jueves, 10 de julio de 2008

LA REENCARNACIÓN EN DISTINTAS RELIGIONES (3)


PREG.—¿Qué tan extendida se encuentra la creencia en la Reencarnación entre las religiones y filosofías antiguas y modernas? ¿Cuántas personas, aproximadamente, tienen la idea de la reencarnación como parte de su credo religioso?

RESP.—La filosofía de la Reencarnación es más antigua que la más remota antigüedad atribuida al mundo puesto que es el corolario indispensable de la inmortalidad del alma. La Reencarnación, se menciona en las. grandes epopeyas de los Hindúes como un hecho innegable en el cual se basa la moralidad. Indiscutiblemente los Egipcios enseñaban esta doctrina y su concepto de ella, conforme la interpretación sacerdotal, se muestra en el clásico "Libro de los Muertos", una de sus principales Escrituras, que describe la ruta seguida por el alma después de la muerte, copia del cual se depositaba en cada ataúd. En la antigua fe Persa, apenas se la percibe en los escritos hoy existentes del "Avesta” cuya mayor parte se perdió irremisiblemente, si bien hay un pasaje en el "Vandidád”, (el más ortodoxo de los libros Zoroastrianos) que se refiere a la doctrina de la transmigración de la vida animal. El Buddha la enseñó constantemente, hablando de sus anteriores nacimientos. Entre los remanentes de las antiguas razas del continente americano, esparcidos aquí y allá. se encuentra ocasionalmente dicha creencia como por ejemplo, entre los indios Zuni. Los Hebreos de hoy parece que no aceptan la reencarnación, si bien se alude a ella en la Kábala, pues la creencia que antaño se tenía de ella, surge en esta o aquélla página de dicha obra. En la "Sabiduría de Salomón" se afirma que el nacer en un cuerpo sin lacra era la recompensa de "ser bueno". Algunos pocos millares de quienes son reconocidos como Cristianos creen ahora en ella, si bien el sistema cristiano actual la rechaza, por más que el Cristo la aceptó cuando dijo a sus discípulos, que Juan el Bautista era Elías. Orígenes, el más instruido de todos los Santos Padres Cristianos declaró que “Cada hombre recibe un cuerpo de acuerdo con sus merecimientos y sus previas acciones". Los Sufíes Mahometanos sostienen tal creencia, la cual ha llegado hasta nosotros en la Edad Media, por un sabio hijo del Islam, el poeta y místico Persa JaláludDin Rumi, quien dijo:

"Morí en el mineral y llegué a ser una planta,

"Morí en la planta y reaparecí en un animal,

"Morí en el animal y llegué a ser hombre,

"Por qué pues, habría de temer? ¿Cuándo desmerecí por haber muerto?

"Después moriré en el hombre para qué me broten las alas del ángel.

Con razón dijo Max MüIIer que las más excelsas mentes que la humanidad ha producido, habían aceptado la reencarnación. Pitágoras la enseñó. Platón la Incluyó en sus escritos filosóficos. Virgilio y Ovidio la dieron por admitida. Las escuelas Neoplatónicas la aceptaron y los Gnósticos y Maniqueos creyeron en ella. En los tiempos actuales la vemos enseñada por Schopénhauer, Fichte, Schelling, Lessing, Henry More, Hender, Southey, Bulwer, Pezzani, por no mencionar más que unos pocos de entre los filósofos y autores occidentales. Humme declaró que ésta era la única doctrina de inmortalidad que un filósofo podría tomar en cuenta. Goethe, en su vejez, veía con gozo la perspectiva de su regreso. Emerson el Platón del siglo 19, lo mismo que Wordsworth, Rossetti, Gossc, Tennyson, Browning, Coleridge, Collins, Bailey, Sharp y otros poetas, creyeron en ella. La reaparición de la creencia en la reencarnación no es, por tanto, la implantación de una idea de salvajes entre naciones civilizadas, sino la señal de que las religiones se alivian de su falta de racionalismo, cosa que había hecho de la vida un embrollo no inteligible de injusticias y parcialidades ocasionando tanto escepticismo y materialismo.

