martes, 15 de julio de 2008

QUÉ ES LA REENCARNACIÓN? (1)


PRÓLOGO

Mucho se ha hablado de la Reencarnación, pero hasta ahora no habíamos encontrado ningún escrito que fuese tan extenso y determinante para la comprensión de este tema, tan sumamente defendido por unos y negado por otros. De cualquier manera, entendemos que LA VERDAD ESTA EN CADA UNO DE NOSOTROS.

Merece la pena esforzarnos un poquito y llegar hasta el final de la exposición, que P.Pavri hace de la reencarnación, máxime que con su forma de exponerlo (preguntas y respuestas) se hace mas ameno.

Ángel y Pilar


PREG.— Qué es Reencarnación?

RESP.— Es el renacimiento, el descenso del alma humana a su­cesivos cuerpos físicos. Cada ser deberá pasar por muchas vidas, vol­viendo a la tierra una y otra vez y habitando, en cada ocasión, en diferente cuerpo terrenal, de acuerdo con la Ley de Karma, según la cual cada uno cosecha lo que hubiere sembrado en previas vidas.

PREG.— ¿Pero, ¿qué es lo que reencarna, y cual es el objeto de la reencarnación?

RESP.— Por lo que hace a la etimología de la palabra (re, otra vez, in, en carocamis, carne reencarnar significa "repetidas entradas en envolturas carnales o físicas" e implica la existencia de algo rela­tivamente permanente que entra en algo relativamente impermanen­te. El hombre es una inteligencia espiritual revestida de cuerpos de materia. Esa inteligencia, que debe desplegar todos sus poderes y divinas capacidades, se desarrolla por descensos hacia la tosca ma­teria, ascendiendo después con los resultados de las experiencias así obtenidas. Es el Ego, es decir, el quinto principio. Manas, (1) con los dos principios superiores, Buddhi y Atrná, que toma dife­rentes cuerpos, si bien su residencia natural son las regiones más elevadas y espirituales. Aun no manifiesta la divinidad y debe apren­der a dominar la materia mediante largas experiencias y muchas lecciones. Tal como el ave marina revoloteando por los aires se precipita en el agua para coger su presa y se eleva de nuevo a su propio elemento, así sucede con el hombre real, el ser espiritual que pertenece a los mundos superiores, quien desciende a la tierra a obtener la experiencia, que es el alimento para el desarrollo del Espíritu y la cual lleva consigo a su hogar para asimilarla en capacidades innatas y poderes mentales y morales.

En cuanto ha sido asimilada la ex­periencia de una vida, regresa a la tierra por otra, vida a ingresar más. Primeramente viene a la tierra y toma un cuerpo que le ha sido preparado, generalmente el cuerpo de un salvaje, para aprender las primeras lecciones de la experiencia humana. Pasa luego al otro lado de la muerte y, mediante las lecciones del dolor, aprende los errores que cometió, así como de las lecciones de gozo, deduce cuáles fueron los pensamientos y sentimientos, rectos que tuvo; al paso que, durante la última parte de su vida postmortem, asimila lo que pudo recolectar en la tierra. Una vez asimilada tal experiencia, vuelve de nuevo a la tierra y ocupa un cuerpo mejor, adecuado a su condición ya más adelantada. Su vida real requiere, pues, millones, de años y lo que comunmente consideramos como su vida es tan solo un día de SU vida, ya que una existencia de unos sesenta años en este mundo ordinariamente es seguida en los mundos superiores por un período de dos a veinte veces aquella duración, de acuerdo con el desarrollo.

Cada vida es un día en la escuela, y cada vez que volvemos, a la tierra, reasumimos nuestras lecciones en el punto en que las dejamos antes, ayudados por lo que aventajamos con el estudio a domicilio, es decir el estudio en los "cielos", que son el hogar del alma. El salvaje se halla precisamente comenzando su educación humana, en tanto que un ser espiritualmente adelantado se está aproximando a su exa­men final en esta escuela del mundo. Algunos alumnos, que son ap­tos, aprenden rápidamente, mientras que otros egos, a manera de ni­ños poco inteligentes, requieren mayor tiempo para comprender sus lecciones. Ningún alumno habrá de fracasar jamás, pero la duración del tiempo que requiera para capacitarse para el examen superior, dependerá de su propio criterio. El discípulo juicioso considerando que esta vida escolar es meramente una preparación para otra más elevada, procura aprovechar el tiempo lo mejor posible y trata de comprender las reglas de la escuela y conformar su vida de acuerdo a días.

