después de la muerte. Es extensa y profunda su explicación, pero el tema lo merece, máxime cuando se quiere que el lector aprenda todo, repetimos todo lo referente al estudio de este tema tan CRUCIAL para el ser humano.

Ángel y Pilar

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (1ª parte)


Vamos a ir desmenuzando en los siguientes artículos este tema, que para nosotros creemos que no solamente es interesante sino entendemos que es VITAL su conocimiento. Tal vez no lo entendáis o creáis, pero si al menos lo leéis, aunque solo sea una sola vez, todo esto lo recordaréis cuando llegado el momento pase por delante de vosotros toda vuestra vida física y entonces comprenderéis lo importante de aquella lectura que hicisteis en este mundo físico.


PREG. — ¿Cuál es la ventaja de conocer, durante la vida, la condiciones en el más allá de la muerte? ¿Por qué debería un hombre preocupar su mente con estos asuntos, si está seguro de encontrar por si mismo la verdad de los hechos luego que muera?

RESP. — Este argumento es, en varios modos, defectuoso. No se toma en consideración el terror qué, debido a la ignorancia, ensombrece las vidas de tantos que mueren llenos de temor; ni las tristezas de la separación, ni la ansiedad que sienten los sobrevivientes respecto a la suerte que corran, luego de morir, los seres que les son queridos. El temor está inspirado no tanto por la expectación definida de algo terrorífico, sino por un confuso sentimiento de lo incierto, por el horror a un abismo de ociosidad. Quien así pregunta, ignora* también el hecho de que el hombre, después de la muerte, no se da cuenta inmediatamente de sus errores, y que, debido a su falta de capacidad para corregirlos a la luz de la verdad, frecuentemente habrá de sufrir mucho. El hombre ordinario, carente de conocimientos, está ligado en el astral por el "elemental deseo", del cual pronto se hablará; no comprende las posibilidades de la vida después de la muerte, y pierde así muchas oportunidades de servicio y de progreso.

Si bien las leyes de la naturaleza nos están llevando siempre consigo, sepámoslo o no, sin embargo, si lo sabemos, podemos cooperar con ellas con gran ventaja de nuestra parte. Esto no podríamos hacerlo estando en las tinieblas de la ignorancia. Saber, es como caminar a plena luz; y comprender las leyes de la naturaleza es adquirir el poder de acelerar nuestra evolución, aprovechándonos de aquellas Leyes que apresuran nuestro crecimiento y evitando la acción de aquellas otras que lo retardarían.

Por lo demás, ya con el conocimiento de la existencia allende la muerte, un hombre se da cuenta de la verdadera proporción que existe entre el fragmento físico de la vida y el resto de ella, por lo cual no pierde su tiempo en trabajar solamente para el período físico, que es como la décima o la vigésima parte de toda una vida entre dos encarnaciones. Igualmente, cuando el hombre (llega a lo que se llama el mundo astral, después de la muerte, no se siente alarmado, puesto que comprende las condiciones de su ambiente y sabe cuál es la mejor manera de trabajar en ellas, y así, lo hace con valor y confianza.

Aún el hombre que hubiere escuchado las verdades teosóficas tan sólo en una conferencia, al encontrarse en el mundo del más allá de la muerte, se dará cuenta de la exactitud general de las enseñanzas, y tratara de recordar las recomendaciones que escuchó acerca de la conducta que debe seguirse, y, teniendo por lo menos un punto de contacto con lo conocido, puede evitarse mucho del malestar, turbación y temor que sienten otros que se hallan en completa ignorancia. Pero la mayor de las ventajas de tal conocimiento es que él se sienta con suficiente fortaleza para tender una mano de ayuda a otros y generar así buen karma para él.


PREG. — Según eso ¿qué sucede a un hombre al otro lado de la muerte?

RESP. — Para conocer esto, deberíamos comprender exactamente qué es la muerte. Hay una gran cantidad de pesar por completo innecesario, de terror y de angustia que la humanidad, como un todo, ha sufrido y sufre aún, a causa de la ignorancia y de la superstición acerca de la muerte que ella considera como un salto formidable y terrible hacia un abismo desconocido.