Hablando en términos generales, la parte de humanidad que actualmente cree en Karma y Reencarnación abarca los Hindúes y los Budistas. Los hindúes son como 250,000,000 dentro de la población total de la India que asciende a cerca de 320,000.000. No es fácil determinar exactamente el número de budistas, apenase sí sabemos algo respecto a la enorme población de China. Rhys Davis, apoyándose en los datos del Censo, dice que el número de Budistas del Sur es de 30,000.000 y el de Budistas del Norte, (calculando a bulto la población total de la China), de 470.000.000, lo que hace un total de 500.000.000 de Budistas; si bien el Dr. Findiater calcula el numeró total de Budistas en China solamente, en más de 340,000.000. Y así, aun en él momento actual, (1925) parece que casi la mitad de la raza humana cree en Karma y Reencarnación, en tanto que en tiempos anteriores la proporción debió haber sido mucho mayor, puesto que estas doctrinas eran las que prevalecían en los países dominados por el pensamiento Caldeo, Egipcio y Griego.

PREG.—Admitimos que la doctrina de la Reencarnación se encuentra en las religiones Hindúes, Budistas, Egipcia, Griega y Romana;

pero ¿acaso no es por completo extraña al Cristianismo?

RESP.—Esta cuestión, de tan profunda importancia, se discute mucho ahora por los pensadores del Oeste y está suscitando buena dosis de controversia y antagonismo, que parece más bien basada en la ignorancia que en el estudio. La doctrina de la preexistencia del alma y de la reencarnación ramifica a lo largo de. dos líneas en los libros de los primitivos Cristianos y en los escritos de los Judíos qué precedieron a los Cristianos. A veces se insiste en el hecho de .que el alma no vino a la existencia con el cuerpo, que ella es eterna en su naturaleza o, por mejor decirlo, que el Espíritu es eterno y procede de Dios. Por tanto esta rama de la doctrina, comúnmente depJULIAN nada de "la preexistencia del alma", sencillamente afirma JULIAN espiritu, el hombre es, eterno; pues viene de Dios; que también procedieron de Dios muchos otros Espíritus no encarnados en forma humana; que estos pasaron a través de varias etapas y de varios mundos hasta que algunos de ellos vinieron al mundo físico en donde hubieron de pasar por un entrenamiento que les prepara para una evolución Superior, ascendiendo, gradualmente, con las experiencias que iban acumulando, hasta la pureza original que habían perdido. Puede afirmarse que tal doctrina, levemente bosquejada así era universal, ya fuere entre los Judíos como en la primitiva Iglesia. En su forma mas científica y precisa, la reencarnación, es decir, repetidos nacimientos del ser humano en la forma física, en esta forma física, se encuentra en algunos de los escritos de los primeros cristianos, pero no en todos. Algunos hablan vagamente de, la preexistencia; otros, claramente, de repetidos nacimientos en el mundo.

En todos, el principio es, el mismo, la idea de que el espíritu humano procedente de Dios no es intrínsecamente santo, excepto por derivar de la Suprema Santidad Una; pero que la santidad en su carácter, que se debe a su procedencia de Dios, puede perderse parcialmente por algún tiempo. Cuando el Espíritu ha perdido su primitiva inocencia, entonces se le denomina Alma siendo el alma el estado intermedio entre el Espíritu y el cuerpo, esto es, aquello que adquiere experiencias, lo que pasa a través de varios mundos en el universo y regresa a la postre, con las experiencias ya acumuladas, a su primitivo hogar, el seno de Dios.