PREG.— ¿Acaso no tenemos bastante sufrimientos en una sola vida? Es horrible la idea de renacer para sufrir una y otra vez.

RESP.— Los hechos no se alteran por nuestro desagrado de la existencia o por falta de comprensión del propósito de la misma. Si en el mundo fuesen desconocidos los pesares y la aflicción, ¿acaso no sería un cruel sufrimiento el abandonar esta tierra de bienaven­turanzas a la hora de la muerte, y no sería, entonces, bienvenida la reencarnación? Por tanto, lo que desagrada no es la reencarnación sino las pruebas y sufrimientos de la vida terrenal. Pero las dificul­tades y pesares nos traen experiencia, nos enseñan algunas de las más grandes lecciones de la vida y nos compelen a desarrollar poderes que, de otra manera, famas entrarían en actividad. Según se explicara des. pues, en el Capítulo V nosotros cosechamos lo que sembramos; su­frimos en la presente vida a causa de errores en las pasadas; y nadie más que nosotros mismos puede causamos sufrimiento.

PREG.— ¿No parece injusto que seamos castigados por malas ac­ciones ya olvidadas, perpetradas hace miles de anos, en una vida an­terior? ¿Por qué ha de sufrir un hombre a consecuencia de aquello que no es consciente de haber hecho?

RESP.— Una persona puede sufrir enfermedades, ignorando las condiciones bajo las cuales sembró en su cuerpo los gérmenes de aquellas; pero la recta secuela de causa y efecto no se altera por su ignorancia. En el Universo no existe ta1 absurdo de un efecto sin una causa responsable.

Por otra parte, el olvido de los errores no destruye sus consecuen­cias, así como, el no recordar las buenas acciones, no impide al hom­bre gozar del fruto de las mismas.

De hecho el hombre real, el Ego, no olvida sus malas acciones, pero las recuerda como nosotros recordamos lo que hicimos ayer, si bien la memoria del cerebro físico del nuevo cuerpo no recuerda lo que fue hecho en el cuerpo que el Ego usó en su vida anterior. Un muchacho que robe manzanas hoy, será acreedor al castigo cuando se le aprehenda días después, aunque vaya usando un traje diferente. El Ego que creó el Karma cosecha el Karma. El labriego que sembró la semilla levanta la cosecha, aunque las ropas que haya usado al sembrar puedan haberse destruido durante el intervalo de la ciembra a la cosecha. Igualmente, pueden destruirse los ropajes físico, astral y mental del Ego entre la siembra y la cosecha, y cosechar él en un nuevo juego de vestiduras; pero, quien siembra, también recoge, y si empleó poca semilla o de mala calidad, él mismo tendrá que le­vantar una exigua Cosecha cuando llegare el tiempo.

Si fuésemos a recordar todas nuestras malas acciones pasadas, nos sentiríamos desolados ante la dolorosa visión de un pasado siempre lleno de debilidades, aunque estuviese libre de la mancha del crimen; y si supiéramos que cada uno de nuestros errores pasados, continua­mente presentes ante nuestros ojos, traería consigo 'su castigo, ¿no estaríamos, acaso,' obsesados a cada instante por el temor, y no sería nuestra vida un tormento intermináble, fuera dé toda proporción con el pecado cometido? Limitándonos a una sola vida, ¿cuántos crimi­nales podrían obtener mejor provecho de ella si tan sólo pudieran olvidar?; mas el recuerdo de su crimen es un grillete que les impide recobrarse y progresar. Y ¡cuánto más felices seríamos muchos de nosotros si pudiéramos anular varias páginas de nuestra historia de esta actual encarnación! Mientras no seamos suficientemente fuer­tes para soportar sin tristeza, remordimiento o ansiedad y sobre todo sin resentimiento, los recuerdos de la presente vida, no deseemos agregar al peso de ella la carga de un pasado milenario.

