PREG.—¿Qué tan extendida se encuentra la creencia en
RESP.—La filosofía de
"Morí en el mineral y llegué a ser una planta,
"Morí en la planta y reaparecí en un animal,
"Morí en el animal y llegué a ser hombre,
"Por qué pues, habría de temer? ¿Cuándo desmerecí por haber muerto?
"Después moriré en el hombre para qué me broten las alas del ángel.
Con razón dijo Max MüIIer que las más excelsas mentes que la humanidad ha producido, habían aceptado la reencarnación. Pitágoras la enseñó. Platón
Hablando en términos generales, la parte de humanidad que actualmente cree en Karma y Reencarnación abarca los Hindúes y los Budistas. Los hindúes son como 250,000,000 dentro de la población total de
PREG.—Admitimos que la doctrina de
pero ¿acaso no es por completo extraña al Cristianismo?
RESP.—Esta cuestión, de tan profunda importancia, se discute mucho ahora por los pensadores del Oeste y está suscitando buena dosis de controversia y antagonismo, que parece más bien basada en la ignorancia que en el estudio. La doctrina de la preexistencia del alma y de la reencarnación ramifica a lo largo de. dos líneas en los libros de los primitivos Cristianos y en los escritos de los Judíos qué precedieron a los Cristianos. A veces se insiste en el hecho de .que el alma no vino a la existencia con el cuerpo, que ella es eterna en su naturaleza o, por mejor decirlo, que el Espíritu es eterno y procede de Dios. Por tanto esta rama de la doctrina, comúnmente depJULIAN nada de "la preexistencia del alma", sencillamente afirma JULIAN espiritu, el hombre es, eterno; pues viene de Dios; que también procedieron de Dios muchos otros Espíritus no encarnados en forma humana; que estos pasaron a través de varias etapas y de varios mundos hasta que algunos de ellos vinieron al mundo físico en donde hubieron de pasar por un entrenamiento que les prepara para una evolución Superior, ascendiendo, gradualmente, con las experiencias que iban acumulando, hasta la pureza original que habían perdido. Puede afirmarse que tal doctrina, levemente bosquejada así era universal, ya fuere entre los Judíos como en la primitiva Iglesia. En su forma mas científica y precisa, la reencarnación, es decir, repetidos nacimientos del ser humano en la forma física, en esta forma física, se encuentra en algunos de los escritos de los primeros cristianos, pero no en todos. Algunos hablan vagamente de, la preexistencia; otros, claramente, de repetidos nacimientos en el mundo.
En todos, el principio es, el mismo, la idea de que el espíritu humano procedente de Dios no es intrínsecamente santo, excepto por derivar de
¿Eres tú Elias?" él respondió: "No" Pero el mismo Jesús afirmó exactamente lo contrario y dijo: "Este es Elias". La negación del Bautista se explica fácilmente por el hecho de que solamente en muy raros casos, según ya se explicó antes, subsiste el recuerdo de una vida anterior a través de la muerte y del renacimiento, por lo cual la ausencia de tal conocimiento en la mente del Bautista no es prueba en contra de la realidad de la reencamación; en tanto que la doble afirmación del Cristo Mismo, de que San Juan Bautista era Elias (S. Mateo, xi, 14 y xvii, 1213) hablando como lo hizo con conocimiento del pasado, seguramente contrapesa: mucho la negación del Bautista acerca de un punto del cual no podía esperarse que recordara. Llama también la atención la repetición, del carácter (exactamente lo que se podría esperar) pues ambos predicaron la rectitud, ambos, fueron ascetas por entrenamiento, y de naturaleza fogosa, denodados para el reproche de lo malo en los grandes centros; el carácter vigoroso y decidido del profeta Elias reaparece, en, el ^carácter igualmente vigoroso y fuerte de San Juan Bautista. Asimismo, tíos dos tuvieron mucha semejanza externa e iguales peculiaridades en, su indumentaria. Elias fue un hombre velludo y ceñía un cinturón de cuero alrededor de sus lomos" en tanto que Juan el Bautista usaba su ropa de pelo de camello y un cinto, de cuero alrededor de sus lomos". Ambos residieron en la soledad del desierto. Elias viajó cuarenta días y cuarenta noches, hacia el IIoreb, la montana, de Dios en el Desierto del Sinaí. (Reyes xix, 8). Juan el Bautista residía en el desierto de Judca, allende el Jordán, bautizando, (Marcos i,4) Y su vida en la soledad, (un destierro voluntario, de renunciación y apartamiento de las turbas humanas) era mantenida de un modo paralelamente notable, mediante un ave que les llevaba el alimento. "He ordenado a los cuervos que te alimenten", dice la voz de
