sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE (2ª parte)

PREG. — Entonces ¿qué sucede al hombre en su cuerpo deseos o astral, después que ha sacudido de sí el doble etéreo y se ha separado de Prana (energía vital)?

RESP. — Cuando se abandona el cuerpo físico a la hora de morir, comienza a desarreglarse todo el orden de las envolturas de la personalidad, y el cuerpo astral empieza a desintegrarse. De esto se da cuenta instintivamente el elemental deseo, la vaga conciencia corporal del cuerpo astral y se atemoriza en el acto. Teme perder aquella habitación que lo capacita a mantenerse separado del resto, dándole así una oportunidad inusitada para el progreso, y teme que la desaparición final del cuerpo astral ponga término a su propia vida (elemental) como entidad separada; por lo cual inmediatamente se pone en obra para protegerse por medio de un método muy ingenioso. La materia del cuerpo astral es mucho más fluida que la del físico, y el elemental, aferrándose a sus partículas, las ajusta otra vez de tal suerte que este nuevo arreglo del cuerpo astral pueda resistir a toda usurpación, fricción o desintegración, tanto cuanto lo permita su constitución, reteniendo, por consiguiente, su forma lo más que le es posible. Durante la vida terrenal, las distintas clases de materia astral se entremezclan para la formación del cuerpo de deseos o cuerpo astral, pero el reajuste consiste en la separación de sus materiales, de acuerdo con su densidad, en una serie de siete cascarones concéntricos, el más fino en el centro y el más denso en la periferia, constituido cada cascarón por la materia de cada subplano.


PREG. — ¿Cómo puede afectar al muerto este reajuste que hace el elemental deseo?

RESP. — El cuerpo físico adquiere información del exterior por medio de ciertos órganos que se han especializado como instrumentos de sus sentidos. Pero el cuerpo astral no tiene órganos separados y lo que en el cuerpo astral corresponde a la vista es el poder que tienen sus moléculas para responder a impactos del exterior que les llegan de moléculas similares, de tal manera que un hombre podrá percibir un objeto astral, de materia de una subdivisión particular, solamente que existan en la superficie de su cuerpo astral, partículas que pertenezcan a tal subdivisión. Durante la vida física se mezclan en su cuerpo todas las siete clases de materia astral y están en movimiento continuo como las partículas de agua hirviente. En cualquier momento dado se hallan representadas, en la superficie de su cuerpo astral, partículas de todas las variedades, y por consiguiente cuando él se halla funcionando en aquel cuerpo, durante el sueño, puede ver cualquier objeto astral de la materia de cualquier subdivisión; pero debido al reajuste de la materia de su cuerpo astral en estratos concéntricos, que ignorantemente, permitió él a su elemental astral fabricar después de la muerte, se halla confinado a un subplano en un solo tiempo, es decir, su conciencia recibe impresiones tan sólo mediante un tipo de materia, y así obtiene una vista extremadamente parcial del mundo en el cual se encuentra.

Teniendo en la superficie de su cuerpo astral solamente las partículas más ínfimas y groseras, únicamente puede percibir impresiones de las correspondientes partículas externas. Pero, siendo las vibraciones de tal materia densa, expresiones tan sólo de sentimientos y emociones indeseables, y de la menos refinada clase de entidades astrales, él solamente puede darse cuenta de aquella inferior variedad de materia astral que corresponde a la sólida aquí abajo, y ver solamente los habitantes indeseables del mundo astral, y sentir solamente sus más desagradables y vulgares influencias. Los demás hombres que le rodean y que son de un carácter común y corriente, le parecerán monstruos de vicio, ya que tan sólo puede ver y sentir únicamente, lo más bajo y vil de ellos. Aún sus amigos, los que murieron pocos años antes y han transferido ya su conciencia a los niveles superiores le parecen peores de lo que él esperaba, porque ahora es incapaz de apreciar cualquiera de sus buenas cualidades. Bajo tales circunstancias, no es de extrañar que él considere al mundo astral como un infierno; sin embargo, de ninguna manera es de atribuir la culpa al mundo astral sino a él mismo, primeramente por haber consentido dentro de sí tanta cantidad de aquel más rudo tipo de materia astral; y segundo, por permitir que lo domine aquélla vaga conciencia astral y que reajuste su materia astral a su manera particular.

Con el transcurso del tiempo, pasará a los subplanos superiores, uno tras otro, a medida que se desgaste cada una de las cubiertas concéntricas; pero la vida astral del hombre se prolonga así indebidamente, retardando el progreso del alma.


PREG.— Dijo usted que el permitir ese reajuste es un resultado de la ignorancia; entonces ¿puede un hombre impedirlo y, evitándose el quedar confinado a los subplanos inferiores, uno tras otro, de abajo arriba retener su capacidad de mirar cualquier objeto astral de la materia de cualquier subplano?

RESP.— Durante su vida pudo él rehusar, la satisfacción a sus bajos deseos, reemplazar todas las partículas burdas por otras más finas y elevadas, cambiando así la materia astral dentro de sí, construyéndose un elemental astral de tipo superior.