En un principio, la muerte no es más que desechar el cuerpo físico, la vestidura externa del Ego o sea del hombre real, el cual continúa entonces viviendo en su cuerpo astral hasta que se agote la fuerza generada durante su vida terrestre por sus emociones y pasiones. Entonces tiene lugar una segunda muerte y al separarse el cuerpo astral del hombre, se encuentra éste en su cuerpo mental, en lo que se llama él mundo celeste. Y tiene que permanecer allí hasta que se agote la fuerza de los pensamientos in egoístas que hubiere engendrado durante sus vidas física y astral. Desechando también este tercer cuerpo, el hombre permanece por algún tiempo como un Ego, en su propio mundo, en el cuerpo causal, antes de retomar la encarnación.

Y así la muerte no es otra cosa que nacer en otra región; es un proceso repetido de quitarse vestiduras, pues el hombre inmortal sacude de sí, una tras otra, las envolturas externas para pasar a un estado superior de conciencia.


PREG. — ¿Cómo se separa de su vehículo físico el hombre real?

RESP. — Durante el lento proceso de morir, el doble etéreo llevando consigo, a Prana y a los principios superiores, va deslizándose fuera del cuerpo denso, al cual queda conectado por un hilo magnético. En el momento solemne de la muerte, aunque esta sea repentina, la vida pasada desfila rápidamente en revista ante el Ego, hecho del que han dado testimonio aquellos a quienes se ha salvado por ejemplo, de ahogarse. El Ego revive entonces toda su vida en estos pocos segundos antes de la muerte, cuando la personalidad, unificándose con el Ego ómhiciente y pasando revista a la vida entera que desfila ante él en sus más mínimos detalles, ¿con la cadena completa de causas y efectos, se contempla ya sin el engaño del “yo” y comprende el propósito de la vida. Por consiguiente durante el lento proceso del morir, debería observarse en la habitación del moribundo una extrema quietud y control de sí a fin de no perturbar al Ego que está absorto en la contemplación de su vida pasada; y no debería permitirse ningún llanto ni lamentación que implique la idea de una egoísta pérdida personal.

Lentamente el hombre se retira así del cuerpo físico, envuelto en el doble etéreo color gris violeta, hasta que el hilo magnético se rompe. Entonces, se sume él, en una pacífica inconciencia mientras el doble etéreo flota sobre el cuerpo denso.

Los actos de morir y entregarse al sueño son similares, excepto en muy pocos detalles. En ambos casos, el hombre se desliza fuera del cuerpo físico. Cuando se entrega al sueño, deja al cuerpo etéreo con la envoltura física sobre el lecho y él se separa dentro de su cuerpo astral. Aquel se conserva con vida por las corrientes de vitalidad que fluyen a través de ambos; pero, a la hora de morir, él retira también consigo el doble etéreo, y como tal doble no es un vehículo, el hombre, preso en él, generalmente permanece inconsciente, a lo menos por unos momentos, y no puede funcionar ni en el mundo físico ni en el astral.

Después de algún tiempo, el cual varía desde unos pocos momentos hasta unas cuantas horas, días y aún semanas, (pero ordinariamente en unas treinta y seis horas), los cinco principios superiores se desenlazan del doble etéreo sacudiéndolo como antes fuera sacudido el cuerpo denso, dejándolo insensible como un cadáver. Prana, habiendo perdido así su vehículo, regresa al gran repositorio de vida universal, así como el agua contenida en una vasija que se arroja al mar, se mezclará con el agua del océano si la vasija se rompe. El hombre queda ahora residiendo en su cuerpo astral, listo para la vida astral.


PREG. — Habla usted de sumirse en una pacífica inconsciencia, pero, ¿Acaso no hay muchos seres que sufren terriblemente al momento de morir?

RESP. — Las agonías de la muerte y las luchas finales generalmente son tan sólo movimientos espasmódicos del cuerpo físico, después que el Ego consciente lo ha dejado. En casi todos los casos, el instante de morir es perfectamente indoloro, aún cuando haya habido largos y tremendos sufrimientos durante la enfermedad. Y esto se demuestra por la apacible expresión que tan a menudo aparece sobre la faz después de la muerte, así como por el testimonio directo de muchos de aquellos a quienes se les ha hecho esta pregunta inmediatamente después que murieron.