Por tanto, es un Banquero misericordioso el que nos ahorra la molestia de llevar, nuestras cuentas y quien, cada vez que nos ha­llamos a punto de comenzar un nuevo libro Mayor, fija el saldo y lo pasa a nueva cuenta con sus intereses acumulados. Por otra parte des pués de la muerte, el alma, libre ya de sus ilusorias envolturas, veri­fica una revista imparcial del pasado, anota sus errores y fracasos así como sus motivos y, por el conocimiento así adquirido, crece, en sabiduría y en poder, en inteligencia .y en conciencia.

PREG.— Pero, ¿por qué no tenemos recuerdo de nuestras vidas pasadas? Nos acordamos de todo lo que hemos experimentado si hubiésemos vivido antes, ¿por qué, habríamos de olvidarlo?

RESP.—En primer lugar anotemos el hecho de que olvidamos ¡de nuestra vida actual más de lo que recordamos no recordamos cuando aprendimos a leer, pero el hecho de que podamos leer demuestra .el aprendizaje. Evitamos que el fuego nos queme, pero no recordamos la ocasión particular en que; por primpra vez nos quemamos y apren­dimos la lección. Además estos acontecimientos no están por com­pleto olvidados; se hallan sumergidos, no destruidos, y pueden ser extraídos de las profundidades de la memoria, pueden ser recobrados del subconsciente de una persona si se la pone en trance mesmérico.

Si este olvido es un hecho tratándose de experiencias por las que pasamos en nuestro cuerpo astral ¿cómo esperar que nuestro cerebro actual recuerde experiencias en las que ni el ni el cuerpo tuvieron participación alguna? Nuestros cuerpos causal y superiores permanecen con nosotros a través de toda la serie de encarnaciones, pero los cuerpos físico, astral y mental se desintegran tras cada ecarnación; y cuando al iniciar una nueva existencia nos recubrirnos de tres Cuerpos mortales, estos nuevos cuerpos reciben, de la inteligencia espiritual que reencarna, no las experiencias detalladas del pasado, sino las cualidades, tendencias y capacidades obtenidas de aquellas expe­riencias; y nuestra conciencia, nuestra respuesta instintiva a los lla­mados emocionales e intelectuales, nuestro asentimiento a principios fundamentales de bien y nial, son vestigios de pasadas experiencias.

Hay muchísimos recuerdos inconscientes; que se manifiestan en facultad, en emoción, en poder; trazas del pasado impresas en el presente y descubribles por la observación de nosotros mismos y de los demás. De conformidad con nuestro Karma 0btenemos de nuestros padres, nuestro cuerpo físico mediante lo que se llama herencia física; pero la mentalidad que poseemos así como nuestro íntimo caracter, los hemos construido nosotros mismos. Toda persona trae consigo, a cada nueva encarnación, ciertas tendencias que son los acumulados recuerdos de pasadas vidas; ciertos poderes que asimismo son la suma de actividades del pasado; y ciertas características, ciertas facultade, que prontamente se revelan en la criatura y que hablan de lo que se hizo o dejó de hacerse durante previas vidas en la tierra. De aquí que los recuerdos del pasado puedan ser claros y definidos, lo­grados por la práctica del Yoga. (una disciplina o sistema de entrena­miento) o puedan ser inconscientes pero demostrados por los resul­tados, e íntimamente aliados, de muchos modos, a los que se llaman instintos, por los cuales hacemos ciertas cosas, pensamos a lo largo de ciertas lincas, ejercitamos ciertas funciones, y poseemos ciertos conocimientos sin haberlos adquirido conscientemente. En las actuales investigaciones de la Psicología, muchos arrebatos de sentimiento que llevan a cometer acciones violentas e impremeditadas, son atribuidos al subconciente es decir, a la conciencia que se demuestra en los pen­samientos, sentimientos y accione involuntarias; vienen a nosotros procediendo del remoto pasado, sin nuestra volición ni nuestra crea­ción concíente. Nuestros instintos son recuerdos enterrados en el, subconsciente, que influencian nuestras acciones y determinan nues­tros gustos; nuestro instinto moral es Conciencia, una masa de entretejidos recuerdos de pasadas experiencias, que habla con el mandato imperativo de todos los instintos, decidiendo acerca de lo "bueno" y de lo "malo" sin argumentar ni razonar, y previniéndonos, evitar pe­ligros ya experimentados en lo pasado.