Ahora bien, se sabe que los Santos Padres atacaron muy acremente y protestaron en forma muy vehemente contra la doctrina que estaba en boga entre Griegos y Romanos, en la literatura de aquellos tiempos, a saber, la idea de que el alma humana puede pasar a formas animales. Mas el mero hecho de que tal sea la única forma de preexistencia, y de la reencarnación que anatematizaban, robustece más la aceptación general, en aquellos tiempos, del principio ya descrito. A fin de comprender las circunstancias en que surgió la Iglesia de Cristo precisa el conocimiento del ambiente judaico, de los pensamientos, y puntos de mira del, pueblo Hebreo al cual y por supuesto, pertenecían los Apóstoles y los primitivos discípulos; y entre los cuales, de acuerdo con la genealogía el ,mismo Jesus tomó cuerpo. En el Antiguo Testamento aquel versículo de Jeremías "Antes de que salieses, del vientre Yo te santifiqué y te ordené como Profeta. . " (i, 5,) es uno al que aluden varios Padres de la Iglesia como relacionado con la preexistencia del alma humana. Tanto Orígenes como Jerónimo, claramente se refieren a la afirmación de que antes de que Jeremías naciera fue santificado como Profeta, como una de las pruebas de la preexistencia del alma contenidas en las Sagradas Escrituras. Orígenes señala especialmente la circunstancia de que la Justicia Divina no podría serlo a menos que un hombre, santificado como profeta o nacido para hacer un gran servicio al mundo, hubiera merecido, aquella preeminencia por una anterior vida de rectitud, o hubiera escalado esa bendita elevación como resultado de meritorias acciones en su pasado. Luego tenemos la bien definida afirmación en Malaquias, (iv, 5) de que “Elías regresaría”. Hay otro interesante pasaje en el libro de la "Sabiduría de Salomón" en el cual dice éste: "Yo fui un niño de aguda viveza y tuve mi Espíritu bueno. En verdad, por ser bueno, vine a un cuerpo inmaculado..." (ix, 5). He aquí la afirmación explícita de que, puesto que Salomón ya era un espíritu bueno, vino a un cuerpo sin lacras. El famoso historiador judío Josefo aduce también ciertas afirmaciones precisas por lo que hace a los judíos de su tiempo. En su obra "De Bello Judaico" (ii.8) dice, refiriéndose a los fariseos: "Afirman ellos que todas las almas son incorruptibles; que ¡solamente las almas de las personas buenas pasan a otros cuerpos, pero que las almas de los malos sufrirán castigo eterno..." Hay todavía otra cita mejor en Josefo, aludiendo a la creencia general de sus propios tiempos con respecto a la reencarnación del alma. Habiendo defendido la fortaleza de Jotapata y buscado refugio en una caverna, con unos cuarenta soldados que pensaban matarse uno a otro para evitar que todos cayeran en manos de los Romanos, el mismo Josefo les habló de la siguiente manera: "¿No recordáis que todos los Espíritus puros, que vivieron de acuerdo con la divina dispensación, residirán en la más bella de las moradas celestiales a su debido tiempo serán enviados otra vez al mundo 'para habitar cuerpos inmaculados; en 'tanto que las almas de aquellos que' se han suicidado son condenadas a la región de las tinieblas en los mundos inferiores?". Ahora bien, con toda justicia arguye el Profesor Víctor Rydberg con relación a estas palabras, que el hecho de que Josefo hiciera consideraciones de está clase a soldados rudos, a hombres faltos de instrucción, y no a filósofos que por sus escritos se sabe que creían en la reencarnación y la enseñaban en aquellos tiempos, demuestra que la doctrina era cosa corriente entre los judíos de su tiempo. La misma se encuentra claramente definida en los escritos de Philo, como una de las bases de la gran Escuela Judía Alejandrina. Por tanto, por lo que atañe a los judíos, tal doctrina era generalmente admitida entre ellos, e importa recordarlo por lo que respecta a las palabras de los discípulos de Jesús y sus preguntas acerca del pecado de aquel hombre que había nacido ciego, ya que parece que solamente se referían a una creencia común y corriente en sus días.Hojeando el Nuevo Testamento la primera cosa interesante que sobre el particular se encuentra, es el sonado cumplimiento de la profecía de Malaquías acerca del retorno de Elias el Profeta. Es perfectamente cierto que, cuando se preguntó a San Juan Bautista:

¿Eres tú Elias?" él respondió: "No" Pero el mismo Jesús afirmó exactamente lo contrario y dijo: "Este es Elias". La negación del Bautista se explica fácilmente por el hecho de que solamente en muy raros casos, según ya se explicó antes, subsiste el recuerdo de una vida anterior a través de la muerte y del renacimiento, por lo cual la ausencia de tal conocimiento en la mente del Bautista no es prueba en contra de la realidad de la reencamación; en tanto que la doble afirmación del Cristo Mismo, de que San Juan Bautista era Elias (S. Mateo, xi, 14 y xvii, 1213) hablando como lo hizo con conocimiento del pasado, seguramente contrapesa: mucho la negación del Bautista acerca de un punto del cual no podía esperarse que recordara. Llama también la atención la repetición, del carácter (exactamente lo que se podría esperar) pues ambos predicaron la rectitud, ambos, fueron ascetas por entrenamiento, y de naturaleza fogosa, denodados para el reproche de lo malo en los grandes centros; el carácter vigoroso y decidido del profeta Elias reaparece, en, el ^carácter igualmente vigoroso y fuerte de San Juan Bautista. Asimismo, tíos dos tuvieron mucha semejanza externa e iguales peculiaridades en, su indumentaria. Elias fue un hombre velludo y ceñía un cinturón de cuero alrededor de sus lomos" en tanto que Juan el Bautista usaba su ropa de pelo de camello y un cinto, de cuero alrededor de sus lomos". Ambos residieron en la soledad del desierto. Elias viajó cuarenta días y cuarenta noches, hacia el IIoreb, la montana, de Dios en el Desierto del Sinaí. (Reyes xix, 8). Juan el Bautista residía en el desierto de Judca, allende el Jordán, bautizando, (Marcos i,4) Y su vida en la soledad, (un destierro voluntario, de renunciación y apartamiento de las turbas humanas) era mantenida de un modo paralelamente notable, mediante un ave que les llevaba el alimento. "He ordenado a los cuervos que te alimenten", dice la voz de la Divinidad al Profeta, (Reyes., xvii,4) en tanto que el alimento del Bautista eran los saltamontes y la miel silvestre. (Mateo iii,4) Por consiguiente, dada la identidad de caracteres, ciertas semejanzas exteriores, y la solemne declaración del Mismo Jesús, dos veces repetida, es difícil no llegar a la conclusión de que San Juan Bautista fue realmente una reencarnación de Elías, si hemos de tomar en serio el Evangelio.

Por lo que respecta al caso del hombre que nació ciego, (S. Juan IX) no se requiero mucha argumentación. La pregunta fue tan sencilla: "¿Quién pecó, este hombre o sus padres?" Los discípulos se daban cuenta de que, aquello debió ser el resultado de algún pecado o maldad; y su interrogación fue para saber de quién fue el pecado que produjo tan deplorable resultado. ¿Fue acaso que los padres hubieran sido tan malvados que merecieron el pesar de tener un hijo ciego, o fue que, en algún estado previo de existencia, el hijo mismo había pecado, atrayendo sobré sí tan lamentable destino? Es obvio que la segunda fue la verdadera razón, los pecados que tal castigo merecieron, debieron haber sido cometidos antes de que él naciera, es decir, en una existencia previa. Y asi ambas grandes columnas de la enseñanza Teosofica, —Reencarnación y Karma— se hallan claramente implícitas en ésta sola pregunta. Quienes pretendan derivar de la respuesta de Jesús, “ ni este hombre ni sus padres pecaron", una contracreencia en la reencarnación, tendrían que sostener el inaceptable punto de mira de que los padres del ciego se hallaban libres de pecado; pues todos fueron considerados al mismo nivel: "Ni éste hombre ni sus padres". Pero una mente imparcial que no deseare torcer el significado de los textos a fin de reforzar una idea preconcebida, Verá naturalmente en tal respuesta, dicha por uno que era judío de nacimiento y dirigida a judíos entre quienes la doctrina de la reencarnación era cosa corriente, la afirmación sencilla y directa de qué la ceguera de aquel hombre no se debió a pecado suyo en vida anterior como tampoco a pecado de quienes dieron nacimiento al niño ciego. El Maestro asigna otra razón de carácter místico: "Para que las obras de Dios puedan manifestarse en él"; y con toda seguridad, si hubiese El estimado que el concepto de reencarnación, que claramente expresaban las mentes de sus discípulos, fuese erróneo en sí, lo hubiera declarado al punto, como solía hacerlo cuando se necesitaba corregirles algo; y tal vez les hubiese reprochado por su desatino con esta respuesta: “¿Por qué me hacéis esta loca pregunta de si un hombre nace ciego a causa de su pecado? ¿Cómo pudo pecar antes de nacer?"