PREG. — ¿Qué sucede con el doble etéreo ya separado después de la muerte?

RESP. — El cuerpo físico, ya abandonado al desenfreno de las innumerables, vidas que previamente estaban mantenidas en cohesión por Prana que actuaba a través del doble etéreo, comienza a decaer y sus partículas pasan a formar otras combinaciones a medida que sus células y moléculas se desintegran; permaneciendo el doble etéreo cerca de su contraparte física participando del mismo destino por pocas semanas o meses, precisamente por la misma razón, a saber, que la fuerza coordinadora de Prana se está retirando de el. Sin embargo, no debe suponerse que estas dos desintegraciones dependen una de otra. Los clarividentes ven en los cementerios estos espectros etéreos flotando sobre las tumbas, en dónde fueron enterrados los cuerpos físicos, y presentando a veces mucha semejanza al cuerpo denso, y otras una apariencia de neblinas o luces violáceas. Es conveniente por muchas razones quemar los cadáveres y no sepultarlos.


PREG. — ¿Por qué es preferible la cremación: al enterramiento?

RESP. — Hay varias razones para ello.

I. — Nada de lo que ordinariamente se hace al cadáver físico debe causar molestia alguna al hombre real que ya vive en el plano astral, si bien a veces la ocasiona debido a su ignorancia e insensatez. La duración de la estancia de un hombre en el mundo astral después de la muerte, depende de dos factores: La naturaleza de su vida física pasada y su actitud mental después de la muerte. Durante su vida terrenal él afectó la construcción de su cuerpo astral, directamente, mediante sus pasiones y emociones, e indirectamente, desde la parte superior, por la acción refleja de sus pensamientos; y desde la parte inferior, por la de todos los detalles de su vida física, (su continencia o su libertinaje, su alimentación y su bebida, etc.) Si por haber persistido en las malas pasiones y deseos durante la vida terrestre, creó para sí un tosco vehículo astral, se encontrará, después de la muerte, atado al plano astral durante el dilatado y gradual proceso de la desintegración de aquel cuerpo. Por otra parte, si por haber vivido decentemente, se construyó él un vehículo compuesto en su mayor parte de materiales finos, tendrá muy pocas pesadumbres después de la muerte y pasará con suma rapidez a través del plano astral. Esto es generalmente comprendido, pero parece que a menudo se olvida el segundo gran factor, su actitud mental después de la muerte.

Lo importante para él es darse cuenta de que en esta etapa se está alejando firmemente hacia el mundo del verdadero Ego, y que su preocupación debe ser desprender sus pensamientos, lo más que le sea posible, de las cosas físicas y fijar su atención más y más en los asuntos espirituales que posteriormente lo ocuparán en los niveles Devachánicos. Haciéndolo así, facilitará en gran manera la natural desintegración astral y evitara el error común de detenerse innecesariamente en los niveles inferiores de aquel plano.

Sin embargo, muchos seres sencillamente rehúsan tomar sus pensamientos hacia lo elevado; los asuntos terrenales fueron los únicos por los cuales tuvieron algún interés vital y así se aferran a ellos con desesperada tenacidad, aún después de la muerte. Por supuesto, la impetuosa fuerza de la evolución llega a ser demasiado potente para ellos y se ven arrollados por su corriente benéfica; empero, ellos luchan a cada paso, y se resisten, causándose no tan sólo molestias y sufrimientos innecesarios, sino también una seria demora en su progreso ascendente. Ahora bien, en esta ignorante oposición a la voluntad cósmica, un hombre se ayuda mucho por la posesión de su cadáver físico, como si éste fuese una especie de punto de apoyo en el plano físico. Se encuentra, naturalmente, en íntima relación con él, y sí fuese tan necio para desear hacerlo así, podría usar su cadáver como un ancla que lo retuviese firmemente adherido a los niveles inferiores hasta que la descomposición llegase a ser muy avanzada.