¿Qué son las facultades innatas sino un recuerdo inconsciente de asuntos bien dominados en el pasado? Y aquí tenemos una prueba de b exactitud de la idea de Platón, acerca de que todo conocimien­to c.s una reminiscencia. Habiendo aprendido bien alguna ciencia, por ejemplo las Matemáticas, en esta vida, y habiéndola olvidado,durante años, podemos aprenderlas de nuevo, rápidamente, puesto que no sería más que repasar un asunto bien conocido. De igual manera, cuando comprendemos y aplicamos prontamente una filosofía, o cuando lle­gamos a dominar un arte sin mucho, estudio, la memoria de las vidas pasadas está allí en acción aunque los hechos del aprendizaje se hayan olvidado. Y, así sucede que una persona que hubo estudiado Ocultismo en una vida anterior, y llega a ponerse en contacto con la Teo­sofía en esta vida, la acepta inmediatamente, como quien reanuda una antigua relación, y hace rápidos progresos; en tanto que otra que por vez primera la estudia en esta vida no adelanta gran cosa.

Igualmente, cuando nos encontramos como en familia con un extranjeroque acabamos de conocer, o cuando dos seres se enamoran a primera vista, el recuerdo actúa allí, es el reconocimiento que el Espíritu hace de un amigo de anteriores encamaciones; es el llamado del Ego al Ego, antiguos camaradas que estrechan sus manos en per­fecta confianza y mutua comprensión. Y de modo semejante está presente el recuerdo cuando nos sobrecogemos con un sentimiento de repulsión a la vista en un ser en apariencia extraño a nosotros: no es más que el reconocimiento de un antiguo enemigo.

Por otra parte, el recuerdo de vidas pasadas se manifiesta, en oca­siones, en niños que tienen fugaces visiones de su'vida anterior y que rememoran algunas veces muchos detalles, especialmente si perecieron de muerte violenta en su última encamación. Sin duda alguna tal re­cuerdo se puede lograr, pero ello requiere firme esfuerzo y prolongada meditación'para controlar la siempre inquieta mente y tomarla sen­sitiva y fiel al llamado del Espíritu manifestado como un Ego, único que almacena todos los recuerdos del pasado; entonces se recuerdan las escenas de anteriores vidas, se reconocen los antiguos amigos, se ven los antiguos lazos. El hecho es que el Ego ha pasado por todos esos eventos y, en el mundo célico, después de la muerte, ha elabo­rado, de sus experiencias, facultades y carácter, intelecto y concien­cia. Pero solamente cuando un hombre alcance la memoria del Ego y llegue a unificarse con él conscientemente, y podrá recordarlo todo en su nuevo cerebro.

Ningún cerebro puede conservar con todos sus detalles el recuer­do de acontecimientos de numerosas vidas, pasadas, y aunque pudie­se, siendo meros detalles, no valdrían la pena de ser, tomados en con­sideración por quien tiene que actuar bajo. el, acicate del momento. Sí cada vez que nos aproximamos al fuego tuviésemos que recordar todas las penas de quemaduras previas, volveríamos, a quemamos, mu­chas veces antes de pasar por todos los detalles de recuerdos pasados y deducir de ellos una linea de conducta. Mas cuando aquellos su­cesos se han sintetizado en juicios morales y mentales, están listos para uso inmediato. El recuerdo de numerosos asesinatos cometidos sería una carga inútil, en tanto que el instinto de la santidad de la vida humana es un recuerdo efectivo de aquellos.

Un hombre de edad es mas sabio y más inteligente que un jo­venzuelo, porque ha ganado mayor experiencia. Igualmente, un hom­bre civilizado es más sabio que un Salvaje, porque ha pasado por más encarnaciones.

PREG.— Pero, ¿acaso es siempre más sabio y mas inteligente un hombre de edad que un muchacho? A veces un joven civilizado, de veinte años, es más inteligente que un indígena dé cincuenta.