Además, como el hombre ordinario no tiene conocimiento de estas cosas, acepta pasivamente el reajuste después de la muerte, especialmente a causa de que el elemental deseo le trasmite su propio temor de un indescriptible peligro de destrucción; pero el hombre debería sencillamente resistir aquella irrazonable sensación de temor por medio de una serena aserción de conocimiento, y, oponiéndose al reajuste que lo retendría en un solo subplano, debería insistir en mantener abiertas también sus comunicaciones con los niveles astrales superiores. Y así podrá escapar de la esclavitud del elemental deseo quebrantando lenta pero firmemente su resistencia; y encontrándose entonces prácticamente en igual posición a aquella en la que estaba acostumbrado a funcionar durante su vida terrestre, podrá capacitarse para actuar libremente y para retener su poder de mirar todo lo del mundo astral como lo hacía antes, y no solamente la parte más baja y repugnante del mismo. Y entonces podrá también ayudar a sus amigos enseñándoles la manera de liberarse a sí mismos. El hábito de volver los pensamientos hacia lo interno en la meditación, y la práctica de dirigir las emociones por la voluntad y el intelecto, previenen asimismo este "encorchamiento" que no es frecuente entre los seres que han sabido controlarse.


PREG. — ¿Cuál es, pues, el estado de un hombre ordinario en Kamaloka o mundo astral, inmediatamente después de la muerte?

RESP. — Al encontrarse un hombre libre ya de su doble etéreo, no es seguro que llegue desde luego a ser consciente del mundo astral, especialmente si murió súbitamente. Porque el retiene consigo una buena cantidad de la clase inferior de materia astral, y de día puede fabricarse un cascarón a su alrededor. Con todo, si oportunamente hubiere aprendido a mantener a raya los deseos sensuales de varias clases, su conciencia ya no estará acostumbrada a funcionar mediante tal materia. En el cuerpo astral reajustado, tal materia se congregará al exterior y por consiguiente será el único canal abierto a las impresiones extremas. No estando acostumbrado a recibir éste género de vibraciones, el hombre no puede desarrollar ahora, de pronto, el poder de funcionar conscientemente mediante el y permanecerá, por tanto, inconsciente de todo lo desagradable de aquel ínfimo subplano, hasta que aquella burda materia se desgaste gradualmente y salga a la superficie alguna porción de materia de la que estuviera él acostumbrado a usar. Tal oclusión, sin embargo, es raras veces completa, pues aun en el cascarón más bien hecho, algunas partículas de la materia más fina encuentran el modo de surgir a la superficie y trasmiten al ser fugaces destellos de su ambiente circundante.

Normalmente, un muerto es inconsciente hasta que se desembaraza del doble etéreo y así, cuando despierta a una nueva vida, tal Vida es la del mundo astral. Pero algunas personas, debido a la ignorancia, se aferran tan desesperadamente a la existencia física, que difícilmente soltarán su asimiento del doble etéreo después de la muerte. Sienten que, por lo menos, es aquel una especie de lazo con el único mundo que conocen. Lograrán retener así este contacto por algún tiempo, pero a costa de gran contrariedad para ellos mismos. Como el doble etéreo es tan sólo parte del vehículo físico y no un vehículo en sí, un cuerpo en el cual se vive y se funciona, tales seres no pueden adquirir un contacto pleno con el mundo de la vida terrestre ordinaria por falta de órganos físicos sensoriales, en tanto que tampoco son conscientes del mundo astral a causa de la costra de materia etérea que los rodea. Y así se hallan aislados de ambos mundos y se encuentran rodeados de una densa niebla gris, a través de la cual ven muy confusamente las cosas del mundo físico desprovistas de color o matiz. Luchando terriblemente por mantener su posición, vagan a la deriva en esta condición de soledad y desdicha hasta que, de tanto cansancio, llegan a soltar su presa y pasan a la relativa felicidad de la vida astral. A veces, en su desesperación, se aferran ciegamente a otros cuerpos, —a un cuerpo infantil y aún al cuerpo de un animal—, y tratan de entrar en ellos, y en ocasiones tienen éxito en tales atentados, si bien a costa de ulterior sufrimiento para ellos mismos en un próximo futuro. Todas estas desgracias y trastornos, que enteramente surgen de la ignorancia, jamás pueden acaecer a uno que entienda algo de las condiciones y leyes de la vida post-mortem.

Un hombre ordinario, al despertar en el plano astral después de la muerte, notará muy poca diferencia con aquello que le ha sido familiar en el mundo físico. El mundo astral se extiende a un poco menos de la distancia medía de la órbita de la luna y los tipos de materia de las diferentes subdivisiones se ínter penetran con perfecta libertad, siendo la tendencia general que la materia más densa se coloque hacia el centro, por lo cual si bien las varias subdivisiones no quedan una sobre otra como las cubiertas de una cebolla, el arreglo de la materia de aquellas subdivisiones participa algo de tal carácter.