Igualmente, la frase en San Juan. (XIV, 2) “En la casa de mi Padre hay muchas moradas", es muy significativa. La palabra erróneamente traducida por moradas o mansiones, es la que se usaba para designar las posadas o casas gratuitas de descanso a lo largo de los caminos del Imperio. Y ésta es una alusión muy sugestiva a los muchos descansos que el alma humana o Ego disfruta en la Casa del Padre, entre vidas de esfuerzo en la tierra durante las cuales crece su estatura espiritual. ''Sed perfectos" hubiera sido un mandamiento inútil de parte, del Cristo si se hubiere dirigido a una humanidad vacilante y pobre, con pocos años para su vida, o ebrios haraganes cuyos pensamientos estuviesen concentrado en el prostíbulo inmediato. Pero fue una gloriosa promesa para quienes hubieren tenido tiempo de crecer hasta la medida de la estatura de la plenitud del Cristo. Dice el Cristo Mismo: "No es superior el discípulo a su Maestro, pero cada uno, cuando llegue a la perfección, será como su Maestro" (Lucas vi,40).

Hay otro texto en la "Revelación" que también lleva implícita la doctrina de reencarnación. Es aquel versículo en el cual el Hijo del Hombre, al dirigirse a una de las siete Iglesias del Asia, hace la afirmación respecto a aquel que superará: "Haré de él una columna en el Templo de Mi Dios y ya no irá más”. Este "Ir de nuevo", que termina con la victoria final, se refiere a las repetidas ausencias del alma de los mundos, celestiales, que terminan cuando el alma se ha perfeccionado y llegado a ser “Una columna en el templo de Mi Dios", “Vigilantes y Santos, pilares del Templo de Dios, que de allí no volverán a salir". (Rev. 3,12).

Muchos de los Padres Cristianos se refirieron a la preexistencia y al renacimiento, que eran doctrinas cardinales entre los Gnósticos y que representaron durante muchos siglos la más pura corriente de la enseñanza espiritual y filosófica del Cristo.

En los escritos de Orígenes, el discípulo más célebre de San Clemente de Alejandría y tal vez el más brillante e instruido de todos los Padres Eclesiásticos, y particularmente en su gran tratado "De principiis", hay una mina de información acerca de las enseñanzas de los primitivos cristianos en el siglo segundo.

Su punto de mira era el de la evolución. Refiriéndose a que San Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo en el vientre materno (I,vii,4) dice él que algunos "podrán pensar que Dios llena a los individuos con su Santo Espíritu y les confiere la santificación, no a base de justicia y de acuerdo con sus merecimientos, sino arbitrariamente. ¿Y cómo evitaríamos, entonces la pregunta: "¿Hay falta de rectitud en Dios?, ¿Dios impide?, o bien ésta: ¿Hay acepción de personas con Dios? Pues tal es la defensa de quienes sostienen que las almas vienen a la existencia con los cuerpos"… San Juan Bautista fue lleno del Espíritu Santo en el vientre maternal tan sólo porque en anteriores vidas de rectitud había ganado tal bendición. Añade Orígenes que Dios dispone todas las cosas de acuerdo con los merecimientos y progreso moral de cada individuo y que esto es necesario para demostrar la imparcialidad y recta justicia de Dios, ya que, conforme la declaración del Apóstol Pablo no hay aceptación de personas con EL.