RESP.— Esto sólo viene a reforzar la teoría de la reencarnación. Un niño de diez años y diez días es más Sabio que otro de cinco anos y cincuenta días, pues los días nada significan ante los años. Igualmente, puesto que los años nada significan ante las vidas, un joven de veinte años y, probablemente, mil vidas tras él, debe ser más sabio que un indígena de cincuenta años y, probablemente, de cien vidas. Ahora bien, si no aceptamos la reencamación, todas las cria­turas deberían nacer con la misma suma de inteligencia, lo cual no es así. Solamente la reencamación explica la diferencia entre ellas, diferencia en crecimiento, debida a las diferentes edades de las almas.

PREG.— Pero si mantenemos y educamos en Europa a un negro, ¿no sería tan inteligente y tan sabio como un niño europeo?

RESP.— Si la inteligencia dependiese de la educación recibida en la juventud dos hijos de los mismos padres, igualmente preparados y educados, deberían ser igualmente inteligentes o igualmente tontos. No tan sólo no es así, sino que a menudo sucede justamente lo con­trario a que un hermano es sabio y virtuoso, mientras el otro es necio y vicioso. Además, los gemelos, que rio se distinguen en su infancia, desarrollan, al crecimiento, un intelecto muy distinto a pesar de la similaridad de entrenamiento y educación en todo respecto.

El negro es vivo y listo hasta cierto punto en él cual se detiene súbitamente, con mucho desagrado de su maestro que creyó llevarlo más adelante. La Reencarnación explica que una criatura viene al mundo con su carácter, sus cualidades, sus características, poderes y deficiencias; que hasta cierto punto podemos moldear y modificar aquel carácter, pero que nuestros poderes a este respecto son muy li­mitados. Como lo dijo Ludwíg Büchner: “El carácter es más fuerte que la educación"

PREG.— Se sabe (fue las peculiaridades físicas, mentales y mora­les de los niños proceden de los padres por la Ley de Herencia, ¿qué tiene de extraño pues, que un niño europeo sea inteligente y un negro sea estúpido? ¿Acaso la reencarnación ignora tal Ley?

RESP.— No; por el contrario, la ratifica en el plano físico. Al suministrar cuerpos físicos, los padres estampan en ellos su marca de fábrica, y así, las moléculas del cuerpecito infantil traen consigo el hábito de vibrar de cierto modo definido. De esta manera es como se trasmiten al niño las enfermedades hereditarias, asi como las pe­queñas manías o extravagancias.

Pero la transmisión de semejanzas y peculiaridades mentales y morales es verdadera hasta cierto límite y nunca hasta la extensión que se supone. Los padres suministran los átomos físicos así como los etéreos, y los elementos kámicos (estos son especialmente aportados por la madre), los cuales, actuando sobre las moléculas del cerebro, confieren al niño las características pasionales de los padres, modifícando en parte las manifestaciones del ego del niño. Si bien la Reen­camación admite todas estas influencias paternales en la criatura, va más lejos al afirmar que existe una acción del ego por completo 'inde­pendiente, la tendencia inherente a su naturaleza,dando así una ex. plicación plena de las diferencias lo mismo que de las semejanzas. La herencia puede explicar solamente las semejanzas y no las diferenciaciones.

Además, si bien la ley de herencia explica la evolución de los cuerpos, no arroja luz sobre la evolución de la inteligencia y "de" la conciencia, y las últimas deducciones demuestran qué las cualidades adquiridas no son trasmisibles y que el genio a menudo es estéril. Hay circunstancias de peso, que se oponen a la Ley de Herencia y que son fácilmente explicadas por la Reencamación, como los si­guientes casos que demuestran lo inadecuado de influencias mera­mente hereditarias:

1.— Hijos de los mismos padres que no son igualmente inteligentes ni de las mismas tendencias morales.

2.— Comparando las vidas de los gemelos se observa que los in­dividuos nacidos bajo condiciones precisamente idénticas y teniendo exactamente la misma herencia, a menudo difieren grandemente lo físico, en intelecto y en carácter.

3.— Las grandes diferencias de carácter y de inteligencia que pue­den existir entre padre e hijo a pesar de su parecido físico.

4.— El nacimiento de genios en circunstancias humildes y hasta vulgares, lo que irrefutablemente prueba que el alma individual so brepasa las sujeciones del nacimiento físico.