Y así, aunque ni el enterramiento ni el embalsamamiento de un cadáver pueda forzar en manera alguna al Ego al cual perteneció, a prolongar su estancia en el mundo astral en contra de su voluntad, cualquiera de estas causas, es una positiva tentación que el tiene para detenerse, y le facilitaría el hacerlo si él ignorantemente lo deseara. Por tanto, la incineración libra al hombre de sí mismo en este asunto, pues cuando su cuerpo ha sido desintegrado de esa manera, sus naves fueron, literalmente, quemadas tras de sí; y su poder de retroceso disminuyó grandemente.

II. — Ya sea que el cuerpo denso fuere quemado, ó que se le permita agotarse lentamente en la repulsiva manera habitual, o que fuere preservado indefinidamente como una momia Egipcia, el doble etéreo prosigue su propio curso de lenta desintegración, sin ser afectado por; aquellos procedimientos; empero, la cremación es de aconsejarse desde el punto de vista sanitario, puesto que evita muchos peligros a los seres vivientes, por la rápida disociación de los remanentes físicos.

III. — La cremación impide por completo cualquier intento de una reunión parcial e innatural de los principios por la galvanización del cadáver etérico, en las proximidades del cuerpo denso inmediatamente después de la muerte, o en la sepultura aún después del enterramiento.

IV. — La cremación impide enteramente cualquier esfuerzo de hacer un mal uso del cadáver con el propósito de los horripilantes ritos de la Magia Negra, cosa que tan seriamente afecta la condición del hombre en el plano astral.......... continuará.


LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (2ª parte)

PREG. — Entonces ¿qué sucede al hombre en su cuerpo deseos o astral, después que ha sacudido de sí el doble etéreo y se ha separado de Prana (energía vital)?

RESP. — Cuando se abandona el cuerpo físico a la hora de morir, comienza a desarreglarse todo el orden de las envolturas de la personalidad, y el cuerpo astral empieza a desintegrarse. De esto se da cuenta instintivamente el elemental deseo, la vaga conciencia corporal del cuerpo astral y se atemoriza en el acto. Teme perder aquella habitación que lo capacita a mantenerse separado del resto, dándole así una oportunidad inusitada para el progreso, y teme que la desaparición final del cuerpo astral ponga término a su propia vida (elemental) como entidad separada; por lo cual inmediatamente se pone en obra para protegerse por medio de un método muy ingenioso. La materia del cuerpo astral es mucho más fluida que la del físico, y el elemental, aferrándose a sus partículas, las ajusta otra vez de tal suerte que este nuevo arreglo del cuerpo astral pueda resistir a toda usurpación, fricción o desintegración, tanto cuanto lo permita su constitución, reteniendo, por consiguiente, su forma lo más que le es posible. Durante la vida terrenal, las distintas clases de materia astral se entremezclan para la formación del cuerpo de deseos o cuerpo astral, pero el reajuste consiste en la separación de sus materiales, de acuerdo con su densidad, en una serie de siete cascarones concéntricos, el más fino en el centro y el más denso en la periferia, constituido cada cascarón por la materia de cada subplano.


PREG. — ¿Cómo puede afectar al muerto este reajuste que hace el elemental deseo?

RESP. — El cuerpo físico adquiere información del exterior por medio de ciertos órganos que se han especializado como instrumentos de sus sentidos. Pero el cuerpo astral no tiene órganos separados y lo que en el cuerpo astral corresponde a la vista es el poder que tienen sus moléculas para responder a impactos del exterior que les llegan de moléculas similares, de tal manera que un hombre podrá percibir un objeto astral, de materia de una subdivisión particular, solamente que existan en la superficie de su cuerpo astral, partículas que pertenezcan a tal subdivisión. Durante la vida física se mezclan en su cuerpo todas las siete clases de materia astral y están en movimiento continuo como las partículas de agua hirviente. En cualquier momento dado se hallan representadas, en la superficie de su cuerpo astral, partículas de todas las variedades, y por consiguiente cuando él se halla funcionando en aquel cuerpo, durante el sueño, puede ver cualquier objeto astral de la materia de cualquier subdivisión; pero debido al reajuste de la materia de su cuerpo astral en estratos concéntricos, que ignorantemente, permitió él a su elemental astral fabricar después de la muerte, se halla confinado a un subplano en un solo tiempo, es decir, su conciencia recibe impresiones tan sólo mediante un tipo de materia, y así obtiene una vista extremadamente parcial del mundo en el cual se encuentra.