Declara además Orígenes que la condición de un hombre es el juicio de Dios acerca de las acciones de cada individuo y procede a ilustrar su argumento por el famoso caso de Jacob 5 Esaú (II,ix,7) Este ejemplo ha sido usado a veces por la Escuela Calvinista como un argumento para la predestinación directa del hombre por Dios, ya sea a una felicidad eterna o a una condenación eterna: Pero según la enseñanza de Orígenes, habiendo nacido libre el hombre no pudo ser predeterminado por otra voluntad ni a la felicidad ni a la desgracia; salvo en caso de la justicia que él mismo haya merecido. Sería injusto que Dios amase a Jacob odiase a Esaú desde antes de que nacieren los niños; y el único modo de reconciliar tal declaración con la justicia de Dios, sería decir qué Esaú se hallaba cosechando los frutos de pasados males, tanto que Jacob cosechaba el fruto de previas acciones buenas. Esta es la declaración más explícitamente hecha tanto por Orígenes, cuanto por S. Jerónimo (Carta a Avitus) al decir: "Si examinamos el caso de Esaú podemos encontrar que fue condenado, a causa de sus antiguos pecados, a un peor transcurso de vida" y también lo sostiene así Diogenes: ..."Encontramos que no hay falta de rectitud en que, aún en el vientre, Jacob suplantase a su hermano, si consideramos que él era merecidamente amado por Dios de acuerdo con los méritos de su vida anterior, al grado de alcanzar preferencia sobre su hermano. Y agrega que esto debe ser cuidadosamente aplicado al caso de todas las otras criaturas pues, como ya lo hicimos notar antes, la Rectitud del Creador debe brillar en todo. "La desigualdad de circunstancias resguarda la justicia de una retribución conforme al mérito".

Orígenes trata admirablemente el caso del Faraón, cuyo corazón, se lee, fue endurecido por Dios, y asienta que, en esté mundo, no siempre es la cura rápida la más efectiva: "A veces no conduce a buenos resultados el curar a un hombre demasiado aprisa, especialmente si la enfermedad, al ser represada súbitamente en las partes internas del cuerpo, ruge con mayor fiereza" (lll,i,17). Y declara que el endurecimiento del corazón tuvo por fin solamente capacitar al Faraón para ver lo malo de sus procedimientos a fin de que, en vidas futuras, habiendo ya aprendido la lección de que fue una amarga experiencia el haber pecado contra Dios, pudiera también volver, a la rectitud del vivir; así como un buen médico de almas pone remedio a la enfermedad que aflige al hombre.

Por las anteriores citas se puede ver que no hay disputa posible acerca de sí la idea de la reencarnación fue o no enseñada por Orígenes. Con todo, añadiremos otra cita, la más convincente de todas, para demostrar que en la mente de Orígenes se admitían repetidos nacimientos en este mundo, y no sólo experiencias previas en otros mundos, "aquellos que, a partir de esta vida por virtud de la muerte que es común a todos, son destinados, de acuerdo con sus acciones y méritos, según se les juzgue dignos de ello, unos al lugar que se llama "infierno" y otros al seno de Abraham, en diferentes localidades p mansiones..." Esto alude a las condiciones postmortem en los mundos invisibles. "Y así también, como si muriesen en estos lugares (si la expresión se permite), descienden del "mundo superior" a este "infierno"... Pues aquél "infierno" al cual son enviadas desde este mundo las almas de los muertos, se llama a causa de esta distinción, según yo creo, "el infierno inferior"... Por consiguiente, a cada uno de los que descienden a la tierra, y de acuerdo con sus merecimientos o con la posición que ocupó antes aquí, se le lleva a nacer, en este mundo, en un país diferente; o entre hombres de otra raza o diferente modo de vida; o con el germen de enfermedades de distinta clase; puede nacer de padres religiosos, ó de quienes no lo sean; de tal suerte que a menudo nace un Israelita entre los Scinthios, o un pobre egipcio en Judea..." (IV,i,23). Difícilmente podría encontrarse algo más claro y definido que esto acerca del renacimiento de las almas.