5— Hijos mediocres nacen de padres muy cultos, lo que demuestra la falta de adaptación de la influencia hereditaria en las capaci­dades y poderes mentales y morales.

6.— Hijos perversos que nacen de padres santificados.

7.— Hijos santificados que nacen de padres disolutos.

Grandes genios morales como el Buddha, Zoroástro Jesús etc., cuyo nacimiento no puede ser explicado por la herencia. Instintos musicales ¡o tendencias artísticas en un hermano, mientras el otro ni siquiera tiene una elemental noción del Arte.

Todos estos casos pueden ser explicados satisfactoria y fácílmente por la reencarnación.

PREG.— ¿No podría cada alma ser creada especialmente por Dios? Se dice que hay tres explicaciones para las desigualdades humanas, para las diferencias de facultades oportunidades y circunstan­cias: la Ley científica, la Herencia la creación especial por Dios, y la Reencamación. Habéis refutado la primera ¿que podríais decir de la segunda?

RESP.— Todo el mundo acepta la Ley de Evolución para toda cosa, excepto para el hombre. Lo que principia en el tiempo debe terminar en el tiempo, y la idea de creación especial implica la corre­lativa de aniquilación al tiempo, de la muerte pero se pretende que la inteligencia espiritual llamada hombre no tiene un pasado espi­ritual, si bien se admite que tiene un futuro interminable, lo cual hace pensar en el absurdo de una vara con una sola extremidad.

Según esta hipótesis, el carácter de un hombre, del que depende todo su destino, es creado especialmente para él por Dios y se le im­pone sin ninguna oportunidad de elegir. Si se le dota de noble ca­rácter y refinadas capacidades, deberá mostrarse agradecido aunque nada hizo para merecerlas. Sí nace con una enfermedad hereditaria, y con mal carácter y aun criminalidad congénita; o bien si nace li­siado o idiota, tampoco ha hecho nada para merecerlo. Todo depen­dería entonces del mero acaso, o del antojo, ó de la arbitraria volun­tad de Dios. Si así fuere el caso, ¿dónde está la justicia del Suma­mente Justo Dios, por no decir algo del amor del Padre Todo Amor? Se nos dice a veces que todas estas cosas deberán ser ajusta­das en la vida venidera. Podrá ser así; pero eso no da ninguna ex­plicación razonable acerca de por qué son así en esta vida actual, ni tampoco nos parece, muy razonable excluir especialmente a la vida humana, en esta tierra, del conjunto de ley y de orden del exquisito designio y propósito que se observa, por doquiera en el mundo natural. Además, un niño puede morir pocas horas que un alma haya sido especialmente creada para él. Tal alma tendrá que lamentar eternamente haber perdido aquella vida y las experiencias que hubiera obtenido sobre la tierra. Pero si las experiencias terre­nales no sirvieran después, y si la vida en la tierra no tuviere valor alguno excepto para ser juzgados en ir a un cielo eterno o a un in­fierno eterno, podríamos decir que a un alma que viniese a un cuerpo que viva hasta la vejez, le tocó 1a peor, parte, pues hubo de sufrir mo­lestias, miserias y .pecados, corriendo el riesgo aún de acabar en el infierno; en tanto que la criatura no corrió riesgo alguno, no sufrió miserias ni penalidades y al morir correrá tan buena suerte como otras almas.

Hay más aún: esta teoría hace de Dios un servidor del hombre ya que El tendrá que esperar para Crear una nueva alma hasta que el hombre, impelido por sus pasiones, suministre material para un nuevo cuerpo físico. Por otra parte, si bien por un lado se afirma que Dios castiga al que peca, por otro lado El mismo se pone a crear una nueva alma para los cuerpos pecaminosamente producidos. Por consi­guiente, la teoría de una creación especial también parece ilógica, injusta y absurda, subsistiendo la reencarnación como la explicación más razonable y justa.

PREG.— Una objeción más: si no hay creación especial tiene que existir un número fijo de egos humanos (que vuelvan a la tierra una y otra vez. ¿Cómo podría explicarse, pues, el aumento de po­blación del mundo?