Teniendo en la superficie de su cuerpo astral solamente las partículas más ínfimas y groseras, únicamente puede percibir impresiones de las correspondientes partículas externas. Pero, siendo las vibraciones de tal materia densa, expresiones tan sólo de sentimientos y emociones indeseables, y de la menos refinada clase de entidades astrales, él solamente puede darse cuenta de aquella inferior variedad de materia astral que corresponde a la sólida aquí abajo, y ver solamente los habitantes indeseables del mundo astral, y sentir solamente sus más desagradables y vulgares influencias. Los demás hombres que le rodean y que son de un carácter común y corriente, le parecerán monstruos de vicio, ya que tan sólo puede ver y sentir únicamente, lo más bajo y vil de ellos. Aún sus amigos, los que murieron pocos años antes y han transferido ya su conciencia a los niveles superiores le parecen peores de lo que él esperaba, porque ahora es incapaz de apreciar cualquiera de sus buenas cualidades. Bajo tales circunstancias, no es de extrañar que él considere al mundo astral como un infierno; sin embargo, de ninguna manera es de atribuir la culpa al mundo astral sino a él mismo, primeramente por haber consentido dentro de sí tanta cantidad de aquel más rudo tipo de materia astral; y segundo, por permitir que lo domine aquélla vaga conciencia astral y que reajuste su materia astral a su manera particular.

Con el transcurso del tiempo, pasará a los subplanos superiores, uno tras otro, a medida que se desgaste cada una de las cubiertas concéntricas; pero la vida astral del hombre se prolonga así indebidamente, retardando el progreso del alma.


PREG.— Dijo usted que el permitir ese reajuste es un resultado de la ignorancia; entonces ¿puede un hombre impedirlo y, evitándose el quedar confinado a los subplanos inferiores, uno tras otro, de abajo arriba retener su capacidad de mirar cualquier objeto astral de la materia de cualquier subplano?

RESP.— Durante su vida pudo él rehusar, la satisfacción a sus bajos deseos, reemplazar todas las partículas burdas por otras más finas y elevadas, cambiando así la materia astral dentro de sí, construyéndose un elemental astral de tipo superior.

Además, como el hombre ordinario no tiene conocimiento de estas cosas, acepta pasivamente el reajuste después de la muerte, especialmente a causa de que el elemental deseo le trasmite su propio temor de un indescriptible peligro de destrucción; pero el hombre debería sencillamente resistir aquella irrazonable sensación de temor por medio de una serena aserción de conocimiento, y, oponiéndose al reajuste que lo retendría en un solo subplano, debería insistir en mantener abiertas también sus comunicaciones con los niveles astrales superiores. Y así podrá escapar de la esclavitud del elemental deseo quebrantando lenta pero firmemente su resistencia; y encontrándose entonces prácticamente en igual posición a aquella en la que estaba acostumbrado a funcionar durante su vida terrestre, podrá capacitarse para actuar libremente y para retener su poder de mirar todo lo del mundo astral como lo hacía antes, y no solamente la parte más baja y repugnante del mismo. Y entonces podrá también ayudar a sus amigos enseñándoles la manera de liberarse a sí mismos. El hábito de volver los pensamientos hacia lo interno en la meditación, y la práctica de dirigir las emociones por la voluntad y el intelecto, previenen asimismo este "encorchamiento" que no es frecuente entre los seres que han sabido controlarse.


PREG. — ¿Cuál es, pues, el estado de un hombre ordinario en Kamaloka o mundo astral, inmediatamente después de la muerte?