Por lo que respecta al caso del hombre que nació ciego, (S. Juan IX) no se requiero mucha argumentación. La pregunta fue tan sencilla: "¿Quién pecó, este hombre o sus padres?" Los discípulos se daban cuenta de que, aquello debió ser el resultado de algún pecado o maldad; y su interrogación fue para saber de quién fue el pecado que produjo tan deplorable resultado. ¿Fue acaso que los padres hubieran sido tan malvados que merecieron el pesar de tener un hijo ciego, o fue que, en algún estado previo de existencia, el hijo mismo había pecado, atrayendo sobré sí tan lamentable destino? Es obvio que la segunda fue la verdadera razón, los pecados que tal castigo merecieron, debieron haber sido cometidos antes de que él naciera, es decir, en una existencia previa. Y asi ambas grandes columnas de la enseñanza Teosofica, —Reencarnación y Karma— se hallan claramente implícitas en ésta sola pregunta. Quienes pretendan derivar de la respuesta de Jesús, “ ni este hombre ni sus padres pecaron", una contracreencia en la reencarnación, tendrían que sostener el inaceptable punto de mira de que los padres del ciego se hallaban libres de pecado; pues todos fueron considerados al mismo nivel: "Ni éste hombre ni sus padres". Pero una mente imparcial que no deseare torcer el significado de los textos a fin de reforzar una idea preconcebida, Verá naturalmente en tal respuesta, dicha por uno que era judío de nacimiento y dirigida a judíos entre quienes la doctrina de la reencarnación era cosa corriente, la afirmación sencilla y directa de qué la ceguera de aquel hombre no se debió a pecado suyo en vida anterior como tampoco a pecado de quienes dieron nacimiento al niño ciego. El Maestro asigna otra razón de carácter místico: "Para que las obras de Dios puedan manifestarse en él"; y con toda seguridad, si hubiese El estimado que el concepto de reencarnación, que claramente expresaban las mentes de sus discípulos, fuese erróneo en sí, lo hubiera declarado al punto, como solía hacerlo cuando se necesitaba corregirles algo; y tal vez les hubiese reprochado por su desatino con esta respuesta: “¿Por qué me hacéis esta loca pregunta de si un hombre nace ciego a causa de su pecado? ¿Cómo pudo pecar antes de nacer?"
Igualmente, la frase en San Juan. (XIV, 2) “En la casa de mi Padre hay muchas moradas", es muy significativa. La palabra erróneamente traducida por moradas o mansiones, es la que se usaba para designar las posadas o casas gratuitas de descanso a lo largo de los caminos del Imperio. Y ésta es una alusión muy sugestiva a los muchos descansos que el alma humana o Ego disfruta en
Hay otro texto en la "Revelación" que también lleva implícita la doctrina de reencarnación. Es aquel versículo en el cual el Hijo del Hombre, al dirigirse a una de las siete Iglesias del Asia, hace la afirmación respecto a aquel que superará: "Haré de él una columna en el Templo de Mi Dios y ya no irá más”. Este "Ir de nuevo", que termina con la victoria final, se refiere a las repetidas ausencias del alma de los mundos, celestiales, que terminan cuando el alma se ha perfeccionado y llegado a ser “Una columna en el templo de Mi Dios", “Vigilantes y Santos, pilares del Templo de Dios, que de allí no volverán a salir". (Rev. 3,12).
Muchos de los Padres Cristianos se refirieron a la preexistencia y al renacimiento, que eran doctrinas cardinales entre los Gnósticos y que representaron durante muchos siglos la más pura corriente de la enseñanza espiritual y filosófica del Cristo.
En los escritos de Orígenes, el discípulo más célebre de San Clemente de Alejandría y tal vez el más brillante e instruido de todos los Padres Eclesiásticos, y particularmente en su gran tratado "De principiis", hay una mina de información acerca de las enseñanzas de los primitivos cristianos en el siglo segundo.
Su punto de mira era el de la evolución. Refiriéndose a que San Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo en el vientre materno (I,vii,4) dice él que algunos "podrán pensar que Dios llena a los individuos con su Santo Espíritu y les confiere la santificación, no a base de justicia y de acuerdo con sus merecimientos, sino arbitrariamente. ¿Y cómo evitaríamos, entonces la pregunta: "¿Hay falta de rectitud en Dios?, ¿Dios impide?, o bien ésta: ¿Hay acepción de personas con Dios? Pues tal es la defensa de quienes sostienen que las almas vienen a la existencia con los cuerpos"… San Juan Bautista fue lleno del Espíritu Santo en el vientre maternal tan sólo porque en anteriores vidas de rectitud había ganado tal bendición. Añade Orígenes que Dios dispone todas las cosas de acuerdo con los merecimientos y progreso moral de cada individuo y que esto es necesario para demostrar la imparcialidad y recta justicia de Dios, ya que, conforme la declaración del Apóstol Pablo no hay aceptación de personas con EL.