Si se puede hacer una alma buena, entonces, hacer una alma mala es imposible para un Dios de Justicia y Amor. Eso no puede ser. No hay justificación alguna para ello; y desde el momento en que se reconoce que los hombres han nacido criminales, como lo nacen cada día, nos sentimos forzados, o a blasfemar diciendo que un Dios perfecto y amoroso crea una alma arruinada y luego la castiga por ser lo que El la hizo ser; o bien que El trata con almas que están creciendo y desarrollándose, criaturas a quienes El entrena para la ultimada perfección; y que, si en alguna vida nace un ser malvado y vicioso es porque se ha pervertido y habrá de cosechar en sufrimientos el resultado de los males que hizo, a fin de que pueda aprender sabiduría y tome al buen sendero. Toca a los cristianos darse cuenta de cuánto ilumina la vida, y la hace razonable, aquella ardiente esperanza del Apóstol: "Que Cristo nazca en vosotros"; esperanza que no es posible realizar ni aun para el mejor hombre en una sola vida; esperanza ridiculamente imposible y vacía sí se pone ante la abyecta masa que puebla los arrabales del vicio y la criminalidad, gente, sin embargo, contra la cual se peca más que lo que ella peca.

Por tanto, la Reencamación es una doctrina Cristiana, y sí un cristiano la acepta por el ejercicio de su razón y de su pensamiento, y llega a la conclusión de que la Reencamación es cierta, no deberá considerarla como doctrina exótica procedente de las religiones Hindúes, o Budista, o Egipcia, Griega, Romana, etc., sino tomarla como parte de la suya propia por derecho de nacimiento, como parte de la fe que antaño se entregara a los Santos.

PREG.—Sí la Reencarnación es, pues una doctrina cristiana, ¿cómo es que haya desaparecido y no sé encuentre ahora en el Cristianismo moderno?

RESP.—En El Nuevo testamento no se encuentra palabra alguna de anatema, crítica o amonestación en contra de ésta doctrina, la cual, como antes lo hemos visto, constituía una porción considerable de las filosofías y fe de los Judíos y Gentiles. Por el contrario, las Escrituras contienen numerosos pasajes que tan sólo pueden ser iluminados y comprendidos por la luz que Sobre ellos vierte la doctrina de la Reencarnación. Pero tal doctrina fue condenada, y puesta fuera de la ortodoxia cristiana, por el Segundo Concilio de Constantinopla en el siglo VI, (Año 553). Esta es la razón por la cual desapareció dicha doctrina del Cristianismo oficial representado por la Iglesia Católica Romana; pero no desapareció de la Cristiandad. Persistió y fue preservada en las enseñanzas de muchas sectas místicas, llamadas herejes y en los cantares de muchos trovadores errantes. La escuela de los Albigenses, que tantos mártires produjo a causa de su apego a la verdad original del Evangelio, enseñó la Reencarnación, doctrina que reaparece de tiempo en tiempo en la Iglesia de la manera más notable. En el siglo XVII el Rev. Mr. Glanville, Capellán de Carlos II, era un hombre de posición y autoridad indiscutibles en la Iglesia; y sin embargo, en su libro “Lux Orientalis”, establece, paso a paso, exactamente la misma doctrina de Reencarnación que se encuentra en los primitivos Padres y que es familiar ahora a todos los estudiantes de Teosofía. También en el siglo XVIII hubo una regular propaganda de esta doctrina, pues aparecieron varios libros demostrando que era parte integral del Cristianismo.

Y así, la enseñanza de la reencarnación desapareció solamente por poco tiempo, en la marea de ignorancia que inundó la Europa después de la decadencia del Imperio Romano; pero este espléndido concepto está ahora invadiendo firmemente el pensamiento occidental mediante libros, conferencias o artículos, mediante filósofos, poetas y aún clérigos.

continuará...

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