RESP. — Al encontrarse un hombre libre ya de su doble etéreo, no es seguro que llegue desde luego a ser consciente del mundo astral, especialmente si murió súbitamente. Porque el retiene consigo una buena cantidad de la clase inferior de materia astral, y de día puede fabricarse un cascarón a su alrededor. Con todo, si oportunamente hubiere aprendido a mantener a raya los deseos sensuales de varias clases, su conciencia ya no estará acostumbrada a funcionar mediante tal materia. En el cuerpo astral reajustado, tal materia se congregará al exterior y por consiguiente será el único canal abierto a las impresiones extremas. No estando acostumbrado a recibir éste género de vibraciones, el hombre no puede desarrollar ahora, de pronto, el poder de funcionar conscientemente mediante el y permanecerá, por tanto, inconsciente de todo lo desagradable de aquel ínfimo subplano, hasta que aquella burda materia se desgaste gradualmente y salga a la superficie alguna porción de materia de la que estuviera él acostumbrado a usar. Tal oclusión, sin embargo, es raras veces completa, pues aun en el cascarón más bien hecho, algunas partículas de la materia más fina encuentran el modo de surgir a la superficie y trasmiten al ser fugaces destellos de su ambiente circundante.

Normalmente, un muerto es inconsciente hasta que se desembaraza del doble etéreo y así, cuando despierta a una nueva vida, tal Vida es la del mundo astral. Pero algunas personas, debido a la ignorancia, se aferran tan desesperadamente a la existencia física, que difícilmente soltarán su asimiento del doble etéreo después de la muerte. Sienten que, por lo menos, es aquel una especie de lazo con el único mundo que conocen. Lograrán retener así este contacto por algún tiempo, pero a costa de gran contrariedad para ellos mismos. Como el doble etéreo es tan sólo parte del vehículo físico y no un vehículo en sí, un cuerpo en el cual se vive y se funciona, tales seres no pueden adquirir un contacto pleno con el mundo de la vida terrestre ordinaria por falta de órganos físicos sensoriales, en tanto que tampoco son conscientes del mundo astral a causa de la costra de materia etérea que los rodea. Y así se hallan aislados de ambos mundos y se encuentran rodeados de una densa niebla gris, a través de la cual ven muy confusamente las cosas del mundo físico desprovistas de color o matiz. Luchando terriblemente por mantener su posición, vagan a la deriva en esta condición de soledad y desdicha hasta que, de tanto cansancio, llegan a soltar su presa y pasan a la relativa felicidad de la vida astral. A veces, en su desesperación, se aferran ciegamente a otros cuerpos, —a un cuerpo infantil y aún al cuerpo de un animal—, y tratan de entrar en ellos, y en ocasiones tienen éxito en tales atentados, si bien a costa de ulterior sufrimiento para ellos mismos en un próximo futuro. Todas estas desgracias y trastornos, que enteramente surgen de la ignorancia, jamás pueden acaecer a uno que entienda algo de las condiciones y leyes de la vida post-mortem.

Un hombre ordinario, al despertar en el plano astral después de la muerte, notará muy poca diferencia con aquello que le ha sido familiar en el mundo físico. El mundo astral se extiende a un poco menos de la distancia medía de la órbita de la luna y los tipos de materia de las diferentes subdivisiones se ínter penetran con perfecta libertad, siendo la tendencia general que la materia más densa se coloque hacia el centro, por lo cual si bien las varias subdivisiones no quedan una sobre otra como las cubiertas de una cebolla, el arreglo de la materia de aquellas subdivisiones participa algo de tal carácter.

El hombre que no ha permitido el reajuste de su cuerpo astral tiene libertad de tránsito por todo el mundo astral, y puede flotar en cualquier dirección a su voluntad, si bien generalmente permanece en la proximidad de aquello a lo cual se acostumbró, es decir en donde están sus intereses.