Declara además Orígenes que la condición de un hombre es el juicio de Dios acerca de las acciones de cada individuo y procede a ilustrar su argumento por el famoso caso de Jacob 5 Esaú (II,ix,7) Este ejemplo ha sido usado a veces por
Orígenes trata admirablemente el caso del Faraón, cuyo corazón, se lee, fue endurecido por Dios, y asienta que, en esté mundo, no siempre es la cura rápida la más efectiva: "A veces no conduce a buenos resultados el curar a un hombre demasiado aprisa, especialmente si la enfermedad, al ser represada súbitamente en las partes internas del cuerpo, ruge con mayor fiereza" (lll,i,17). Y declara que el endurecimiento del corazón tuvo por fin solamente capacitar al Faraón para ver lo malo de sus procedimientos a fin de que, en vidas futuras, habiendo ya aprendido la lección de que fue una amarga experiencia el haber pecado contra Dios, pudiera también volver, a la rectitud del vivir; así como un buen médico de almas pone remedio a la enfermedad que aflige al hombre.
Por las anteriores citas se puede ver que no hay disputa posible acerca de sí la idea de la reencarnación fue o no enseñada por Orígenes. Con todo, añadiremos otra cita, la más convincente de todas, para demostrar que en la mente de Orígenes se admitían repetidos nacimientos en este mundo, y no sólo experiencias previas en otros mundos, "aquellos que, a partir de esta vida por virtud de la muerte que es común a todos, son destinados, de acuerdo con sus acciones y méritos, según se les juzgue dignos de ello, unos al lugar que se llama "infierno" y otros al seno de Abraham, en diferentes localidades p mansiones..." Esto alude a las condiciones postmortem en los mundos invisibles. "Y así también, como si muriesen en estos lugares (si la expresión se permite), descienden del "mundo superior" a este "infierno"... Pues aquél "infierno" al cual son enviadas desde este mundo las almas de los muertos, se llama a causa de esta distinción, según yo creo, "el infierno inferior"... Por consiguiente, a cada uno de los que descienden a la tierra, y de acuerdo con sus merecimientos o con la posición que ocupó antes aquí, se le lleva a nacer, en este mundo, en un país diferente; o entre hombres de otra raza o diferente modo de vida; o con el germen de enfermedades de distinta clase; puede nacer de padres religiosos, ó de quienes no lo sean; de tal suerte que a menudo nace un Israelita entre los Scinthios, o un pobre egipcio en Judea..." (IV,i,23). Difícilmente podría encontrarse algo más claro y definido que esto acerca del renacimiento de las almas.
Si se puede hacer una alma buena, entonces, hacer una alma mala es imposible para un Dios de Justicia y Amor. Eso no puede ser. No hay justificación alguna para ello; y desde el momento en que se reconoce que los hombres han nacido criminales, como lo nacen cada día, nos sentimos forzados, o a blasfemar diciendo que un Dios perfecto y amoroso crea una alma arruinada y luego la castiga por ser lo que El la hizo ser; o bien que El trata con almas que están creciendo y desarrollándose, criaturas a quienes El entrena para la ultimada perfección; y que, si en alguna vida nace un ser malvado y vicioso es porque se ha pervertido y habrá de cosechar en sufrimientos el resultado de los males que hizo, a fin de que pueda aprender sabiduría y tome al buen sendero. Toca a los cristianos darse cuenta de cuánto ilumina la vida, y la hace razonable, aquella ardiente esperanza del Apóstol: "Que Cristo nazca en vosotros"; esperanza que no es posible realizar ni aun para el mejor hombre en una sola vida; esperanza ridiculamente imposible y vacía sí se pone ante la abyecta masa que puebla los arrabales del vicio y la criminalidad, gente, sin embargo, contra la cual se peca más que lo que ella peca.
Por tanto,
PREG.—Sí
RESP.—En El Nuevo testamento no se encuentra palabra alguna de anatema, crítica o amonestación en contra de ésta doctrina, la cual, como antes lo hemos visto, constituía una porción considerable de las filosofías y fe de los Judíos y Gentiles. Por el contrario, las Escrituras contienen numerosos pasajes que tan sólo pueden ser iluminados y comprendidos por la luz que Sobre ellos vierte la doctrina de
Y así, la enseñanza de la reencarnación desapareció solamente por poco tiempo, en la marea de ignorancia que inundó
continuará...
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