RESP.—Hay en la actualidad un número fijo de espíritus huma­nos, unos sesenta mil millones, que forman nuestra humanidad. En determinado punto de la evolución, hubo un influjo de ellos, del reino animal al reino humano; pero eso pasó hace mucho. Por su­puesto, unos pocos que proceden del reino animal, se individualizan ocasionalmente y entran al reino humano, pero tal número es in­significante como lo es el de quiénes dejan nuestra humanidad para pasar a la evolución super humana y así el número de espíritus que forman nuestra humanidad, prácticamente se mantiene constante.

Si bien el número de egos es, pues, fijo, quienes sé hallan actualmente encarnados en cualquier momento forman una pequeña minoría, como de 1 por cada 10 del total, puesto que la población de todo el mundo, se dice, asciende a 6.000 millones en contra del total de 60,000 millones de egos. Muchos se hallan en los planos as­tral y mental y permanecen largos períodos alejados de la tierra a medida que evolucionan, encarnando más lentamente las almas ade­lantadas que las retrasadas. Podría compararse el mundo a un salón municipal que estuviese medio vacío, lleno, o a reventar, en tanto que; la población total de la ciudad permaneciese comparativamente constante; y al acelerar ligeramente la reencarnación, o acortar el periodo celeste, se aumentaría en gran manera la población física de nuestro globo sin aumento alguno en el número total de espíritus que reen­carnan.

Por lo demás, no hay prueba decisiva de que la población de nuestra tierra haya aumentado, pues si bien en ciertos países el censo puede ser digno de fe, en otros densamente poblados, como China, los datos se basan en sus suposiciones.

PREG.— Y bien, ¿cuál es la necesidad de la reencarnación?

RESP.— La reencarnación es necesaria lógicamente, científica­mente y moralmente.

PREG.— Sírvase explicar cada una en detalle. En primer lugar, ¿Cuál es el argumento desde el punto de vista lógico?

RESP.— La reencarnación es una necesidad lógica ya que en ella, sin nada que satisfaga la razón, la vida sería un desesperante enigma.

¿Hay algún propósito para nuestra vida entre la cuna y la tumba? ¿Nos preparamos de alguna manera a nosotros mismos o no, para la vida después de la muerte? Si existe una vida de bienaventuranza allende la tumba, debe merecerse de algún modo ya sea por resistir a la tentación o por un positivo bien obrar. Si se requiere un es­fuerzo para ganar la vida celestial, ¿cómo explicar el caso de una cria­tura que muere en la infancia sin haber tenido oportunidad de ha­cerlo? Se diría que ella, no habiendo causado mal alguno, entra luego al cielo. En tal caso parece duro para otro tener que pasar una larga vida de tentaciones y peligros, corriendo el riesgo de ir por último al infierno; por lo cual, si aquello fuese así, la plegaria de las madres debería ser, no que su recién nacido viva y crezca, sino que muera inmediatamente. Ahora bien, sí el resultado fuere el mismo, esto es, si llegaren al cielo tanto la criatura que perece en la infancia, cuanto el hombre bueno que alcanza una vejez madura, entonces la vida es una especie de trampa, peor que inútil, ya que está llena de miseria y dolor innecesario. Por otra parte, si la vida celestial debiera lograrse por el esfuerzo individual, habría que dar, iguales oportunidades a todos. Pero vemos que no es así, puesto que todos nacen diferentes, con distintos poderes, capacidades y oportunidades, en medio de cir­cunstancias y ambientes diversos, uno como salvaje, otro como imbé­cil o criminal congénito, en tanto que otros vienen dotados de buenas tendencias y favorables oportunidades. Ni podría esperarse poco de uno y mucho de otro, pues ello equivaldría a admitir que esta vida es innecesaria y que es justo que el uno deba llevar aquí una vida de ignorancia y sufrimiento, y el otro una vida de goce o de refinamien­to, y sin embargo cosechar ambos el mismo resultado. Ni bastaría afirmar que el primero recibirá una recompensa mayor en el ciclo, a causa de sus mayores dificultades aquí; pues entonces podría el otro exigir para él, también, una oportunidad semejante a fin de alcanzar la mayor exaltación posible.

Todos estos problemas parecen de difícil solución, a no ser por la teoría de la reencarnación que todo lo vuelve inteligible.