Además, la materia astral ínter penetra a la materia física como si ésta última no existiera; con todo, cada subdivisión de la materia física tiene una fuerte atracción por la materia astral de la subdivisión correspondiente. De aquí que cada cuerpo físico tenga su contraparte astral y que el muerto pueda, por consiguiente, percibir su casa, su cuarto, sus muebles, sus parientes y amigos. Los vivientes piensan del amigo muerto como si lo hubiesen perdido, pero aquel amigo, si bien incapacitado para ver los cuerpos físicos de los vivientes, ve sus cuerpos astrales, es decir, las contrapartes astrales correspondientes exactamente a los delineamientos de los cuerpos físicos, y así se da cuenta de la presencia de sus amigos, aunque no puede impresionarlos de ninguna manera cuando éstos se hallan despiertos, con su conciencia en el mundo físico, ni comunicarse con ellos ni leer sus pensamientos más elevados. También puede mirar sus emociones por el cambio de color en sus cuerpos astrales. Los amigos, igualmente, cuando están dormidos, son conscientes en el mundo astral y pueden comunicarse con sus muertos tan libremente como durante la vida física, si bien generalmente olvidan todo una vez despiertos.

La muerte no cambia a un hombre en manera alguna; éste sigue siendo el mismo en todo su aspecto, excepto en haber perdido su cuerpo físico. Sus pensamientos, deseos y emociones, son exactamente los mismas, y su felicidad o desgracia dependen del grado en que lo hubiere afectado la pérdida de su cuerpo físico. A menudo no cree él que está muerto, ya que mira sus antiguos objetos familiares y sus amigos alrededor de sí, pero empieza a darse cuenta de la realidad en cuanto ve que no siempre puede comunicarse con ellos. Les habla poco después de su muerte y parece como que ellos no lo oyen, trata de tocarlos, pero con sorpresa ve que no hace ninguna impresión en ellos. Durante algún tiempo trata de persuadirse de que está soñando, pero gradualmente descubre que, después de todo, ya murió. Entonces, por regla general, empiezan los muertos a sentirse decepcionados de las enseñanzas que recibieron. No comprenden donde se hallan o que les ha sucedido, ya que su situación no es la que esperaban desde el punto de vista ortodoxo. Como lo dijo un general Inglés al encontrarse en condición semejante: ¿Entonces, si estoy muerto, en dónde me hallo? Si este es el cielo, no me parece gran cosa. Y si es el infierno, está mejor de lo que yo esperaba.

Y así, a causa de esta infundada y blasfema teoría del fuego infernal, se ocasiona gran cantidad de inquietud y aún de agudo sufrimiento, por completo innecesario, ya que daña allende la tumba lo mismo que aquende ella; pero prontamente se encuentra el desencarnado con un protector astral o con algún otro muerto ya bien instruido y aprenderá por él que no hay causa alguna de temor y que hay una vida razonable que puede vivirse en este mundo nuevo, lo mismo que en el que abandonó.

Entonces descubre él, por grados, que hay mucho que es nuevo y mucho que tan sólo es contraparte de lo que ya conoce, pues en este mundo astral los pensamientos y los deseos se expresan en formas visibles, si bien están compuestos, en su mayor parte, de la materia más fina del plano. Esto se hace más y más patente a medida que avanza su vida astral y que él se va retirando más y más dentro de si mismo. A medida que el tiempo transcurre, presta menos y menos atención a la materia inferior que forma la contraparte de los objetos físicos, y se ocupa más y más de la materia superior de la cual se construyen las formas, mentales, esto es, hasta donde sea posible que las formas mentales aparezcan en el mundo astral; y así su vida se va transformando en una vida en el mundo del pensamiento y se desvanece de su horizonte la contraparte del mundo que él ha dejado tras de sí, no porque él haya cambiado de localidad en el espacio, sino, porque su interés ha cambiado de centro. Todavía persisten sus deseos, y las formas que lo rodean serán en gran parte la expresión de tales deseos, pero las felicidades o contrariedades de su nueva vida dependerán principalmente de la naturaleza de aquellos deseos.

Toda la vida astral después de la muerte es un proceso constante y firme de retrotraerse el Ego dentro de sí mismo, y cuando a su debido tiempo llega el alma al límite de aquel plano, muere para él de la misma manera que murió para el mundo físico, es decir, desecha el cuerpo de la materia, de aquel plano y lo deja tras de sí, pasando a una vida mas elevada y más plena en el mundo celeste. ................. continuará.