Ah, hijo mío amado ¿cómo habré de decirte, cómo podré penetrar a través de ese muro de inconsciente orgullo de propia virtud, de egoísta suficiencia, de superioridad espiritual e independencia, que tu personalidad ha edificado alrededor de ti, y el cual evita que Mis Palabras de Verdad, habladas por conducto de otros, penetren hasta la conciencia de tu Alma?
¿Cómo podré Yo vencer este sentimiento que acaso ahora se apodera de tu conciencia humana, y despierta tu ira y oposición, para que no puedas penetrar la profunda importancia de Mi significado?
¿No ves que si tal sentimiento se manifiesta en tu corazón, es porque la personalidad te domina aún en gran manera, pues que de tal modo se impone? ¿No alcanzas a comprender que mientras aquellas palabras como las que antes te he dirigido, aun cuando procedan de una fuente cualquiera, no pueden crear en ti una comprensión grata de su intención amante y caritativa; y que en caso de que algún sentimiento de naturaleza rebelde o antagónica se despierte en ti, mientras tú no puedas reconocerlas inmediatamente, así como su origen y puedas proceder a trasmutarlas en amor y gratitud hacia Mí por haberte mostrado, de esa manera, las debilidades que en ti aún existen, no podrá ser un conducto puro y fiel por medio del cual las enseñanzas del Cristo habrán de darse?
¿No ves que cuando uno se constituye en maestro de los demás y asume el puesto de mediador entre ellos y Dios, interpretándoles Su Voluntad y Su Designio, toma uno sobre sí una gran responsabilidad, a menos que se viva en la conciencia de Dios y de su Amor, de tal modo, que El sea capaz de hablar y expresarse por medio de la mente y cuerpo humanos de uno, sin estorbo de ninguna clase?
Y estas palabras se han escrito para aquél que sincera y firmemente busca a Dios; para aquél que seriamente se esfuerza por permanecer en El y dejar que Su conciencia permanezca en su corazón (si supiera cómo lograrlo), así como para aquél que anhela solamente conocer Su voluntad, de modo que pueda obedecerla y servirle en todos los medios posibles; sí, estas palabras se han escrito para que todo aquél que así obra, pueda conocer, sin sombra alguna de duda, que YO, el verdadero Yo, en él mismo, SOY Dios.
Hay muchos seres que pretenden conocerme, que declaran ser Mis discípulos y estar dando Mis enseñanzas, diciendo que están enseñando y predicando el modo de alcanzar la unificación; pero tanto quienes externamente hacia los demás, como en sus pensamientos más íntimos, se hallan de tal manera confundidos con su personalidad e influenciados y dominados de tal modo por ella, que realmente no me conocen, aun cuando proclamen diariamente que Yo Soy quien les dirige y quien habla por medio de ellos. Para tales seres, también se han escrito estas Palabras.
Es verdad que Yo hablo por dichos seres; pero no como ellos lo entienden, porque ellos enorgulleciéndose personalmente de los pensamientos hermosos que a veces brotan de sus bocas, así como por la ayuda que estos pensamientos proporcionan a los demás, no conocen cuándo hablo Yo en ellos y cuándo su personalidad; pues si ellos en verdad Me conocieran, no se enorgullecerían ni se atribuirían mérito alguno, ni pensarían en sí mismos, sino que permanecerían humildemente en la conciencia de Mí, que lo hago todo, y me dejarían, a Mí y a Mi Amor Impersonal regir cada detalle de sus vidas.
Sin embargo, Yo hablo por conducto de dichas personalidades orgullosas y aún por conducto de los hipócritas, y preceptores de falsas doctrinas empleando todos los medios para llevar al Alma investigadora, las fases de Verdad necesarias para conducirla a la unidad consciente conmigo; porque, recuérdalo, la verdad no siempre es dulce, y muy a menudo se hace necesario que tú pruebes lo amargo a fin de saber apreciar lo dulce y puro.
¿No sabes tú, que tus pecados, tus equivocaciones; así como la impostura, los falsos amigos o la enseñanza errónea, son algunos de los medios por los que aprendes y te haces fuerte? De estas maneras, principalmente, Yo enseño. Yo te hago pasar por todas estas cosas o condiciones, a fin de que puedas aprender a distinguir lo verdadero, le lo falso; las realidades de la vida, de los errores e ilusiones. Y el sufrimiento y el dolo que tal aprendizaje entraña, no es sino el fuego de Mi Amor que está quemando en tu corazón los deseos de la carne, los pensamientos impuros o erróneos, el egoísmo, el orgullo y el amor propio, los cuales fueron implantados y han sido conservados allí por la personalidad; pero que deben ser eliminados de ti, a fin de que Mi Vida Impersonal pueda manifestarse libre y plenamente.