El hombre que no ha permitido el reajuste de su cuerpo astral tiene libertad de tránsito por todo el mundo astral, y puede flotar en cualquier dirección a su voluntad, si bien generalmente permanece en la proximidad de aquello a lo cual se acostumbró, es decir en donde están sus intereses.

Además, la materia astral ínter penetra a la materia física como si ésta última no existiera; con todo, cada subdivisión de la materia física tiene una fuerte atracción por la materia astral de la subdivisión correspondiente. De aquí que cada cuerpo físico tenga su contraparte astral y que el muerto pueda, por consiguiente, percibir su casa, su cuarto, sus muebles, sus parientes y amigos. Los vivientes piensan del amigo muerto como si lo hubiesen perdido, pero aquel amigo, si bien incapacitado para ver los cuerpos físicos de los vivientes, ve sus cuerpos astrales, es decir, las contrapartes astrales correspondientes exactamente a los delineamientos de los cuerpos físicos, y así se da cuenta de la presencia de sus amigos, aunque no puede impresionarlos de ninguna manera cuando éstos se hallan despiertos, con su conciencia en el mundo físico, ni comunicarse con ellos ni leer sus pensamientos más elevados. También puede mirar sus emociones por el cambio de color en sus cuerpos astrales. Los amigos, igualmente, cuando están dormidos, son conscientes en el mundo astral y pueden comunicarse con sus muertos tan libremente como durante la vida física, si bien generalmente olvidan todo una vez despiertos.

La muerte no cambia a un hombre en manera alguna; éste sigue siendo el mismo en todo su aspecto, excepto en haber perdido su cuerpo físico. Sus pensamientos, deseos y emociones, son exactamente los mismas, y su felicidad o desgracia dependen del grado en que lo hubiere afectado la pérdida de su cuerpo físico. A menudo no cree él que está muerto, ya que mira sus antiguos objetos familiares y sus amigos alrededor de sí, pero empieza a darse cuenta de la realidad en cuanto ve que no siempre puede comunicarse con ellos. Les habla poco después de su muerte y parece como que ellos no lo oyen, trata de tocarlos, pero con sorpresa ve que no hace ninguna impresión en ellos. Durante algún tiempo trata de persuadirse de que está soñando, pero gradualmente descubre que, después de todo, ya murió. Entonces, por regla general, empiezan los muertos a sentirse decepcionados de las enseñanzas que recibieron. No comprenden donde se hallan o que les ha sucedido, ya que su situación no es la que esperaban desde el punto de vista ortodoxo. Como lo dijo un general Inglés al encontrarse en condición semejante: ¿Entonces, si estoy muerto, en dónde me hallo? Si este es el cielo, no me parece gran cosa. Y si es el infierno, está mejor de lo que yo esperaba.

Y así, a causa de esta infundada y blasfema teoría del fuego infernal, se ocasiona gran cantidad de inquietud y aún de agudo sufrimiento, por completo innecesario, ya que daña allende la tumba lo mismo que aquende ella; pero prontamente se encuentra el desencarnado con un protector astral o con algún otro muerto ya bien instruido y aprenderá por él que no hay causa alguna de temor y que hay una vida razonable que puede vivirse en este mundo nuevo, lo mismo que en el que abandonó.

Entonces descubre él, por grados, que hay mucho que es nuevo y mucho que tan sólo es contraparte de lo que ya conoce, pues en este mundo astral los pensamientos y los deseos se expresan en formas visibles, si bien están compuestos, en su mayor parte, de la materia más fina del plano. Esto se hace más y más patente a medida que avanza su vida astral y que él se va retirando más y más dentro de si mismo. A medida que el tiempo transcurre, presta menos y menos atención a la materia inferior que forma la contraparte de los objetos físicos, y se ocupa más y más de la materia superior de la cual se construyen las formas, mentales, esto es, hasta donde sea posible que las formas mentales aparezcan en el mundo astral; y así su vida se va transformando en una vida en el mundo del pensamiento y se desvanece de su horizonte la contraparte del mundo que él ha dejado tras de sí, no porque él haya cambiado de localidad en el espacio, sino, porque su interés ha cambiado de centro. Todavía persisten sus deseos, y las formas que lo rodean serán en gran parte la expresión de tales deseos, pero las felicidades o contrariedades de su nueva vida dependerán principalmente de la naturaleza de aquellos deseos.

Toda la vida astral después de la muerte es un proceso constante y firme de retrotraerse el Ego dentro de sí mismo, y cuando a su debido tiempo llega el alma al límite de aquel plano, muere para él de la misma manera que murió para el mundo físico, es decir, desecha el cuerpo de la materia, de aquel plano y lo deja tras de sí, pasando a una vida mas elevada y más plena en el mundo celeste. ................. continuará.


1 comentario:

Anónimo dijo...

realmente es apasionante leer esto!!!, continuo con la parte 3!!
Gracias por publicarlo!!
intuitivamente, esta lectura, confirma lo que siento!!!!!