Veamos el caso de un salvaje sin mentalidad ni moralidad para quién su propia esposa es el mejor alimento; que se come a sus pa­dres cuando no sirven para nada, y a sus hijos porque aún no son útiles para algo; él mata, y roba y se embriaga hasta que finalmente sucumbe a manos de otro salvaje más fuerte. ¿Es esa vida estrecha y brutal todo lo que el mundo tiene que ofrecerle, cuando sabemos que el mundo es para otros tan bello, maravilloso y lleno de mejores do­nes? ¿Qué será de él al otro lado de la muerte? No se le puede enviar al cielo; por él contrario, lo mas probable es que vaya al infierno.

Veámoslo ahora a la luz de la reencarnación. En cuánto su cuer­po físico muere y el salvaje pasa al mundo intermedio, descubre que aquellos a quienes mató se encuentran aún con vida y, como no han olvidado lo que les sucedió a manos de él, lo reciben con la mayor hostilidad. Así comienza á aprender su primera lección, a saber que si mata a un hombre hoy, se encontrará con él al siguiente día. No aprende eso en una vida, pero tiene todas las necesarias para apren­derlo. Por otra parte tendrá también alguna buena experiencia postmortem en el mundo celeste. Pudo haber sentido algún ligero afecto por su mujer y sus hijos antes de que la extrema necesidad lo impul­sase a devorarlos; aquel pequeño germen crecerá, le aportará un poco de felicidad y se trasmutará en una cualidad moral con la que re­nacerá y la que también le comunicará cierta tendencia a resistir un poco al impulso de matar. Y así adquiere experiencias en cada vida, las transmuta en cualidades y facultades, y se va civilizando paula­tinamente hasta que llega al punto alcanzado por los niños que hoy nacen.

Además, si la reencarnación no fuere un hecho, ¿qué objeto ten­drían las cualidades que con tanto esfuerzo y dificultad adquirimos aún en una sola vida? Un hombre revela mayor sabiduría cuando lle­ga a su vejez, pero muere en cuanto es de mayor utilidad y valer; si acaso se salvase o condenase irremisiblemente sería llevado a mundos en los cuales habría de ser inútil para siempre aquel conocimiento ad­quirido a fuerza de tantas y variadas experiencias; de ser así, toda la vida humana carecería de razón de ser. Pero la reencarnación explica que el ser humano renace con aquellas cualidades ya formando parte de su carácter por lo cual nada se perdió. Por consiguiente, mientras más se aplican los puntos de mira lógicos razonables, más inevita­ble parece ser la reencarnación.... continuará

(1) Manas (actividad) Buddhi (Sabiduría) Atma (Voluntad).

2 comentarios:

Marina Judith Landau dijo...

Exelente artículo!!! Muchas gracias por compartirlo. El blog viene cada día mejor, es siempre un gran placer pasar por aquí.
Les deseo lo mejor de lo mejor, que cosechen siempre todo lo bueno que siembran, multiplicado.
Marina.

Anónimo dijo...

No comparto la misma idea que dondelohabredejado... En verdad, mi verdad, el artículo presenta muchas inconsistencias científicas. Ningun tratado científico moderno, que se precie de tal, ha dicho que se exige para proseguir sus estudios a la reencarnación. Eso lo afirma el articulista. A mí, que creo en la reencarnación como algo hermoso del universo, me parece mentira. Generalmente los comentaristas creen que porque fue escrito por alguien, supuestamente honesto, es verdad. Soy creyente del Dios hermoso, pero no todo lo que me digan en nombre de Dios, es verdad. En cuanto a la teoría de Darwin el articulista también establece elementos discutibles: ¿quién puede negar que el elemento amor no es un elemento creado por la evolución para complementar la preservación de la especie. Para mí lo puede ser. Digo lo puede ser, porque creo que el amor es parte de la herencia de Nuestro Señor en su creación. Pero científicamente, y estamos en un mundo ciertamente científico y aunque tengo más experiencias espirituales que otras personas, es factible. Duda científica habemus.
Por lo tanto no estoy de acuerdo con muchas de las cosas dichas en el articulado.
De todas maneras gracias, muchas gracias por la hermosa oportunidad de permitir mi opinión.