Y esta personalidad tuya ¿qué es? Es lo que tú en tu mente humana imaginas que eres. Es la criatura a la cual tú diste el ser hace muchas, muchas edades; criatura que tú has nutrido y alimentado, a la cual tú has amado y por ella combatido; a la cual te has subordinado durante tanto tiempo, confiando y creyendo en ella como si fuera real. Ella es el hijo de tus entrañas, la criatura de tu mente humana, nacida de un pensamiento, cuando te separaste de Mí, en conciencia, en el Edén, después de tu primer pecado, y la cual desde entonces se ha alimentado y sostenido con la idea de que tú estabas separado de Mí, y de que Yo, Dios, estaba disgustado contigo y había estado castigándote continuamente por haber comido el fruto del conocimiento del Bien y del Mal.
Y si yo te he permitido amarla y confiar en ella, así como seguir y obedecer a este hijo imaginario, desarrollado ahora en plena madurez en tu conciencia, y que ha llegado a ser tan fuerte y poderoso que domina y rige a su padre con férrea barra, ha sido solamente con el fin de que por medio de los pecados o errores a los cuales él te ha conducido, y el consiguiente sufrimiento que éstos han producido, pueda Yo despertarte a la realidad de su irrealidad; al hecho de que no tiene existencia sino sólo en tu mente; de que la vida que tiene y todos su poder, proceden solamente de tu constante pensar en que tú eres esta personalidad y que estás separado y lejos de Mí.
Y si ha despertado en ti una leve percepción de su irrealidad y estás ahora recurriendo a Mí, en lo interno, buscando ya ser libertado de la esclavitud a que te ha reducido su dominio, debes saber que esto no podrá ser, sino hasta que tú seas planamente consciente de que Tú y Yo, Dios, que habito en lo interno de Ti Mismo, somos uno, de que no existe separación alguna entre Tú y Yo, de que todo lo que Yo Soy, Tú lo eres; de que todo lo que Yo tengo es tuyo, de que todo poder te ha sido dado en el cielo y en la tierra, y por consecuencia, de que Yo Soy, y Tú debes ser el Amo, así como de que esta personalidad tuya, es solamente una fase de pensamiento mortal que Yo permití naciera en tu conciencia humana, a fin de desarrollar tu mente y cuerpo, hasta hacerlos lo suficientemente fuertes para contener y conscientemente expresar con plenitud Mi Vida Impersonal.
Tú debes ser el Amo, absoluto Amo y Señor de ti mismo; pero tú no podrás Ser tal amo y señor, sino hasta que te conozcas a Ti mismo, hasta que conozcas cada una de las fases de tu personalidad; hasta que conozcas toda tu fuerza y toda tu debilidad; todos tus poderes físicos, mentales y espirituales; todas tus imperfecciones humanas, tendencias y limitaciones, y puedas verte a ti mismo y conocer tu personalidad de la misma manera que otros te ven y te conocen; con los ojos y el criterio del mundo y la visión y comprensión del Espíritu; hasta que conozcas todo lo relativo a esta personalidad que de manera tan sutil y astuta se ha impuesto a tu conciencia, que tú difícilmente puedes decir cuándo se manifiesta ella y cuándo Yo, tu Verdadero Yo.
Así pues, esta personalidad tuya debe ser sometida, debe fundirse en Mi Impersonalidad, antes de que Mis verdaderas Enseñanzas puedan manifestarse, Tú debes darte cuenta, realizándolo con el alma, que Tú, el Impersonal Tú, el Verdadero, eres uno con tu hermano, de la misma manera que eres uno conmigo. Tú debes aprender a verme a Mí su Yo Impersonal, bajo todas las ilusiones de su personalidad, y no debes permitir que reflejo alguno de tu propia personalidad obscurezca la clara visión de Mí, en sí mismo, donde estoy anhelando y esperando el tiempo de que él también, acaso por tu medio, pueda ser conducido al reconocimiento de Mí, habitando en su corazón.
En lo Impersonal, todo es uno. Cuando tú puedas entrar en la unidad de la conciencia Impersonal, y puedas permanecer allí a voluntad, tú habrás entrado a Mi Reino, y habrás hallado a Dios; y en lo sucesivo serás capaz de verme y conocerme en todas Mis creaciones. Porque
1 comentario:
Hola Angel y Pilar, siento el retraso en seguir con tan interesante post, pero estuve fuera de circulación por problemas técnicos y hasta hoy no me he podido poner al día. Estoy de acuerdo en que la verdad no siempre es dulce, pero a partir de lo amargo con que tropezamos avanzamos. Para ser mi propio amo debo conocerme a mi mismo, quererme a mi mismo y querer a los demás y entender que todos somos uno en Dios.
Me gusta mucho leerlos.
Un abrazo
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